Y esas herejías se extenderán por todas partes y engañarán a muchos. El enemigo de la raza humana va a actuar con astucia para poder atraer en la herejía, de ser posible, incluso a los escogidos.
No comenzará por rechazar cruelmente los dogmas de la Santísima Trinidad, de la divinidad de Jesucristo y de la virtud de la Madre de Dios, sino que comenzará de manera imperceptible para distorsionar las enseñanzas y los preceptos de la Iglesia y de su propio espíritu, entregados a nosotros por los Santos Padres por medio del Espíritu Santo.
Pocos se darán cuenta de estas artimañas del enemigo, sólo aquellos con más experiencia en la vida espiritual. Los heréticos aprovecharán el poder sobre la Iglesia y pondrán a sus siervos por todas partes; los piadosos serán considerados con desprecio. Él (el Señor) dijo, por sus frutos los conoceréis, y así, por sus frutos, así como por las acciones de los herejes, habrá que esforzarse para distinguirlos de los verdaderos pastores.
Estos son los ladrones espirituales, que saquean al rebaño espiritual, y entran ellos en el redil de las ovejas (la Iglesia), subiendo por otra parte, usando la fuerza y pisoteando los preceptos divinos. El Señor los llama ladrones (cf. San Juan 10:01). De hecho, su primera tarea será la persecución de los verdaderos pastores, su encarcelamiento y exilio, ya que sin ello será imposible para ellos el saquear las ovejas.
Por lo tanto, hijo mío, cuando veas la violación de la tradición patrística y del orden divino en la Iglesia, el orden establecido por Dios, sabrás que los herejes ya han aparecido, aunque por un tiempo oculten su impiedad, o distorsionen la Divina Fe imperceptiblemente, con el fin de tener más éxito en seducir y atraer a los inexpertos a la red.
La persecución se dirigirá no sólo contra los pastores, sino contra todos los siervos de Dios, pues todos aquellos gobernados por herejía no soportarán la piedad. Debes reconocer estos lobos con piel de oveja por sus orgullosas disposiciones y amor al poder. Serán calumniadores, traidores, sembrarán la enemistad y la malicia en todas partes; Por eso, el Señor dijo que por sus frutos los conoceréis. Los verdaderos siervos de Dios son humildes, aman a su prójimo y son obedientes a la Iglesia.
Los monjes serán oprimidos en gran medida por los herejes y la vida monástica será despreciada. Los monasterios se volverán escasos, el número de monjes se reducirá, y los que se queden sufrirán violencia. Estos enemigos de la vida monástica, sin embargo, teniendo una apariencia de piedad, se esforzarán por atraer a los monjes a su lado prometiéndoles protección y bienes materiales, y amenazando a aquellos que se oponen a ellos con la expulsión.
Estas amenazas causarán gran desesperación entre los pusilánimes, pero tú, hijo mío alégrate de que has vivido hasta ese momento, pues entonces los fieles que no han mostrado ningún otra virtud, recibirán coronas simplemente por mantenerse firmes en la fe, de acuerdo con la palabra del Señor (cf. San Mateo 10:32).
Teme al Señor mi hijo. El miedo a perder la corona preparada (para ti), el miedo a ser echado por Cristo a las tinieblas y al tormento eterno. Soporta valientemente en la fe, y si es necesario, soportar la persecución y otras penas, pues el Señor estará contigo … y los santos mártires y confesores, te contemplarán en tu lucha con la alegría.
Pero, ¡ay de los monjes en los días en los que estén atados a las riquezas y posesiones, que por amor a la paz estarán listos para someterse a los herejes. Adormecerán sus conciencias, diciendo: «Estamos preservando y salvando el monasterio y el Señor nos va a perdonar.» Los desafortunados y ciegos no considerarán de ninguna manera que a través de la herejía los demonios entrarán en el monasterio, y entonces ya no será un Santo monasterio, sino, más bien, simples paredes de adorno a través de las cuales la gracia partirá.
Dios, sin embargo, es más poderoso que el enemigo, y nunca dejará a Sus siervos. Los verdaderos Cristianos permanecerán hasta el final de esta era, y sólo podrán optar por vivir en lugares desérticos y solitarios. No tengas temor de los sufrimientos, sino más bien teme la herejía perniciosa, pues nos despoja de la gracia y nos separa de Cristo. Es por esto por lo que el Señor nos ha mandó a considerar al hereje como un pagano y un publicano.
Y así, hijo mío, fortalécete tú mismo en la gracia de Jesucristo. Apresúrate a confesar la fe, a soportar el sufrimiento como un buen soldado de Jesucristo (cf. II San Timoteo 2:13), que dijo, Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Rev. 2: 10).
Recurso: St. Anatoly of Optina “Last times and now” collection of writtings
Versión en español por hipodiácono Miguel P. (H.M.P)
Categorías:Santos padres de Óptina
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