Tratado sobre los ángeles, San Ignacio Briantchaninov. Parte 4

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En la época veterotestamentaria, los santos ángeles vigilaban la humanidad predestinada a la Redención, y sobre todo a los hombres que poseían el verdadero conocimiento de Dios. Al Arcángel Gabriel se le confió Israel, el pueblo elegido de Dios, en el que él era el príncipe (Cf. Dan. 10:21). Gabriel combatió en particular al lado del pueblo de Israel contra los persas, que se habían sublevado contra el pueblo elegido bajo la instigación de un príncipe de los ángeles caídos. Vemos aquí bien que el combate comenzó en el cielo y continúa en la tierra.

El libro del justo Tobit nos muestra ciertas cosas análogas. Se refiere esta vez al Arcángel Rafael, que fue enviado por Dios a la piadosa familia de Tobit para sacarla de la pobreza y del infortunio. Mientras estos piadosos israelitas eran cautivos en Nínive, se les apareció (el arcángel) bajo el aspecto de un hombre joven denominado Azarías. A continuación, acompañó a Tobías, hijo de Tobit, hasta Ecbátana, capital de Medas, donde se encontraba su padre Ragüel. El ángel ayuda a Tobías a recuperar el dinero que su padre había prestado a Gabael el israelita, entonces organizó una boda para Tobías con la virtuosa Sara, hija única del rico y piadoso Ragüel. Hace falta precisar que Sara y sus padres vivían desde hacía mucho tiempo sumidos en una gran tristeza: siete veces la joven chica se había casado, y siete veces el demonio que la seguía había matado a su esposo el día de la noche de bodas. Dicha situación aún más insoportable en tiempos del Antiguo Testamento, la esterilidad y el celibato eran considerados como un deshonor (recordemos que Dios había prometido a la mujer que su prosperidad aplastaría la cabeza de la serpiente, y que esta promesa no se había realizado aún). Mucho más tarde, con el Dios-Hombre y la Madre de Dios, que la virginidad se hizo, para los dos sexos, un estado que sobrepasa en mucho al matrimonio…Rafael esposa al demonio y permite a Tobías casarle en el Alto Egipto. Tobías y su padre, así colmados de beneficios, quisieron compensar al joven y virtuoso Azarías, que les desvela su verdadera identidad. Transmitimos aquí una parte de su conversación, para ilustrar de manera instructiva la ayuda aportada por los santos ángeles a los hombres piadosos: Bendecid al Dios del cielo, y glorificadle delante de todos los vivientes, pues ha mostrado en vosotros su misericordia. Porque así como es bueno guardar el secreto del rey, así es cosa honorífica revelar  pregonar las obras de Dios. Buena es la oración con el ayuno, y mejor la limosna que acumular tesoros de oro; porque la limosna libra de la muerte, y es ella que borra pecados y hace hallar misericordia y vida eterna. Mas los que cometen pecado e iniquidad, son enemigos de su propia alma. Por eso voy a manifestaros la verdad, si encubriros lo que ha estado oculto. Cuando tú orabas con lágrimas y enterrabas a los muertos y dejabas tu comida y escondías de día los muertos en tu casa y los sepultabas de noche, yo presentaba tu oración a Dios, fue necesario que la tentación te probase. Ahora el Señor me envió a sanarte a ti, y a librar del demonio a Sara, mujer de tu hijo. Porque yo soy el ángel Rafael, uno de los siete que asistimos delante del Señor. Cuando oyeron estas palabras quedaron turbados y temblando cayeron en tierra sobre su rostro. Pero el ángel les dio: “La paz sea con vosotros, no temáis. Pues cuando estaba yo con vosotros, estaba por voluntad de Dios. Bendecid pues, a Él y cantad sus alabanzas. Vosotros criais por cierto que yo comía y bebía con vosotros; mas yo me sustento de un manjar invisible y de una bebida que no puede ser vista de los hombres. Ya es tiempo de que me vuelva al que me ha enviado; vosotros, empero bendecid a Dios, y pregonad todas sus maravillas”.

Dicho esto desapareció de sus vistas, y no pudieron verlo más. Entonces, postrados sobre su rostro durante tres horas, bendijeron a Dios. Después se levantaron y contaron todas estas cosas. (Tob. 12:6-21)

El santo apóstol Judas nos ofrece otro testimonio: el Arcángel Miguel tuvo una conversación con el diablo con relación al cuerpo de Moisés. Durante esta conversación, no osó poner ningún juicio contra él ni dirigirle ningún reproche, sino que le dijo: “El Señor te reprima” (Judas 9).

A través de estas palabras de los arcángeles Rafael y Miguel, comprendemos que los ángeles de la luz, en su combate contra los ángeles de las tinieblas, utilizan la misma arma que los hombres contra sus enemigos invisibles: Dios. Las armas con las que combatimos, no son carnales, sino que son poderosas por la virtud de Dios (2ª Corintios 10:4).

Todos los justos del Antiguo Testamento, independientemente de su época, creyeron en la participación de los santos ángeles. Al enviar a su esclavo a Mesopotamia para encontrar una esposa digna de su hijo Isaac, el santo patriarca Abraham, padre de los creyentes, declaró: “El Señor Dios del cielo, que me hizo salir de la casa de mi padre y de mi patria, que me habló y juró diciendo ‘Daré este país a tu posteridad’, Él mismo enviará a Su ángel ante ti” (Génesis 2:7). Tan justo como su abuelo Abraham, el patriarca Jacob, profetizando y bendiciendo a los dos hijos de José, declaró a su vez: “Que el ángel que me ha liberado de todo mal, bendiga a estos niños” (Génesis 48:16). Más tarde, el ángel de Dios se situó entre los israelitas y el ejército de los egipcios, y los ocultó de ellos (Éxodo 14:19). He aquí lo que anunció el Señor al pueblo de Israel: “Envío un ángel ante ti para protegerte en tu camino” (Éxodo 23:20). Y el santo profeta David cantó: “El ángel del Señor establecerá su campamento alrededor de los que Le temen y los liberará” (Salmos 33:8). David canta el combate de los ángeles de la luz contra los ángeles de las tinieblas que se esfuerzan por incitar al hombre al libertinaje y perderlo, sugiriéndole consejos inicuos y malvados, perjudiciales para la psique-alma: “Queden confusos y avergonzados los que buscan mi vida. Vuelvan atrás, cubiertos de oprobio los que maquinan mi perdición. Sean como la paja ante el viento, acosados por el Ángel del Señor. Sea su camino oscuro y resbaloso, cuando el Ángel del Señor los persiga. Porque sin causa me tendieron su red, y sin causa cavaron una fosa para mi vida” (Salmos 34:4-7).

Tras la caída del primer hombre, los santos ángeles no dejaron de compadecerse por la humanidad que sufre, y darle su ayuda. Por el contrario, los demonios actuaron desde el principio para acentuar los efectos de la caída, y para perjudicar a cada hombre piadoso en particular, y a la humanidad en general. Por otra parte, podemos señalar que tal era su derecho, pues voluntariamente se sometió el hombre a ellos. El enemigo que antaño sedujo a Adán y lo tomó bajo su poder, dice San Macario el Grande, privó al hombre de su antiguo poder y fue declarado “príncipe de este mundo”. Pero al principio, era el hombre a quien Dios había establecido como “príncipe de este mundo”, y señor del mundo visible. Desde entonces, el diablo ha sido llamado, pues, “príncipe de este mundo”, hostil a Dios, a quien nos ha incitado a rechazar. El rey de las tinieblas, y príncipe de este mundo, capturó al hombre que se había sometido voluntariamente a él y se situó entre los rangos de los adversarios de Dios, revistió y rodeó su psique-alma, dice San Macario, con los lazos tenebrosos de su poder, exactamente como el hombre se reviste normalmente con sus hábitos. Cubrió enteramente la psique-alma de pecado, la manchó y la sometió enteramente. Lo capturó absolutamente todo: el espíritu, los pensamientos, el cuerpo y sus percepciones, el corazón y sus sentimientos, sometiéndolo todo bajo su poder.

Aunque precipitó al hombre, a esta nueva criatura, en una terrible desgracia, el diablo fue incapaz de hacer nada contra el Creador mismo, pues la perfección no puede en nada ser sometida a las influencias y engaños que circundan a la criatura. El diablo quedó, pues, como lo que había sido siempre, un criatura enteramente sometida a su Creador, que, en su insondable providencia, no lo destruyó.

Lo alejó, a él y a la cohorte de sus cómplices, lo dejó en su caída y continuó hasta hoy soportándolo.

Más aún, el diablo se convirtió en el instrumento del Creador, incluso si cree en su ceguera actuar contra Él. La intención es mala, pero el mal termina siempre por servir al bien. El diablo se convirtió en el instrumento que prueba al hombre: gracias a él, los que aman a Dios son separados de los que prefieren el pecado. Dios dio antaño, en el paraíso, el mandamiento de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal: ¡este mandamiento no ha sido abolido!. Como todos los mandamientos de Dios, es inmutable. Hasta hoy, prueba al hombre. El diablo persigue sin descanso a la humanidad y le sugiere constantemente comer del fruto prohibido, a veces con violencia, habiendo obtenido el derecho a obrar así el día en el que el hombre se sometió a él. No cesa de cultivar en el hombre pensamientos pecaminosos y mundanos, alumbrando la llama de las pasiones. El querubín caído tiene siempre en su mano el arma luminosa, y el árbol de vida (es decir, el bien que no ha sido contaminado por el mal) es inaccesible al hombre, por un justo juicio de Dios.

Por otra parte, por este juicio, las psique-almas de los hombres que vivieron antes de la Redención, abandonaban su cuerpo y descendían todas al infierno, fuera cual fuera su virtud. Ninguna de ellas podía atravesar los espacios aéreos, dominio de los demonios, para acceder al paraíso. Los demonios las atrapaban una a una como una herencia legal, y las conducían al infierno.

Tras la expulsión del paraíso, nuestros ancestros vivieron en la tierra (maldita, a causa de su crimen), y muy rápidamente se desarrolló una humanidad hostil a Dios, sierva del diablo. Los hombres justos comprendían que la tierra era un lugar de exilio. Residían en ella por un lapso de tiempo ocupados en la reconquista de la bienaventurada eternidad por medio del arrepentimiento. Pero los que amaban el pecado vivieron en la tierra para el gozo, descuidando la eternidad, hasta perder incluso el justo conocimiento de esta eternidad. Es necesario señalar que este conocimiento distorsionado de la eternidad, es justamente el punto de partida de la esclavitud al diablo. Sabiendo que esto es precisamente donde iba a encontrar su poder, el diablo se consagró con toda su energía. Sostuvo por el orgullo todos los abusos de los hombres. Siguiendo las enseñanzas del diablo y la pendiente de su propia caída, los hombres transformaron en todos los dominios, lo útil y natural, en superfluo y contra natura. Las fuerzas debían estar sometidas por un uso justo del alimento, pero se inventó la gula, la embriaguez, las fiestas costosas, el fasto de los platos y las bebidas. ¡Y qué gloria se ha alcanzado en el mundo de hoy!. En lugar de la unión indispensable y legítima de los sexos para perpetuar el género humano, aparecieron el adulterio y la voluptuosidad insaciable, ¡y el mundo se gloría de ello!. En lugar de las vestiduras destinadas a cubrir la desnudez, de moradas concebidas para protegerse de los elementos, aparecieron los palacios grandiosos y lujosos, los objetos preciosos, ¡y el mundo se gloría!. Cegados por el orgullo, los hombres se convirtieron en conquistadores capaces de pasar por el filo de la espada a regiones enteras y verter torrentes de sangre, y el estúpido mundo, regocijado en la vanidad, ¡glorifica estas calamidades!. En una palabra, ¡el mundo festeja su triunfo y celebra su cruel perdición y su sometimiento al diablo!. Se ha calificado de “genios” a los hombres que se han distinguido en este “logro” del mundo: algunos entraron en comunicación con otros genios, los demonios, y con su ayuda e inspiración, llevaron a término sus malvadas empresas. El gozo de las pasiones se convirtió para el hombre en la cima de la virtud, y divinizó el pecado de su amo, el diablo. Así es como apareció el paganismo que representa cada pecado bajo los trazos de un ídolo a quien se le ofrece adoración. No contento con esclavizar secretamente a los hombres con pensamientos ocultos, el príncipe de este mundo entró abiertamente en comunicación con ellos pronunciando “profecías” por mediación de los ídolos, y con el concurso de adivinos, magos y otros criminales determinados. El señuelo era mostrado por los falsos milagros y profecías de los demonios. La victoria del ángel de las tinieblas parecía verdaderamente total.

Traducido por:

Psaltir Nektario B.

Hipodiácono Miguel P.

Octubre 2015

Para cristoesortodoxo.com



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