Gran Cuaresma

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Algunos textos para meditar

La etimología de la palabra “Cuaresma”, nos dice que se trata de una alteración popular de la expresión latina “quadragesima dies”, el “día cuadragésimo”, sobre entendido “antes de la Pascua”.

Fueron los concilios de Nicea (325) y el de Laodicea (365) quienes impusieron la idea del ayuno antes de Pascua en las Iglesias de Oriente. Roma no adoptó esta práctica hasta tres siglos más tarde.

Con Carlomagno, el que no respetaba el ayuno durante la cuaresma, sin una dispensa especial, se arriesgaba a ser condenado a muerte.

Estos cuarenta días conmemoran la tentación de Jesús en el desierto. El Evangelio cuenta que en respuesta a la tentación del demonio que le proponía transformar las piedras en pan, Jesús respondió: “No de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

Durante los primeros siglos del cristianismo, la cuaresma era, sobre todo, un periodo de preparación de los catecúmenos para el bautismo que recibirían durante la noche de Pascua. Era igualmente un periodo de penitencia para los pecadores que serían lavados de sus pecados durante la misma noche de Pascua.

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“No tardes, dice el Señor, conviértete a Dios, y no retrase los días”. Estas son las palabras de Dios y no las mías; no las habéis escuchado de mi, sino que yo las escucho con vosotros: “No tardes, dice, convertios al Señor”. Pero tú respondes: ¡Mañana, mañana! ¡Qué ruido de cuervos! Como el cuervo enviado desde el arca no ha regresado a ella y, ahora que es viejo, dice de nuevo: ¡Mañana, mañana! Es el ruido del cuervo: cabeza blanca y corazón negro. ¡Mañana, mañana!, es el sonido del cuervo; el cuervo no ha regresado al arca, la paloma sí. Que se pierda, pues, el ruido del cuervo, y que se escuche el gemido de la paloma”. (San Cesareo de Arles)

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Un hermano preguntó a Abba Pimen: “¿Qué debo hacer por mis pecados?”. El anciano le dijo. “Quien quiere borrar sus pecados, los borra por las lágrimas, y quien quiere adquirir virtudes, las adquiere por las lágrimas”.

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La cuaresma, viaje hacia la Pascua

Cuando un hombre sale de viaje, debe saber a dónde va. Así mismo sucede con la cuaresma. Ante todo, la cuaresma es un viaje espiritual y su destino es la Pascua, la “Fiesta de las fiestas”. Es la preparación al “cumplimiento de la Pascua figurativa, la verdadera revelación”. Debemos, pues, comenzar por intentar comprender esta relación entre la cuaresma y la Pascua, pues revela algo muy esencial, crucial, en cuanto a nuestra fe y nuestra vida cristiana (…).

La Pascua es nuestro regreso anual a nuestro propio bautismo, mientras que la cuaresma es nuestra preparación a ese regreso, el esfuerzo lento y sostenido para, finalmente cumplir nuestro propio “paso” o “pascua” en la nueva vida en Cristo (…).

Un viaje. Una peregrinación. Y ya, emprendiéndolo, desde el primer paso en la “radiante tristeza” de la cuaresma, vemos lejos, muy lejos, el destino: el gozo de la Pascua, que hace radiante la tristeza de la cuaresma y de nuestro esfuerzo de la cuaresma, una “primavera espiritual”. La noche puede ser oscura y larga, pero a lo largo del camino, un alba misteriosa y luminosa señala el horizonte. “No decepciones nuestra espera, oh Amigo del hombre”.

Extracto del libro: La gran cuaresma (Serie: Spiritualité Orientale, nº 13, ed. Abbaye de Bellefontaine, 1974, pp. 9, 14-15.

 

Traducido por psaltir Nektario B.

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