La virtuosa y misericordiosa mujer de la comunidad cristiana de Jope, la justa Tabita, cosía ropa y obtenía su propio pan con esta labor manual. También daba “limosnas”: cosía ropa para los pobres huérfanos y las viudas. Todo esto es lo que conocemos sobre la vida de la santa. Parece que estos sutiles detalles de la vida histórica de Tabita nos fueron dejados intencionadamente por la mano de la Providencia de Dios. Sólo poseemos unas pocas líneas de los Hechos de los apóstoles (9:36-42), pero suficientes para que la Iglesia glorifique a la santa como una “verdadera discípula (de Cristo) y cordera sin mancha” (1). Nos es suficiente saber que cuando murió, los lamentos de las afligidas viudas obligaron al apóstol Pedro a entrar en su casa, y por el poder de Dios, devolverla a la vida, diciendo: “Tabita, levántate” (Hechos 9:40).
Pero la santa permanecía en silencio. No se atrevía a tomar por su cuenta la pesada carga de la enseñanza o la labor apostólica: sólo daba sus limosnas con profunda humildad, conocida sólo por los más cercanos a ella. Sirvió como ella sabía, de la forma en que Dios le enseñó a servir. No se agobiaba por la compañía de la gente, no se entristecía por su humilde trabajo, sino que simplemente estaba agradecida. Y esto es lo más asombroso en la vida de cualquier santo, la asombrosa habilidad para permanecer silencioso frente a las circunstancias adversas, las situaciones más inconvenientes. La humilde aceptación de lo que sucede como la forma en la que debe ser, y el agradecimiento por todo lo que Dios envía, no es la respuesta de los poderosos, sino de los humildes y piadosos. Aquí, la principal fuerza es no juzgar, no intentar decidir por Dios lo que es mejor para nuestras vidas, o donde podemos aportar el mayor beneficio. Cuando se llega a esto, este silencio da sentido a todos los trabajos y labores de la justa mujer. Y por eso vemos que las alturas de la predicación apostólica, el valor de los mártires, la fortaleza de los ascetas del desierto, todo esto es absolutamente accesible a todo cristiano por la fuerza de la paciencia y el silencio, por la fuerza de aceptar a Dios como el Maestro de nuestras vidas.
Aquí encontramos un asombroso patrón de la vida espiritual. Aparentemente, al final del tiempo algunos hablarán seguramente de sus grandes obras hechas en “nombre de Cristo”, preguntando al Creador: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos cantidad de prodigios?”. Pero escucharán esta respuesta: “Alejaos de Mí, obradores de iniquidad” (Mateo 7:22-23). Otros, por el contrario, permanecerán avergonzados de sus insignificantes vidas, esperando silenciosamente la sentencia del Creador. Y la respuesta de Dios a su silencio será asombrosa: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).
En la vida de la justa Tabita, la grandeza del podvig (labor ascética, hazaña) de la vida cristiana para Dios, se manifiesta en sí misma con claridad particular. “Alégrate, oh Tabita, vaso lleno de gracia”, decimos cuando honramos su memoria. Pero esta es la ley más esencial de la vida afirmada una y otra vez, la ley de que con Dios nada es malo, nada pasa desapercibido, nada es inútil, sino que todo lo que se recibe de Él con simplicidad de corazón y humildad, es digno de la más alta vocación: la llamada a convertirse en un participante de la eternidad, a ser un hijo del Altísimo. Por otro lado, no importa lo aparentemente buena y virtuosa que pudiera ser una obra, no importa cuánto pueda glorificar la sociedad uno u otro hecho heroico o autoridad, pues sin Dios todo lo que se haga no vale absolutamente nada, pues para la eternidad, es inútil.
(1) Del tropario de la santa.
Tropario, tono 1
Con la corriente del gran río de las limosnas, regaste la tierra seca de los necesitados. Diste limosna a los pobres y a las viudas y brillaste con la luz de tus obras. Y resplandeciste con la gracia divina, oh Tabita. ¡Gloria a Cristo al que amas! ¡Gloria a Cristo que te ha bendecido! ¡Gloria a Cristo a quien seguiste como verdadera discípula y como cordera sin mancha!
Contaquio, tono 2
Serviste al Salvador en santidad, por tus actos temerosos de Dios, y fuiste un modelo de amor siendo su discípula. Oh santa Tabita, alabamos tu memoria.
Otro tropario, tono 1
Hoy, la fe de Cristo es confirmada por Pedro, y los fieles que contemplan la gran maravilla que se ha obrado en Jope se unen con alegría y glorifican con salmos al Hijo de Dios, el Dador de vida. El eminente apóstol habló, y la que estaba muerta resucitó de la tumba. Ella se entregó a Aquel que eliminó la muerte, Cristo, para que la gente pueda adornarse imitando sus virtudes. Por eso venid, oh cristianos, y llevemos nuestras súplicas a la santa: ¡Oh bendita y amada Tabita, lleva nuestras súplicas ante la Santísima Trinidad, y ruega con audacia, para que podamos ser hijos de la Luz pre-eterna, para que seamos dignos de la misericordia de Dios, para que permanezcamos en el amor divino y para que la paz reine en todo el mundo.
Otro contaquio, tono 4
El pueblo de Jope se llenó de asombro, y los ángeles de Dios se maravillaron, cuando el que sanó a Eneas llamó de entre los muertos a aquella que se llamaba Dorcas, que estaba adornada con misericordia, y ante quien las pobres viudas lloraban. Y ahora, oh Tabita, escucha las oraciones que te ofrecemos, y suplica ante el Dador de todo lo bueno para que nos conceda misericordia y compasión a los fieles, y así, bendiciéndote, podamos clamar: ¡Alégrate, oh tú que nos enseñas las virtudes!.
Traducido por psaltir Nektario B. ©
Categorías:Santos Padres general
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