Prólogos de Ohrid: 3 de agosto / 21 de julio

Prólogos de Ohrid

3 de agosto // 21 de julio

 

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El santo profeta Ezequiel

Ezequiel era el hijo de un sacerdote de la ciudad de Sarir. Fue llevado en cautividad con el Rey Joaquim junto con muchos otros israelitas. Viviendo en cautividad, Ezequiel profetizó durante 27 años. Fue contemporáneo del profeta Jeremías. Mientras Jeremías enseñaba y profetizada en Jerusalén, así también enseñaba y profetizaba Ezequiel en Babilonia. Las profecías de Jeremías se conocieron en Babilonia y las profecías de Ezequiel fueron conocidas en Jerusalén. Estos santos varones concordaban en sus profecías. Ambos fueron maltratados y torturados por el impío pueblo judío. San Ezequiel tuvo visiones aterradoras e inimaginables. En el río Cobar, Ezequiel vio los cielos abiertos “y una gran nube y un fuego que se revolvía dentro de sí mismo. Alrededor de ello había un resplandor y en su centro algo semejante a un metal brillante que salía del medio del fuego” (Ezequiel 1:4), y cuatro criaturas salvajes como de bronce bruñido. Una criatura tenía el rostro de un hombre, la segunda el rostro de un león, la tercera el rostro de un toro, la cuarta el rostro de un águila (Ezequiel 1:10). El rostro del hombre simboliza al Señor encarnado como hombre, el rostro del león, su divinidad, el rostro del toro, su sacrificio, y el rostro del águila, su resurrección y ascensión. En otro tiempo se le mostró la visión de la resurrección de entre los muertos. El profeta vio un valle cubierto con huesos secos de muertos y cuando el Espíritu de Dios descendió sobre ellos, volvieron a la vida y se levantaron sobre sus pies (Ezequiel 37:1-10). También vio la más terrible destrucción de Jerusalén cuando la ira de Dios lo masacraba todo, excepto a aquellos que antes habían sido marcados con el símbolo griego conocido como Tau (Ezequiel 9:1-7). Esta marca es igual que nuestra letra T, que también es el signo de la Cruz. La maldad de los judíos ni siquiera perdonó a este santo varón. Enfurecidos con él porque los reprendía, los judíos lo ataron a colas de caballos  y lo rasgaron en dos. Fue enterrado en el mismo sepulcro de Sem, el hijo de Noé.

Los venerables Simeón y Juan

Estos dos jóvenes hombres abandonaron sus hogares y a sus familias: Simeón, a su anciana madre y Juan, a su joven esposa. Ambos recibieron la tonsura monástica de manos del abad Nicón en el monasterio de San Gerásimo y se retiraron al desierto, donde vivieron una dura vida de ascetismo durante muchos años. Por medio de este ascetismo riguroso, mortificaron tanto su cuerpo que parecían dos árboles marchitos. Un día, Simeón le dijo a Juan que, según el mandado de Dios, tenía que alejarse del desierto, y quedarse entre la gente y servir allí a Dios. Juan le dio este consejo: “Protege nuestro corazón de todo lo que veas en el mundo. Lo que toques con tus manos, no permitas que lo toque tu corazón. Lo que comas con tu boca, que no satisfaga tu corazón. Cuando tus pies comiencen a caminar, que la paz sea contigo. Y lo que hagas exteriormente, que no perturbe tu mente. Ruega a Dios por mí, para que no nos separe, al uno del otro, en la vida futura”. San Simeón aceptó el consejo de su compañero, le besó y, después de esto, abandonó el desierto y habitó entre la gente como un “loco por Cristo”, enseñando a los hombres y convirtiéndolos a la fe de Cristo. Fingía la locura ante los hombres pero su corazón era templo del Espíritu Santo y, en ese templo, oraba incesantemente. Poseía la gracia abundante de Dios y era capaz de discernir todos los secretos ocultos de los hombres, tanto cerca como lejos, sanando a los hombres de los malos espíritus y otras enfermedades. Bailando por las calles como un demente, se acercaba a los hombres y les susurraba sus pecados en sus oídos y les llamaba al arrepentimiento. Incluso se aparecía a los pecadores en sueños, les reprendía por sus pecados y les llamaba al arrepentimiento. Así sucedió con Bali, un actor pagano, que abiertamente se burlaba de los santuarios cristianos y al que San Simeón se le apareció en sueños y le reprendió, advirtiéndole que se arrepintiera y se convirtiera en un modelo de cristiano. Un joven fornicario se volvió loco a causa de su promiscuidad sexual. Viendo a este joven demente, San Simeón le golpeó en la cara con la mano y le dijo: “No cometas fornicación”. En ese momento, el demonio inmundo salió del joven y sanó.

Himno de Alabanza

 

El santo profeta Ezequiel

 

La visión de Ezequiel, por voluntad de Dios:

Amplio, amplio, inmenso campo,

Desbordado, desbordado con los huesos de los muertos,

Y una voz del cielo vino a San Ezequiel:

Hijo de hombre, ¿ves estos huesos?

Huéspedes vivos sobre la tierra eran en otro tiempo

En mi mesa, les serví bien

Pero muy pocos de ellos dignamente me retribuyeron.

¿Volverán a la vida, estos huesos muertos?

El profeta se asustó y se entregó a la melancolía:

Señor, Señor, Tu lo sabes,

Pues deben levantarse si Tu lo mandas.

Un estruendo, y golpes, y temblores comenzó entonces

¡La resurrección de los muertos: el profeta vio un milagro!

Los huesos se levantaron y yacieron hueso junto a hueso

Y luego la carne, y después los tendones y la piel se reforzaron,

Y este milagro, el profeta lo contempló aterrado

Y glorificó a Dios con su corazón y su alma.

Lo que el profeta de Dios discernió en espíritu,

El Señor resucitado lo mostró claramente.

Cuando el Espíritu quiera, los muertos resucitarán,

Como con una nueva vestidura, todos en un cuerpo vivo

Y con Cristo, los fieles se regocijarán,

Para reinar eternamente, en Su reino.

Reflexión

Por el bien de su prójimo, San Simeón abandonó a su único amigo en el mundo, su pacífica celda en el desierto, y se alejó para ser un “loco en Cristo”. Se cuenta cómo el rey espartano Lycergo, hizo grandes sacrificios por el bien de sus conciudadanos. Emitió leyes estrictas, e instituyó un sistema completamente nuevo para educar a los jóvenes y establecer el orden en el estado. Cuando emitió estas leyes, dijo a sus conciudadanos que deseaba ir a Delfos, donde había un gran santuario, y exigió que todos ellos hicieran un juramento adhiriéndose fielmente a sus leyes hasta su regreso. Cuando los ciudadanos hicieron el juramento, Lycergo abandonó el país y nunca más regresó. Es un gran sacrificio abandonar la patria propia y vivir voluntariamente en un país extraño por el bien del beneficio del prójimo. Pero es mucho mayor el sacrificio de abandonar voluntariamente la mente propia y fingir ante los hombres ser un demente. ¿No es la locura el mayor país extranjero conocido para el hombre? ¡Vivir en esta terrible y extraña tierra, año tras año, y todo por el bien de nuestro prójimo!.

Contemplación

Contemplemos el milagroso paso de Israel por el río Jordán (Josué 3):

1. Cómo por el poder de Dios y mediante Josué, las aguas del río Jordán se abrieron y los sacerdotes con el pueblo pudieron cruzar.

2. Cómo los sacerdotes, con el Arca de la Alianza, durante el tiempo en el que el pueblo cruzaba, “estaban parados sobre el suelo enjuto” (Josué 3:17).

3. Cómo, incluso yo, no tengo que temer a las inundaciones de este mundo, mientras en el centro de mí ser, es decir, en el corazón, sostengo firmemente el convenio del Señor.

Homilía

Sobre los falsos maestros

“Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, así como entre vosotros habrá falsos doctores, que introducirán furtivamente sectarismos perniciosos, y llegando a renegar del Señor que los rescató, atraerán sobre ellos una pronta ruina”. (2ª Pedro 2:1).

El hombre está en guerra con el mundo. La lucha es continua y los enemigos son numerosos. Entre los más peligrosos enemigos están los falsos maestros. Sólo si la mente de un hombre está dirigida hacia el Dios Vivo podrá estar a salvo de estos peligrosos enemigos. Los falsos maestros son como ciegos o como ladrones: primero, porque a causa de su ceguera, ellos (los falsos maestros) se conducen tanto a ellos mismos como a otros a la destrucción, y segundo, porque a causa de su envidia y de su odio intencionadamente conducen a otros por el mal camino, y entregan sus almas y cuerpos a los fuegos del infierno. El Señor mismo profetizó: “Surgirán numerosos falsos profetas, que arrastrarán a muchos al error” (Mateo 24:11). El apóstol sólo confirma las palabras de su Señor. Tanto los falsos profetas como los falsos maestros negarán al Señor, que redimió la humanidad por su purísima y santa sangre. Ya han aparecido muchos falsos maestros y han sembrado muchas herejías, malditas como la cizaña, por todo el mundo. Hermanos, si conocéis estas “malditas herejías” que los santos padres condenaron en los Concilios, entonces seréis capaces de reconocer la principal semilla del veneno, que el maligno, mediante sus siervos, siembra en el campo, en el que el Salvador había sembrado trigo puro.

Pero incluso si la conocéis, o si no la conocéis, dirigid vuestra mente hacia el Señor, rodead vuestra mente con la señal de la Cruz, clamad en vuestra ayuda, a la santa y purísima (Theotokos), elegida por Dios, y especialmente a vuestro ángel guardián, y no temáis. Con esto, preguntad siempre a la Iglesia, y la Iglesia, más experimentada y victoriosa en toda la falsedad, os dirá cuál es la verdad. Pues vosotros sois de ayer y la Iglesia es de tiempo inmemorial. Vuestra memoria es más corta que la memoria de la Iglesia.

Oh Señor Jesucristo, Tú eres el único Camino, la única Verdad y la única Vida. Oh Señor, no permitas que seamos guiados por falsos maestros y que apostatemos de Ti.

Traducido por psaltir Nectario B.



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