Contaquio I
El Señor, que dijo de sí mismo: “Yo soy el buen pastor”, te dijo a ti, oh Pedro, primer obispo nombrado: “Si me amas, apacienta mis ovejas”. Y Aquel que dijo: “Yo soy Jesús”, te dijo a ti, oh preeminente apóstol Pablo: “Él es un vaso escogido para mí, para que lleve mi nombre entre los gentiles”. Y del mismo modo les dijo a todos los apóstoles: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo a vosotros; id y haced discípulos de todas las naciones”. Y vosotros, habiendo recibido esta gracia del Buen Pastor, como maestros y pastores del mundo entero, preservadnos de toda desgracia en el pasto de la salvación, para que podamos clamar: ¡Alegraos, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles!
Ikos I
“Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás”, te dijo Cristo, el Hijo del Dios Vivo, oh glorioso apóstol Pedro. ¿Cómo, entonces, no llamaremos dignamente bienaventurado al que fue bendecido por Dios mismo? Habiendo así sido señalado fielmente, como deuda única de amor, te clamamos:
Alégrate, primero entre los apóstoles, fundamento de la Santa Iglesia.
Alégrate, pilar poderoso y fundamento de la fe ortodoxa.
Alégrate, ardiente amante de la enseñanza de Cristo.
Alégrate, jefe en el concilio de los apóstoles.
Alégrate, buen portero del reino de los cielos.
Alégrate, médico reconocido para los que se arrepienten de sus pecados.
Alégrate, tú que rechazaste la vanidad del mundo y amaste la vida espiritual.
Alégrate, tú que abandonaste las redes corruptibles y pescaste en el mundo entero con redes incorruptibles.
Alégrate con Pedro, oh Pablo, pues ambos brillasteis como dos grandes faros.
Alegraos, pues como dos buenos caballos, fuisteis enganchados por Dios en su carro de luz noética.
Alegraos, oh santos apóstoles, portadores de Dios, pues sois la luz del mundo entero.
Alegraos, pues por vosotros, la fe que nos salva ha resplandecido por Cristo a todo lugar.
Alegraos, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio II
Oh maestro de los gentiles, que recibiste maravillosamente tu título desde lo alto, tú creíste cuando Jesús te dijo: “¿Saulo, por qué persigues al que no puede ser alcanzado por la incredulidad? Así, cree desde ahora, pues de lo contrario, tu audacia se convertirá en tu oscuridad, pues Te he elegido para que seas testigo de Mis juicios ante los gobernantes, las naciones y los hijos de Israel.” Y tú, oh apóstol Pablo, llamado por Dios a tal empresa, clamaste: ¡Aleluya!
Ikos II
Oh Saulo, oyendo una voz desde el cielo, fuiste incapaz de ver; pues perseguiste adversamente al Inaccesible y recibiste la ceguera de tus ojos a causa de tu celo por la ley; pero guiado a la fuente de salvación, alcanzaste el divino bautismo en el que, habiendo sido sumergido con fe, la visión de tus ojos corporales y espirituales fue restaurada. Así, estimando tu milagroso llamamiento, clamamos con júbilo:
Alégrate, oh apóstol llamado por Dios, y enviado a predicar a todas las naciones.
Alégrate, vaso elegido que vertió la dulzura de la fe en Cristo en todos los hombres.
Alégrate, portador de la Luz divina que fuiste iluminado desde lo alto.
Alégrate, tú, que más que otros, fuiste iluminado por la gracia desde la sombra del antiguo convenio.
Alégrate, tú que en la tierra conversaste con el Señor Jesús, que se te apareció.
Alégrate, pues con Su fuerza te atreviste a denunciar a los que se reafirmaban en su incredulidad.
Alégrate, tú, que iluminaste al mundo entero con tus escritos divinamente inspirados.
Alégrate, tú que, siguiendo a Cristo, obraste más que otros por la salvación del hombre.
Alégrate con Pablo, oh Pedro, pues vosotros dos eclipsáis en la Santa Iglesia al igual que los dos querubines lo hacían en el arca santa.
Alegraos, vosotros que estáis ante el trono del Altísimo como dos serafines.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois iguales a los que, en el cielo, proclaman la gloria de Dios.
Alegraos, pues sois las estrellas que coronan la Iglesia, esposa de Cristo.
Alegraos, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio III
Fuiste asombrado con horror, oh santo apóstol Pedro, viendo el lienzo descender de lo alto, en el que se hallaban toda clase de criaturas vivas, tanto puras como impuras, exponiéndose así una expresión del amor de Dios por el hombre, que significaba que no es justo rechazar de entre todas las naciones a los que desean creer en Cristo Jesús. Y comprendiendo este misterio, clamaste a Dios: ¡Aleluya!
Ikos III
“Nada vil o impuro ha traspasado nunca mis labios”, dijiste, oh bendito apóstol Pedro. Pero la divina Providencia te contestó con una voz venida del cielo: “Lo que Dios ha purificado, no lo declares tú impuro”; pues el Salvador vino, no para llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Y nosotros, conociendo lo que te fue revelado, clamamos:
Alégrate, oh apóstol, pues misericordiosamente abriste el reino de los cielos.
Alégrate, pues no solo velaste por los hombres, sino por los intereses del mundo.
Alégrate, pues con tu amor cubriste la multitud de nuestros pecados.
Alégrate, pues perfeccionaste nuestro pobre arrepentimiento con tu misericordia.
Alégrate, ayuda veloz para los que te claman en medio de las tribulaciones espirituales.
Alégrate, pues por tu súplica levantaste a los muertos en cuerpo y alma.
Alégrate, tú que fortaleciste con el Espíritu Santo a los fieles que escuchaban tus palabras.
Alégrate, pues atravesaste a los incrédulos con tus palabras, como si fueran flechas.
Alégrate con Pedro, oh Pablo, pues sois como los ojos de la Iglesia, dotados de visión divina.
Alegraos, guías siempre vigilantes, que veláis por el nuevo Israel.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois como vigías en las murallas de Jerusalén.
Alegraos, oh instructores, que veláis por las almas de los cristianos.
Alegraos, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio IV
Iluminado por Dios, comenzaste a predicar a los judíos que vivían en Damasco, oh apóstol Pablo, que debían creen en Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Y ellos se asombraron al ver cómo uno que antes perseguía a los que creían en el nombre de Cristo, oh maravilla, había sido transformado en verdadero creyente. Así, hablaron entre sí para matarte, pero conociendo su intención y la dureza de sus corazones, los abandonaste en la ceguera de su incredulidad y los creyentes te hicieron descender por el muro de la ciudad, subido a un canasto, mientras clamabas a Dios: ¡Aleluya!
Ikos IV
Con gran celo, oh San Pablo, predicaste que abandonaran las prescripciones de la vieja ley y de la circuncisión y que se apresuraran a la fuente divina del bautismo, proclamando esto, no solo a los judíos, sino también a los gentiles, de los cuales eras un amante maestro. Así, te clamamos con fervor:
Alégrate, predicador enviado por Dios a anunciar el arrepentimiento a los pecadores.
Alégrate, maestro de piedad que denuncias la impiedad con voz de trueno.
Alégrate, misericordioso oferente de los gentiles que están extraviados, pero que se apresuran a la fe de Cristo.
Alégrate, verdadero guía del camino recto.
Alégrate, barco que proteges a los fieles de ahogarse en el pecado.
Alégrate, timonel que nos guías al refugio de la complacencia de Dios.
Alégrate, rápido intercesor que consuelas a los afligidos.
Alégrate, sanador que no aceptaste ninguna recompensa por sanar las dolencias del alma y del cuerpo.
Alégrate con San Pablo, oh Pedro, pues sois como las dos alas que decoran la Iglesia de Cristo, la Gran Águila.
Alegraos, pues sois como las dos alas otorgadas a la paloma, por el Espíritu Santo.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois como palomas y con esperanza habéis sido revestidas con alas, al igual que las águilas.
Alegraos, pues donde Cristo estaba en cuerpo, allí estabais reunidos juntos.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio V
Luchando por tus labores terrenales y proveyéndote mediante la pesca, oh apóstol Pedro, fuiste llamado a ser apóstol y creíste en Cristo, que alimentó abundantemente y sació miles de personas con cinco panes, y tú le seguiste, trabajando por el alimento que no perece, sino que permanece para siempre. Y así, le clamaste como Dios: ¡Aleluya!
Ikos V
Habiéndote prohibido el sumo sacerdote y los ancianos de los judíos que proclamaras el nombre del Señor Jesús, oh bendito apóstol Pedro, proveyéndote con fe firme, respondiste: “Debemos obedecer a Dios más bien que a los hombres”, y habiendo sufrido prisión y golpes por esto, partiste de la presencia del consejo, feliz de que hubieras sido hecho digno de sufrir afrentas por el nombre del Señor. Así, también te ofrecemos estos himnos de júbilo:
Alégrate, pues afrentaste al consejo de los judíos por los escritos de los profetas concernientes a Cristo.
Alégrate, tú que desgarraste las falsas amenazas de los fariseos y saduceos como una tela de araña.
Alégrate, tú que obraste muchos milagros por la gracia del Espíritu Santo.
Alégrate, tú que diste la vista a los ciegos e hiciste caminar a los inválidos.
Alégrate, tú que, por tu sombra, hiciste levantar a los enfermos de sus dolorosos lechos.
Alégrate, tú que sanaste a los que sufrían por los espíritus inmundos.
Alégrate, tú que condujiste a los pescadores a una pesca milagrosa.
Alégrate, tú que atrapaste a los incrédulos por la fe, como si fueran peces mudos.
Alégrate, con Pedro, oh Pablo, pues sois como los pechos de la Iglesia, la Novia de Cristo, nuestra Madre.
Alegraos, pues sois como dos racimos de voz, que nos alimentan y nos alegran.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois los sarmientos de Cristo, la verdadera Viña.
Alegraos, pues sois los buenos labradores de la viña de Cristo.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio VI
Un israelita de la tribu de Benjamín, fariseo según la ley, celoso perseguidor de la Iglesia de Dios; así mismo te llamaste, oh santo apóstol Pablo, sin ocultar tu mal genio contra los que creían en Cristo Jesús. Pero así como perseguiste a la Iglesia del Señor y procuraste destruirla, ahora, gloriosamente honrada por ti, y reafirmada por tus melifluas enseñanzas, clama a Dios: ¡Aleluya!
Ikos VI
¿Quién nos separará del amor de Dios? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, o cosas semejantes?, dijiste, oh apóstol Pablo, predicador incansable de la Palabra del amado Dios, pues condujiste al amor de Cristo a los que sinceramente creían en Él, y con audacia y acción de gracias soportaban tribulaciones por amor a Dios. Así, clamamos con amor estos himnos de agradecimiento:
Alégrate, tú que fuiste un celoso de la ley llamado Saulo.
Alégrate, amante de Cristo, llamado Pablo y perfeccionado en la gracia.
Alégrate, luz del divino conocimiento, que iluminas a los que están en la sombra de la incredulidad.
Alégrate, estrella que guía a los que languidecen en las profundidades de la iniquidad.
Alégrate, tú que conduces las almas de los fieles a Cristo y las preparas para la cámara nupcial del cielo.
Alégrate, tú que soportaste muchas tribulaciones y reafirmaste a otros para que también pudieran soportarlas.
Alégrate, tú, en cuyas manos Dios puso poderosas obras.
Alégrate, tú, pues como sudario empapado sanaste a los enfermos.
Alégrate con Pablo, oh Pedro, pues sois como dos pilares que sostienen la Iglesia del cielo.
Alegraos, pues como dos lirios adornáis el santuario de Dios.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues como flores esparcís vuestra fragancia a todo el mundo.
Alegraos, pues por vuestra fragancia disipáis el hedor de toda iniquidad.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio VII
Tras tu llegada a Lida, oh bendito apóstol Pedro, asombraste al pueblo que vivía allí cuando, en nombre de Cristo Jesús, levantaste a Eneas, que había permanecido en cama, paralítico, durante ocho años, y lo hiciste caminar. En Jope obraste de la misma manera, y por los ruegos de los fieles, volviste a la vida a Tabita, que había muerto. Y llegando a Cesarea, iluminaste con el bautismo a Cornelio, el bendito centurión, con toda su familia. Por tanto, nosotros alzamos la voz a Dios, con un solo corazón, clamando: ¡Aleluya!
Ikos VII
Simón el mago quiso adquirir la gracia del Espíritu Santo con dinero; pero tú, oh bendito apóstol Pedro, lo condenaste a heredar la condenación con su dinero y prohibiste severamente tanto la avariciosa práctica de la simonía como el robo de cosas sagradas. Así, te clamamos con fe:
Alégrate, pues enriqueciste la Iglesia de Cristo con la gracia del Espíritu Santo.
Alégrate, pues prohibiste la obtención de recompensas por las cosas sagradas en la Santa Iglesia.
Alégrate, pues por ti, la avaricia fue cortada, como raíz de todos los males, por la gracia del Espíritu Santo.
Alégrate, pues por ti la codicia es desechada por la santidad como una idolatría.
Alégrate, pues llevaste una vida dura por amor a Cristo.
Alégrate, pues cumpliste así el mandato de Cristo: “No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Alégrate, pues castigaste severamente el sacrilegio de Ananías con la muerte.
Alégrate, pues también castigaste a Safira, que era culpable del mismo pecado, a la misma pena.
Alégrate con Pedro, oh Pablo, pues sois como dos olivos que destilan misericordia.
Alegraos, pues sois como dos lámparas que irradian la sabiduría.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois como tiernos brotes de olivo.
Alegraos, pues por vosotros, todo es como un olivo fructífero en la casa de Dios.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio VIII
Habiendo alcanzado el tercer cielo a causa de la santidad de tu cuerpo y de tu alma, y habiendo sido enriquecido con inefables beneficios, tú descendiste de allí, oh divino y bendito apóstol Pablo, y asombraste a todos, cubriendo a aquellos de entre los judíos y los gentiles que creían en Cristo, con tus enseñanzas del conocimiento de Dios. Y juntos a ellos, nosotros los fieles que tenemos una parte de la enseñanza celestial, clamamos a Dios: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Siendo un modelo para los fieles, soportaste con alegría multitud de azotes, golpes y piedras en tu cuerpo a casa del nombre de Jesús, oh apóstol Pablo, llamado por Dios, indicando manifiestamente que es parte de los que creen en Cristo Jesús el soportar y someterse a toda clase de tribulaciones, en acción de gracias, por Su causa. Así, también te clamamos, usando estos himnos de alabanza:
Alégrate, pues alegremente soportaste las heridas del Señor en tu cuerpo.
Alégrate, firmeza del alma y del cuerpo, que poderosamente soportaste toda clase de tribulación.
Alégrate, confesor insuperable de Cristo ante las naciones y los gobernantes.
Alégrate, maestro invencible ante los maestros israelitas de la ley.
Alégrate, estrella luminosa que brilló desde el tercer cielo.
Alégrate, rama fructífera que creció en el paraíso, llena de alimento espiritual.
Alégrate, pues por tu enseñanza iluminaste al mundo como con una luz increada.
Alégrate, tú que manifestaste a los fieles del mundo el producto de tu labor como un fruto honroso.
Alégrate con Pablo, oh Pedro, pues sois como dos árboles en medio del jardín de la Iglesia.
Alegraos, pues hacéis surgir el fruto de la vida y del buen conocimiento.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois como las palmeras y los cedros del conocimiento.
Alegraos, pues habéis sido trasplantados al cielo como al jardín del Padre eterno.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio IX
Fuiste provisto de una gran preocupación por todos los que venían a la fe en Cristo, oh bendito apóstol Pedro, para que sus corazones y almas fueran uno. Así, nombraste al casto Esteban como ministro para sus necesidades, y a seis diáconos más, y tú mismo, con el resto de los apóstoles, te dedicaste a la oración y a la predicación de la Palabra, instruyendo a los fieles, que clamaban a una sola voz a Dios: ¡Aleluya!
Ikos IX
Reafirmado celosamente por tu Señor, cortaste la oreja de Malco, pues te pareció que no se inclinaba a prestar atención a los escritos de los profetas concernientes a Jesús. Pero, reprobado por esta actuación por el divino Maestro, oh bendito apóstol Pedro, diste gracias por llevar Su reproche y todos sus resultados contrarios. Así, apreciando este celo, te clamamos así:
Alégrate, pues sobrepasaste al resto de los discípulos en el celo por Cristo.
Alégrate, valiente portador de la espada de Cristo en el jardín de Getsemaní.
Alégrate, pues seguiste a Cristo cuando iba a ser llevado al sufrimiento, e incluso a la casa de Caifás.
Alégrate, pues estuviste preparado para soportar la prisión y la muerte por amor a tu Señor.
Alégrate, pues llorando amargamente sanaste tu debilidad al haber negado a tu Maestro.
Alégrate, pues tras la Resurrección del Señor fuiste llamado de nuevo a tu llamamiento.
Alégrate, pues fuiste probado como un modelo de arrepentimiento para el resto de los pecadores.
Alégrate, tú que hiciste el voto solemne de perdonar las debilidades de los penitentes todas las veces.
Alégrate con Pedro, oh Pablo, pues sois como las tablas de la ley del Señor.
Alegraos, maestros del amor por Dios y prójimos.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues perfectamente cumplisteis los mandamientos del Señor.
Alegraos, pues lo dejasteis todo y seguisteis a Cristo, y lo encontrasteis todo en Él.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio X
Proporcionaste un gran testimonio de Cristo con los escritos de los profetas a los líderes de los judíos, y ante el procurador Festo y el rey Agripa, oh apóstol Pablo, llamado por Dios, y estos resolvieron que no eras culpable de nada, pero muchos judíos citaban frenéticamente sus libros y aunque fuiste encontrado no culpable por Festo y Agripa, fuiste condenado a ser enviado a Roma. Pero, sufriéndolo todo con acción de gracias, clamaste con los fieles a Dios: ¡Aleluya!
Ikos X
Oh apóstol Pablo, que fuiste llamado a proclamar a la Santa Trinidad creadora de vida en el tercer cielo, vaso elevado de los grandes misterios de Dios: declarando las buenas nuevas ante los gentiles, los jueces y los gobernantes, prometiste la salvación a los que creyeran en Cristo Jesús y recibieran el santo bautismo en nombre de la Santa Trinidad. Así, con todos los fieles, teniendo la buena esperanza de la salvación, clamamos así:
Alégrate, mistagogo del gran conocimiento de la revelación del Señor.
Alégrate, confesor del Único Dios en tres Personas.
Alégrate, pues proclamaste a Cristo como el fundamento de los fieles.
Alégrate, pues hiciste piadosas obras para su confesión.
Alégrate, pues sufriste grandes reproches del incrédulo Festo.
Alégrate, pues declaraste palabras de verdad y castidad en su presencia.
Alégrate, pues relataste claramente tu visión celestial al rey Agripa.
Alégrate, pues manifiestamente denunciaste su error que no estaba de acuerdo con la fe de Cristo.
Alégrate, oh Pablo, con Pedro, pues sois como dos trompetas brillantes de Moisés.
Alegraos, pues llamáis a los que están sobre la tierra y bajo la tierra para luchar contra el mal.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sufristeis cruelmente como valientes guerreros de Cristo.
Alegraos, pues vencisteis los reinos de la tierra por la fe y recibisteis la recompensa celestial.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio XI
Habiendo matado a Santiago, el hermano de Juan, Herodes también te apresó, oh bendito apóstol Pedro, y te colocó bajo fuerte custodia a la espera de tu ejecución. Sin embargo, mientras la Iglesia ofrecía una oración incesante por tu liberación, el ángel del Señor derribó tus cadenas y te condujo fuera de la prisión, que se abrió por su magnificencia, y pensaste que estabas en un sueño. Pero el ángel partió, volviste en ti y verdaderamente viste que habías sido puesto en libertad, y clamaste a Dios, en acción de gracias: ¡Aleluya!
Ikos XI
Llegaste a contemplar la petición que hizo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre”, oh bienaventurado apóstol Pedro, en el Monte Tabor, donde, contemplando la gloriosa Transfiguración del Señor, escuchaste la voz de Dios el Padre decir desde el cielo: “Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco. Escuchadle”. Y Así te clamamos, como digno de esta revelación.
Alégrate, testigo verídico de la transfiguración de Cristo.
Alégrate, ser renovado que escuchaste la divina voz del Padre desde el cielo.
Alégrate, pues contemplaste la transfiguración del Hijo de Dios, que iluminaba como el sol.
Alégrate, pues espléndidamente recibiste la sombra del Espíritu Santo en la nube.
Alégrate, pues se te dio a conocer el mayor misterio en la montaña.
Alégrate, pues se te manifestó la majestuosa gloria de la Santísima Trinidad.
Alégrate, pues supiste que la partida de Cristo tendría lugar en Jerusalén.
Alégrate, pues, siguiendo a Cristo, cumpliste tu partida sobre una cruz en Roma.
Alégrate con Pedro, oh Pablo, pues sois dos sabias montañas como el Tabor y el Hermón.
Alegraos, pues desde el este hasta el oeste manifestasteis al mundo la tierra prometida del cielo.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues sois como los montes de Sión.
Alegraos, pues permitisteis que la dulzura de la salvación viniera sobre nosotros.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio XII
Te alabamos a ti, que estas en pie ante Dios con los querubines, oh bendito apóstol Pablo, y fuiste iluminado por la divina sabiduría en el tercer cielo; pues oíste inefables palabras que no le es lícito al hombre expresar, y viajaste por el mundo entero enseñando a todos a creer en Cristo crucificado, el Hijo de Dios, y a cantarle incesantemente como verdadero Dios: ¡Aleluya!
Ikos XII
Lleno de grandes revelaciones de los misterios divinos, oh vaso elegido de Cristo, sabio apóstol Pablo, diligentemente llevaste el nombre de Dios que se manifestó en la carne y salvó a los que creían en Él; y habiendo convertido a muchos gentiles y habiendo luchado la buena batalla, terminaste tu gloriosa carrera por el nombre del Señor en la ciudad de Roma, y recibiste así la corona de la justicia. Por eso, te clamamos con estos himnos de alabanza:
Alégrate, gran amante del nombre de Cristo, que sufriste grandemente por Él.
Alégrate, pues diste testimonio de su nombre en el cielo, en la tierra y bajo la tierra.
Alégrate, pues diste un buen testimonio de su nombre en Jerusalén.
Alégrate, pues fuiste conducido por Cristo para dar testimonio también en Roma.
Alégrate, pues denunciaste al emperador Nerón y convertiste a su consorte a la fe cristiana.
Alégrate, pues en Roma entregaste tu cabeza bajo la espada, y fuiste ejecutado al igual que Pedro, que fue crucificado boca abajo.
Alégrate, pues tras el corte de tu honrada cabeza fluyó leche.
Alégrate, pues este milagro atrajo a muchos soldados a la fe.
Alégrate con Pablo, oh Pedro, pues sois como dos ríos de agua viva que brotan del manantial del Espíritu Santo.
Alegraos, pues en adelante os mostrasteis como la confluencia de los ríos Jor y Dan.
Alegraos, oh santos apóstoles, pues como torrentes de un río alegráis la ciudad de la Iglesia de Dios.
Alegraos, pues sois como corrientes dulces que dais a los fieles a beber de la copa de la salvación.
Alégrate, oh San Pedro, primer entronizado, y San Pablo, con todos los santos apóstoles.
Contaquio XIII
Oh gloriosos y alabados discípulos de Cristo, Pedro y Pablo, primer entronizado e igualmente entronizados santos apóstoles, que iluminasteis al universo con la santa fe y vendréis con Cristo a juzgar al mundo entero. Vuestra dignidad no es propia de la tierra, sino que es una gloria y una alabanza prestada en el cielo. Aceptad ahora nuestra indigna súplica, y por vuestras dignas intercesiones preservadnos de todas las desgracias, y suplicad a Cristo, el Juez Justo, que sea misericordioso con nosotros en el juicio final para que, salvados por vuestra mediación, podamos cantar a nuestro Dios y Salvador por siempre: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
(Este contaquio se repite tres veces)
(Se repite el contaquio y el ikos I)
Oraciones a los santos y eminentes apóstoles
Pedro y Pablo
I
Oh gloriosos apóstoles Pedro y Pablo, que entregasteis vuestra vida por Cristo y embellecisteis Sus pastos con vuestra sangre, escuchad las oraciones y suspiros de vuestros hijos que ahora ofrecemos con corazones contritos. Pues he aquí, nos hemos ensombrecido con multitud de iniquidades, y por esto hemos sido cubiertos con multitud de desgracias, y hemos llegado a ser pobres en exceso en el aceite de la vida digna, y no podemos defendernos de los lobos feroces que luchan perniciosamente por devorar la herencia de Dios, oh poderosos. Sobrellevad nuestras enfermedades y no os separéis espiritualmente de nosotros, para que no nos apartemos completamente del amor de Dios, sino que con vuestra ayuda podamos ser defendidos, para que el Señor tenga misericordia de nosotros por complacencia a vuestras oraciones, y borre nuestros incontables pecados, y nos haga dignos, con todos los santos, de recibir el reino y festejar las bodas de Su Cordero, a quién sea el honor, junto con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
II
Oh San Pedro, jefe de los apóstoles, fe y roca establecida firmemente en Cristo, la Piedra Angular, por tu recta confesión. Ruega para que, impasibles ante las imaginaciones de nuestras mentes y deseos carnales podamos, también, mediante la fe, establecernos firmemente en el mismo Cristo, la Roca Viva elegida y preciosa, para que por Su amor podamos ser perfeccionados como templos del Espíritu Santo, en los que podamos ofrecer sacrificios espirituales a Jesucristo nuestro Dios. Oh San Pablo, jefe de los apóstoles, vaso elegido de Cristo, lleno de gracia y de la gloria de Dios, ruega al Creador, que tiene autoridad sobre toda la creación, para que haga de nosotros, que ahora somos un vaso de perdición, un vaso de verdadero honor para Él, santificados y perfeccionados, listos para toda buena obra, por los siglos de los siglos. Amén.
III
Oh sublimes apóstoles, Pedro, firme exponente de la fe en Cristo, y Pablo, melodioso aliento de la enseñanza de Cristo. Sabemos que sois ríos florecientes de los que surgen las palabras de Cristo, y que nos reveláis las profundidades de las verdades reveladas. Sois como lámparas que nos iluminan con fervor el divino amor del cielo. Os bendecimos, pues sufristeis tribulaciones y penas, y sembrasteis las semillas de la enseñanza divina, y con vuestros pasos recorristeis los confines de la tierra. Oh apóstoles, os suplicamos con compunción que, por nuestra vida pecaminosa, nos ayudéis a postrarnos ante el Señor, nuestro Maestro; que la cabeza de nuestro orgullo sea desarraigada, y os suplicamos que os apresuréis a levantarnos por vuestras incesantes oraciones para que, con el coro de los ángeles y los apóstoles, podamos glorificar al Padre de todo, que es maravilloso entre sus santos, y que envió a nuestro Señor Jesucristo al mundo, y al Espíritu Santo, que es uno en esencia con ellos, por los siglos de los siglos. Amén.
IV
Oh San Pedro, príncipe de los apóstoles, roca de la fe firme en la confesión, fundamento de la Iglesia inamovible en Cristo, pastor del rebaño racional del Señor, guardián de las llaves del reino del cielo, pescador sabio que, desde lo más profundo de la incredulidad, sacaste a los hombres; te suplicamos humildemente que la red de tu divina labor nos atrape y nos saque del abismo de la perdición. Sabemos que recibiste de Dios la autoridad de atar y desatar; líbranos, pues estamos atrapados por los lazos del pecado, muéstranos tu misericordia, miserables como somos, y concédenos el restablecimiento de la salud, pues hemos sido abatidos por el pecado, lo mismo que restableciste a Tabita de entre los muertos; devuélvenos al camino recto, al igual que restauraste al invalido de la Puerta Hermosa, que había sido cojo desde el vientre de su madre, y así como sanaste a todos los enfermos por tu sombra, ruega para que la gracia que Dios te dio también nos cubra con su sombra, sanando nuestras dolencias de alma y cuerpo. Pues tú lo puedes todo, oh santo, por el poder de Cristo, pues por amor a Él lo abandonaste todo para seguirlo. Así pues, suplícale a Él por nosotros, miserables, para que por tus oraciones nos libre de todo mal y nos enseñe, con un corazón puro, a rendir gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
V
Oh San Pablo, eminente entre los apóstoles, vaso elegido por Cristo, revelador de los misterios celestiales, maestro de las naciones, clarín de la Iglesia, renombrado orador, que sufriste grandes desgracias por el nombre de Cristo, y que atravesaste el mar y fuiste hasta el confín de la tierra, y nos convertiste de la decepción y de la idolatría. Te suplicamos y te clamamos que no nos desdeñes, pecadores como somos, y que nos levantes, pues hemos caído en el abismo del pecado, como hiciste en Listra con el hombre que había sido cojo desde el vientre de su madre, y que nos concedas la salud. Y, así como le otorgaste la vida a Eutiquio cuando murió, también levántanos de nuestras obras muertas. De la misma forma que una vez temblaron los fundamentos de la prisión y se derribaron los barrotes de los prisioneros por tu fe en Cristo, así también líbranos de los asedios de los enemigos y fortalécenos en cumplir la voluntad de Dios. Pues tú lo puedes todo por la divina autoridad de Dios, a quien es debida la gloria, el honor y la adoración, con Su Padre sin principio, y el Espíritu Santo, bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
traducido por psaltir Nektario B.
para cristoesortodoxo.com
Categorías:Akathistos
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