Los santos mártires Trófimo y Teófilo y otros catorce con ellos
Todos ellos sufrieron en Licia, durante el reinado del emperador Diocleciano. Puesto que, de ninguna forma, negaron a Cristo ni tampoco ofrecieron sacrificios a los ídolos, fueron sometidos a varias torturas: fueron apedreados, fueron heridos con espadas afiladas, les rompieron las rodillas y finalmente, tras tanta tortura, y estando más muertos que vivos, fueron arrojados al fuego. El poder de Dios les preservó y permanecieron ilesos. Entonces, fueron sacados del fuego y decapitados. El Señor los glorificó tanto en la tierra como en Su reino celestial. Sufrieron honorablemente en Licia en el año 308 d.C.
El santo mártir y sacerdote Apolinar
San Apolinar fue discípulo del apóstol Pedro y nació en la ciudad de Antioquía. San Pedro llevó a San Apolinar consigo desde Antioquía a Roma y, en Roma, lo consagró como obispo de Rávena. Al llegar a Rávena, San Apolinar entró en la casa del soldado Irineo, cuyo hijo sanó de ceguera y por el cual convirtió a toda su casa a la fe de Cristo. También sanó a la mujer de un general de Rávena, de una terrible enfermedad, y bautizó también a toda su casa. Por deseo del general, Apolinar permaneció en su casa. Ahí, construyeron una pequeña capilla doméstica. Apolinar permaneció allí durante doce años predicando el Evangelio y bautizando a los incrédulos. En muchas ocasiones fue cruelmente torturado por los ancianos paganos, pero la todopoderosa y recta mano del Señor le sostuvo y le salvó. Finalmente fue sentenciado al exilio en Ilyria, Los Balcanes. El barco en el que viajaba Apolinar, naufragó en una tormenta y se hundió, y de todos los viajeros, tan sólo San Apolinar, junto con dos soldados y tres de sus clérigos, se salvaron. Tras ser salvados milagrosamente, los soldados creyeron en el poder del Dios de Apolinar y fueron bautizados. Entonces Apolinar fue a predicar el santo Evangelio por toda la tierra de Los Balcanes, descendiendo por todo el río Danubio. Tras esto, se dirigió a Tracia donde, bajo una gran presión, también predicó el Evangelio del Señor. Después de tres años de trabajo en Los Balcanes, fue desterrado nuevamente a Italia. Llegó a Rávena, donde todos los fieles se alegraron en extremo por su regreso. Al escuchar esto, un anciano pagano escribió al emperador Vespasiano diciéndole que era un mago y le preguntó si podían darle muerte como enemigo de sus dioses. El emperador respondió que no deberían matarlo sino sólo obligarle a que ofreciera un sacrificio a los dioses o desterrarlo de la ciudad, pues, según decía el emperador: “No es digno buscar venganza contra nadie por los dioses, pues ellos pueden vengarse de sus propios enemigos si están enojados”. A pesar de esta orden del emperador, los paganos atacaron a San Apolinar, y le atravesaron con puñales. Este siervo de Dios murió por heridas profundas y fue recibido en el Reino de Dios. Las reliquias de San Apolinar descansan en la iglesia dedicada a él en Rávena, Italia.
Himno de Alabanza
San Apolinar
Apolinar, por el bien de Cristo Dios
Soportó muchos y grandes padecimientos
Sin ninguna clase de odio, sin ninguna sorpresa,
Pues sabía que no hay salvación sin sufrimientos;
Sabía que sin sufrimientos el Señor no vendría
Y vio las manos atravesadas de Pedro.
Sabe de muchos, atravesados como corderos
Y por una espada, enviados al reino de Dios
Y con el alma dispuesta, para esto se preparó,
Para sufrir escarnio público por el Cristo vivo,
Y el santo, por todo lo que los poderes del Hades
Habían preparado para la tortura del creyente
El santo lo soportó todo; con fe soportó
Y envejeciendo, envejeciendo, en la amarga tortura
E incluso cuando se convirtió en anciano, las torturas no cesaron,
Bajo amargas torturas, por Cristo murió,
Por su heroísmo a muchas generaciones asombró
Y no murió, sino que vive eternamente.
Reflexión
Los grandes maestros de la Iglesia trataron de enseñar a los hombres grandes verdades, no solo mediante palabras, sino también por ejemplos obvios. Así, Abba Isaías, para enseñar a los monjes, dijo que nadie recibiría una recompensa de Dios mientras, no habiendo trabajado en esta vida por Dios, trajera a sus discípulos a un campo de trilla donde un campesino reuniera el trigo ya aventado. “¡Dadme también un poco de trigo!”, decía Isaías al campesino. “¿Cosechó usted, padre?”. “No”, replicó el anciano. “¿Cómo esperáis obtener el trigo cuando no cosecháis?”. A esto, el anciano padre replicó: “¿Recibe trigo el que no cosechó?”. “No recibe trigo”, replicó el campesino. Escuchando tal respuesta, el anciano se alejó silenciosamente. Cuando los discípulos le suplicaron que le explicara este hecho, el anciano padre dijo: “Hice esto con la intención de mostraros que el que no ha vivido una vida de ascetismo no recibirá una recompensa de Dios”.
Contemplación
Contemplemos el sufrimiento del pueblo a causa del pecado de un hombre (Josué 7):
1. Cómo a los israelitas, Dios les prohibió tomar ninguna de las posesiones que pertenecieran al conquistado pueblo de Jericó;
2. Cómo un hombre cogió algunas de las posesiones de los habitantes de Jericó y a causa de esto los israelitas fueron derrotados en Hai;
3. Cómo incluso hoy, a causa de la transgresión de la ley de Dios por un solo hombre, muchos sufren.
Homilía
“Estos tales son fuentes sin agua, nubes impelidas por un huracán. A ellos está reservada la lobreguez de las tinieblas” (2ª Pedro 2:17).
El apóstol llama a los hombres impuros “fuentes sin agua” a aquellos “que en deseos impuros andan en pos de la carne y desprecian el Señorío. Audaces y presuntuosos, no temen blasfemar de las Glorias caídas” (2ª Pedro 2:10). Oh “fuentes sin agua”, que estáis adornadas por todos lados pero no manáis agua, ¿por qué sois llamados entonces fuentes cuando de vosotros no surge nada excepto sed? Oh nubes y oscuridad, ¿por qué os enfurecéis, como si inundarais el mundo entero, cuando no hay ni siquiera una gota de agua en vosotros y cuando el aliento del Espíritu de Dios os destruirá y os dispersará a la nada en aquella terrible hora? No estáis preocupados por la pureza, y por eso giráis alrededor de la impureza corporal, ni tampoco estáis preocupados por el orden, y por eso detestáis la autoridad, ni tampoco estáis preocupados por salvar vuestro rostro (reputación), y por eso sois presuntuosos (obstinados), ni tampoco estáis preocupados por conocer la verdad, y por eso blasfemáis contra aquello que no habéis hecho ningún esfuerzo por comprender. “A ellos está reservada la lobreguez de las tinieblas”, a vosotros. Esta no es la voluntad de Dios, sino la vuestra. Dios no ordenó este camino, vosotros lo elegisteis. Dios es justo y no cometerá pecado sino que pagará a cada uno según su pecado, y según su corazón impenitente.
Hermanos, ¿cuáles son los deseos físicos, excepto las “fuentes sin agua” y las nubes y la oscuridad? ¿Qué tipo de brotes de frutos y flores surgirán de ellos excepto cardos y espinas, que no requieren lluvia? Los hombres, con sus deseos físicos, son iguales a sus deseos físicos, y están ciegos a causa de estos deseos y serán juzgados según ellos.
Oh Señor, Creador de nuestros almas y cuerpos, concédenos la gracia de Tu Espíritu Santo, para que podamos preservar nuestro cuerpo y alma en la pureza y, en el día del juicio, podamos presentarlos puros ante Ti, nuestro Creador.
Traducido por psaltir Nektario (P.A.B)
Categorías:prólogos de Ohrid
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