Las reflexiones de Abba Zósimo

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Sobre el desprendimiento

 

  1. a) Cuando comenzó, el bendito abba Zosimo habló de la siguiente forma. Primero, hizo la señal de la cruz sobre su boca. Dijo que, cuando el Logos divino se hizo hombre, concedió abundante gracia a los que creyeron y a los que aún creerían en Él. Pues, si así lo deseamos, es posible creer incluso ahora. Después de todo, nuestro deseo depende de nuestra libre voluntad, también con la cooperación de la gracia. Así, es posible para cualquiera que lo desea, ver el mundo entero como si no fuera nada.

  1. b) Por otra parte, tomaba todo lo que encontraba, ya fuera un clavo o un hilo, o cualquier cosa de valor insignificante, y decía: “¿Quién lucharía o discutiría sobre esto?”, o bien, “¿Quién se enfadaría o se afectaría por esto?. A menos que sea alguien que verdaderamente haya perdido la cabeza. Por eso, una persona de Dios, que progresa y avanza, debería considerar el mundo entero como este clavo, incluso si esta persona poseyera en general el mundo entero. Pues, como me gusta decir siempre: “No es la posesión de algo lo que es dañino, sino estar unido a eso”.

  1. c) ¿Quién ignora el hecho de que el cuerpo humano es más precioso que cualquier cosa que podamos tener? Así, ¿cómo es que, cuando las circunstancias lo requieren, se nos pide despreciarlo (Mateo 18:8)? Si esto es lo que sucede con el cuerpo, ¿cuánto más no se aplicará a los asuntos externos? Así como no es apropiado hacer caso omiso innecesariamente a las cosas materiales, sin ninguna razón, así tampoco es apropiado lanzarse uno mismo ante la muerte. Pues, esto sería una locura. Más bien, somos llamados a esperar un tiempo apropiado, para que podamos estar preparados.

  1. d) Recordó al hermano que era dueño de algunas verduras, y decía: “¿No sembraba las semillas, o se afanaba en el trabajo, o plantaba y nutría su crecimiento? ¿Las desenraizaba, quizá, o las tiraba? No. Sin embargo, poseía estas verduras como si de hecho no las poseyera (1ª Corintios 7:30-31). Así, no se preocupaba cuando su anciano, poniéndolo a prueba, empezaba a destruirlas. Esto no significaba nada para él, y por el contrario, ocultaba sus sentimientos. Por otro lado, cuando quedaba alguna raíz, decía a su anciano: “Padre, si lo deseas, podrías dejarla surgir, para que podamos compartir su alimento”. Así, este santo anciano entendía que su discípulo era genuinamente un siervo de Dios y no de las verduras. Y así le decía: “El Espíritu de Dios ha encontrado descanso en ti, hermano”. Ahora, si el hermano estaba unido a las verduras, esto se haría inmediatamente aparente, porque estaría afligido y consternado. Por otra parte, mostraba que las poseía sin ser generalmente dueño de ellas”

Sobre los insultos duraderos

  1. a) Nuevamente, solía decir: “Hay diferentes niveles en los deseos de la gente. Una persona puede desear algo fervientemente, y este deseo sería capaz de conducir a esta persona a Dios en un momento, mientras que otra persona no alcanzaría este punto en cincuenta años a causa de su deseo tibio”.

  1. b) Cuando los demonios notan que alguien ha sido insultado o avergonzado o ha sufrido algo por el estilo, y sin embargo esa persona no siente demasiado lo que ha sucedido, sino que es capaz de soportar esto con valentía, entonces los demonios se atemorizan por tal fuerte voluntad, pues saben que esta persona se ha allegado al camino de la verdad y ha decidido caminar según los mandamientos de Dios.

La oración de Pacomio

  1. a) Abba Zósimo recordó a San Pacomio, cuyo anciano hermano le clamaba diciendo: “Deja de ser vanidoso”. Esto sucedía porque Pacomio quería ampliar el monasterio como resultado de la visión divina que se le había concedido. Por otro lado, como se dice, fue movido a la ira, y con razón, pero sin embargo, aún no decía nada como respuesta. Por el contrario, controlando su corazón, bajó la noche siguiente a un pequeño sótano, y empezó a llorar, rezando así: “Dios mío, la mentalidad carnal aún permanece en mí, y aún vivo según la carne. ¡Ay de mí! Pues, voy a perder mi vida, como está escrito (Romanos 8:12-13). Incluso después de mucha disciplina ascética y preparación espiritual, aún tengo rabia, incluso si es con buena razón. Ten misericordia de mí, oh Señor, para que no perezca. Si el enemigo encuentra el menor descuido por mi parte, a menos que me sostengas, me someteré a él. Pues “si uno guarda toda la Ley, pero tropieza en un solo mandamiento, se ha hecho reo de todos” (Santiago 2:10, Straubinger). Además, creo que, si tu abundante misericordia me asiste, a partir de ahora aprenderé cómo caminar por el camino de tus santos, lanzándome hacia delante ante todas las cosas que están delante de mí (Filipenses 3:13). Pues, conducen adecuadamente al enemigo a la vergüenza. ¿Cómo sería yo capaz, oh Señor, de enseñar a los que has llamado conmigo para que elijan esta forma de vida, cuando en primer lugar no he conquistado yo mismo al enemigo?”. Habiendo rezado de esta forma, permaneció allí toda la noche, repitiendo las mismas palabras y llorando, hasta que amaneció el día siguiente. De hecho, por su sudor, las plantas de sus pies se hicieron como arcilla, pues era verano y el lugar era extremadamente caluroso.

  1. b) Y el bienaventurado Abba Zósimo dijo con asombro: “¿No eran las lágrimas de Pacomio sin límite (Salmos 79:6)? ¿Cómo no otorgaría Dios sus dones a tal voluntad? Y yo, estoy convencido de que, durante la noche, Dios concedió a Pacomio todo lo que había pedido, especialmente estar muerto a todas las cosas”.

La curación de Cristo

  1. a) También decía: “Si alguien percibe que otra persona ha traído aflicción o daño o injuria o cualquier otro mal, y por otro lado aquel teje pensamientos contra la otra persona, entonces está realmente conspirando contra su propia alma, como si los demonios estuvieran haciendo esto. Cualquiera es capaz generalmente de traer esto sobre sí mismo. ¿Qué quiero decir con “tejer”? Si alguien no imagina a la otra persona como un sanador, entonces está trayendo sobre sí un gran daño. ¿Por qué dices que otra persona ha causado tu sufrimiento? Esta persona te ha traído en realidad tu purificación. Además, deberías pensar en esa persona como en un sanador, enviado a ti por Cristo. Deberías sufrir por el bien de esa persona (Hechos 9:16), y deberías considerarla como tu benefactora”.

  1. b) Si no te has alejado del mal, y no deseas estar alejado de él, entonces el Señor tu Dios no tiene la culpa de esto. El hecho de sufrir es muy apropiado para un alma que está enferma. Si no estuvieras enfermo, no estarías sufriendo. Por eso, debes a tu hermano un favor, porque por él has conocido tu enfermedad. Tienes que aceptar lo que te ofrezca, como si fuera una medicina curativa enviada por Jesús. Sin embargo, no sólo no le expresas gratitud, sino que incluso maquinas pensamientos contra tu hermano: lo que realmente le estás diciendo a Cristo es que no deseas ser sanado por Él, no deseas recibir su medicina; prefieres perecer por tus heridas, y deseas someterte a los demonios. Entonces, ¿qué puede hacer el Señor? Pues en la medida en la que el Señor es bueno, nos dio sus santos mandamientos para purgar nuestros males, cauterizándolos y limpiándolos. Por eso, cualquiera que desea y anhela ser curado, está obligado a sufrir lo que el médico ofrece para ser liberado de la enfermedad. De hecho, ningún paciente es feliz siendo amputado o cauterizado o limpiado por un depurativo. Más bien, cualquier paciente piensa en esto con desagrado. Sin embargo, el mismo paciente está convencido de que es imposible ser sanado de la enfermedad sin esto. Entonces, uno se rinde al médico sabiendo que, a cambio de un pequeño dolor, obtendremos una gran sanación tras una condición insana o una enfermedad crónica.

  1. c) Alguien que te trae dolor representa la ardiente medicina de Cristo. Si sufres este dolor voluntariamente, entonces eres sanado de tu avaricia; si no puedes sufrirlo, entonces te estás dañando a ti mismo. No culpes a tu hermano. Por desgracia, somos tentados para olvidar culparnos, y en vez de dar la bienvenida a la medicina de Cristo, empezamos a tejer pensamientos contra los que son nuestros benefactores, como si estuviéramos fuera de si.

Sobre la tentación y la humillación

  1. a) Solía decir: “Eliminad los pensamientos, y nadie podrá ser santo. El que evita una tentación benéfica está evitando la vida eterna”. Uno de los santos decía: “¿Quién procuró estas coronas para los santos mártires, excepto sus perseguidores? ¿Quién concedió tan gran gloria a San Esteban, sino los que lo apedrearon?”. Además, siempre solía citar el pasaje de Evagrio: “No culpo a los que me acusan, sino que los llamo mis benefactores”. En otro lado decía: “No desprecio al médico espiritual que trae la medicina del deshonor al alma vanidosa. Mi temor es que se pueda decir de mi alma: “Hemos sanado a Babilonia, pero no ha sido sanada” (Jeremías 28:9).

  1. b) También decía: “Evagrio temía que pudiera ser acusado por Cristo, que podría decirle: ‘Evagrio, estabas enfermo por la vanagloria, y te administré la medicina del deshonor para que pudieras ser sanado. Sin embargo no fuiste sanado’. También debemos saber que nadie nos dice la verdad tanto como aquellas personas que nos echan la culpa”.

  1. c) Abba Zósimo solía decir: “El Señor sabe, siendo ‘el único que prueba los corazones y las mentes’ (Salmos 7:10), que, incluso si todos alaban y exaltan todo lo que hago, sin embargo esto acarrea culpa, vergüenza y desprecio. Si alguien me dijera: ‘Hiciste bien tal y cual’, respondería: ¿qué bien puedo hacer? Nadie miente tanto como aquellos que me alaban y me exaltan, y nadie dice la verdad tanto como los que me acusan y me humillan, como ya he dicho. De hecho, aún no dicen toda la verdad. Pues sólo han sido capaces de ver una pequeña parte del océano de nuestra maldad. De lo contrario, habrían repudiado completamente nuestra alma, apartándose de ella como si se tratara de un espíritu contaminado, hediondo e inmundo. De hecho, si las personas pudieran transformarse en palabras que pudieran insultarnos, estoy seguro de que ninguna sería apropiada para describir nuestro deshonor. Pues, cualquiera que insulta o daña, sólo expresa una parte y no el todo de lo que somos, como decía el justo Job: “Estoy colmado de oprobio” (Job 10:15), y no hay nada más que añadir a esta plenitud; por tanto, ¿qué diríamos, cuando somos como un océano de maldad? El maligno nos ha humillado con cada pecado, y deberíamos estar agradecidos por esta humillación, pues los que están agradecidos por su humillación aplastan al maligno. Como han dicho los santos padres: ‘Cuando la humildad desciende a las profundidades del hades, entonces es alzada al cielo. Y si el orgullo es alzado al cielo, entonces desciende a las profundidades del hades’”.

  1. d) También decía: “¿Quién podría persuadir a una persona humilde para que tejiera pensamientos contra alguien? Pues no importa qué persona humilde sufra o escuche, pues tal persona verá esto como una oportunidad para insultarse y dañarse a sí misma.

  1. e) Además, solía recordar cómo expulsaron una vez los sacerdotes a Abba Moisés fuera del altar diciendo: “Fuera, etíope”. Abba Moisés comenzaba a reprenderse a sí mismo, diciendo: “Tu piel es tan negra como la ceniza. No eres un hombre y, ¿por qué debe serte permitido estar entre otros hombres?”.

El camino de los santos

  1. a) También solía decir: “Cualquier cosa que le suceda a una persona humilde, hará que esta persona se vuelva a la oración y considere a todos como benefactores. Sin embargo, nos hemos desviado del camino de la verdad y de la dirección de los santos. En vez de eso, buscamos forjar nuestro propio camino, según nuestros malvados deseos. Sin embargo, qué podría ser más fácil que escuchar al santo y práctico maestro, el Abba Amonas, que dice: “Prestad atención a vosotros mismos. Así, si alguien os aflige en cualquier cosa, guardaréis silencio. No diréis nada hasta que vuestro corazón se ablande por la oración incesante. Después de esto, seréis capaces de consolar a vuestros hermanos”

  1. b) Pues una persona que anhela el camino verdadero y recto se reprenderá a sí misma duramente cuando esté turbada por algo como esto. Esta persona siempre practicará el autoexamen, diciendo: “Alma mía, ¿por qué has perdido tu mente? ¿Por qué estás turbada como los que están enfermos? Es precisamente así, como indicarás tu mala actuación. Si estuvieras sana, no estarías turbada. ¿Por qué descuidas acusarte a ti mismo y empiezas a acusar a tu hermano revelando tu enfermedad en obra y en verdad? Aprende los mandamientos de Cristo: “Cuando lo ultrajaban no respondía y cuando padecía no amenazaba, sino que se encomendaba al justo Juez” (1ª Pedro 2:23, Straubinger). Escúchalo a Él, cuando nos dice y nos muestra en realidad: “Entregué mi espalda a los que me herían, y mis mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí mi rostro ante los que me escarnecían y escupían” (Isaías 50:6, Straubinger) Sin embargo tú, alma miserable, sólo por un insulto y una injuria, te sientas y tejes mil pensamientos, conspirando en última instancia en contra de tu propia alma según la manera de los demonios. Después de todo, ¿qué más puede hacer un demonio a tal alma, que no hayas hecho ya por ti mismo? Vemos la cruz de Cristo, leemos su pasión cada día, y lo que sufrió por nosotros. Y sin embargo no podemos soportar ni la menor ofensa. En efecto, nos hemos desviado del camino recto”.

  1. c) También decía: “Incluso si fuerais a vivir tanto como Matusalén, y no anduvierais por el camino recto por el que todos los santos han viajado, es decir, por el camino valiente de la dura deshonra y el daño, entonces no avanzaríais ni mucho ni poco, sino que simplemente perderíais todos estos años”.

Amma Dionisia

  1. a) De nuevo decía: “Una vez que estaba con la bienaventurada Dionisia, un hermano le pidió una limosna, y ella le dio todo lo que pudo. Sin embargo, puesto que recibió menos de lo que había pedido, empezó a insultarla, hablando impropiamente sobre ella y sobre mí. Cuando escuchó esto, ella se sintió herida e intentó causarle daño. Así, viendo esto, le dijo: “¿Qué estás haciendo, conspirando contra ti misma? Estás eliminando, así, toda virtud de tu alma. Pues, ¿qué soportas dignamente, en comparación con todo lo que padeció Cristo por ti? Sé, mi señora, que has distribuido todas tus posesiones como si fueran nada. Sin embargo, a menos que adquieras la mansedumbre, no serás más que un herrero golpeando sobre una masa de hierro, sin producir ninguna vasija”. También le dijo: “San Ignacio el Teóforo dice: ‘Necesito la mansedumbre, porque con ella se suprime todo el poder del príncipe de este mundo’. El signo de la negación a este mundo es no turbarse cuando alguien te insulta”.

  1. b) Hay veces en las que una persona despreciará grandes sumas de dinero; sin embargo, cuando se trata de una pequeña aguja, el apego de alguien a ella puede causar un mayor problema. Así, la pequeña aguja reemplaza en este caso la gran suma de dinero. Por lo tanto, ese alguien se convierte en esclavo de la aguja, o del gorro monástico, o del libro, en vez de ser un siervo de Dios.

  1. c) Una sabia persona dijo muy bien una vez que el alma tiene muchos maestros porque tiene muchas pasiones. Y de nuevo, el apóstol dice: “…pues cada cual es esclavo del que lo ha dominado” (2ª Pedro 2:19, Straubinger)

  1. d) Escuchando estas palabras, Amma Dionisia estaba atenta y asombrada. Y ella replicó: “Seguramente encontrarás al Dios al que anhelas”. Entonces, el bienaventurado Zósimo añado: “El alma desea la salvación. Sin embargo, también deseando y estando preocupados por las cosas vanas, se busca evitar la pena. Pues, verdaderamente, “… sus mandamientos no son pesados” (1ª Juan 5:3, Straubinger), sino sólo nuestros malos deseos. Porque nos hemos acostumbrado a despreciarlo todo, ya sea por miedo al mar o bien por temor a los ladrones. Por lo tanto, nos rendimos fácilmente, incluso si sabemos que moriremos al cabo de pocos años. Sin embargo, aunque sólo sea por vivir un poco más de tiempo, nos preparamos para despreciarlo todo. De hecho, nos consideramos afortunados si lo perdemos todo, e incluso salvamos nuestras vidas de los ladrones o del mar. Y mientras, antes de esto, cualquiera podría estar obsesionado con la adquisición de una pequeña cantidad de dinero, y ahora la misma persona lo ignora todo por obtener un poco más incluso en esta vida temporal. ¿Por qué, entonces, no pensamos igual con respecto a la vida eterna? ¿Por qué el temor de Dios, como dijo un santo, no es tan válido como el temor al mar?

Para ilustrar esto, el bienaventurado Zósimo relató la siguiente historia, que escuchó contar a otros.

La historia del cantero

  1. a) “Había una vez, un cantero, al que también llamaban tallista de gemas, porque poseía algunas piedras preciosas y diamantes, que se embarcó en un navío con sus hijos, con el fin de viajar por temas comerciales. Aconteció que, providencialmente, comenzó a entablar amistad con uno de los sirvientes del navío, que le atendía y compartía con él su comida. Un día, este sirviente particular escuchó susurrar a los marineros planificando tirar al cantero por la borda para arrebatarle las piedras preciosas que poseía. El sirviente, que estaba profundamente entristecido, acudió al cantero para servirle como era su costumbre. Este le preguntó porqué estaba triste ese día, pero el sirviente estaba ensimismado y no respondió en absoluto. Así, el cantero le preguntó de nuevo: ‘Por favor, dime, ¿qué te sucede?’. Entonces el sirviente se echó a llorar y le dijo: ‘Los marineros están conspirando contra ti de esta forma’. El cantero dijo: ‘¿Es eso cierto?’. El sirviente respondió: ‘Sí. Eso es lo que han planeado’. Entonces el cantero llamó a sus hijos y les dijo: ‘Lo que os diga, hacedlo sin dudar’. Entonces, extendió una sábana y les dijo: ‘Traedme las arcas de las piedras preciosas’. Y lo hicieron. El cantero comenzó a esparcir todas las piedras preciosas. Después de esto, dijo: ‘¿Esto es en lo que se basa la vida? ¿Arriesgaré mi vida luchando en el mar por el bien de estas piedras? ¿Podría morir en un momento, sin llevar conmigo nada de este mundo?’. Y le dijo a sus hijos: ‘Echadlo todo al mar’. Escuchando estas palabras, lo tiraron todo al mar. Los marineros quedaron asombrados, pues su conspiración fue eliminada”.

  1. b) Por otro lado, el bienaventurado Zósimo dijo: “Consideremos, tan pronto como vino este pensamiento al cantero, cómo se convirtió en un filósofo con sus hechos y palabras. Y todo esto, simplemente para preservar más su vida. Tenía, por supuesto, todo el derecho a hacerlo. Pues, pensó para sí: ‘Si voy a morir, entonces, ¿qué obtendré de estas piedras preciosas?’. Sin embargo, somos incapaces de sufrir un poco de dolor por el bien de los mandatos de Cristo. Si es necesario hacer duelo, entonces, deberíamos condolernos por la pérdida de esta persona que nos ha herido, no por la pérdida de nuestras posesiones. Pues, esa persona ha obrado injusticia consigo misma siendo expulsada del reino celestial. “¿No sabéis que los inicuos no heredarán el reino de Dios?” (1ª Corintios 6:9, Straubinger). Así como para ti este ha hecho injusticia, la persona que te ha herido te ha procurado, de hecho, la vida. Así, se dice: “Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos” (Mateo 5:12, Straubinger). Sin embargo, en vez de lamentarnos por la pérdida de uno de los miembros de Cristo, nos sentamos y tejemos pensamientos sobre temas corruptibles e insignificantes, que se disipan con facilidad y no son nada. Verdadera y justamente, nos estamos condenando a nosotros mismos.

  1. c) De hecho, Dios nos ha dispuesto en un orden de muchos miembros, y tenemos a Cristo nuestro Dios como cabeza de estos miembros, como dice el apóstol: “… y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, forman un mismo cuerpo, así también Cristo” (1ª Corintios 12:12, Straubinger). Por lo tanto, cuando tu hermano te aflige, te está haciendo daño como una mano o un ojo que sufre de alguna enfermedad. Sin embargo, incluso cuando tenemos dolor, no nos cortamos la mano y la echamos, ni tampoco nuestro ojo, sino que consideramos el rechazo de cualquiera de estos como un tema muy serio. En su lugar, hacemos a estos miembros la señal de Cristo, que es más preciosa que todo, rogando a los santos que intercedan por estos, así como ofrecemos nuestras oraciones a Dios en nuestro nombre. Además de esto, aplicamos remedios y alivios para sanar el miembro afectado. Por lo tanto, en la misma medida en la que rezáis por vuestro ojo o por vuestra mano para que sane y no sufra, deberíais también hacer esto por vuestro hermano. Sin embargo, cuando vemos a los miembros de Cristo sufriendo de esta forma, no sólo no nos lamentamos por ellos, sino que incluso los maldecimos. Verdaderamente, tal conducta es propia de alguien que no tiene ninguna compasión”.

  1. d) También solía decir: “Una persona que ha adquirido un corazón compasivo o un amor comprensivo, primero trae júbilo y gozo para sí mismo, y entonces, también para su prójimo. Por otro lado, lo contrario también es cierto, pues el mal consume y aniquila a la persona que lo posee. Tal persona imagina hacer daño a su prójimo, ya sea en temas de dinero o gloria, o incluso, daño corporal, aunque haciendo esto, tal persona se está privando a sí misma, realmente, de la vida”. También solía citar esto, diciendo: “El que no daña el alma no daña a ninguna persona”.

El secreto de la paz

  1. a) El bienaventurado Zósimo también solía decir: “Una vez, alguien me dijo: ‘Abba, los mandamientos son numerosos y la mente se oscurece cuando consideramos cuáles cumplir y cuales no’. Yo le respondí: ‘Esto no debería turbarte. Más bien, considera lo siguiente. Cuando no tengas apego a nada, fácilmente adquirirás virtud. Y cuando no busques apego, no serás consciente del mal que se te ha hecho’”.

  1. b) ¿Cuánta labor se requiere para rezar por nuestros enemigos? ¿Necesitas arar la tierra? ¿Tienes que embarcarte en un viaje? ¿Te cuesta dinero? Si eres agradecido cuando eres deshonrado, entonces ya te habrás convertido en un discípulo de los santos apóstoles, que caminaron por su vida regocijándose de que habían sino avergonzados por el nombre de Cristo (Hechos 5:41). De hecho, sufrieron esto mientras eran limpios y santos, simplemente por el nombre de Cristo, mientras que nosotros merecemos ser deshonrados a causa de nuestros pecados. De hecho, somos deshonrados, incluso si nadie nos avergüenza o nos maldice: “Increpaste a los infatuados, malditos esos que se desvían de tus mandamientos” (Salmos 118:21, Straubinger). No es apropiado para todos el ser deshonrado por el nombre de Cristo; esto pertenece sólo a los santos y puros, como he dicho antes. Sin embargo, para nosotros es apropiado aceptar y confesar con acción de gracias que somos justamente deshonrados por nuestras malas obras.

  1. c) Sin embargo, nuestra alma miserable, siendo consciente de sus acciones impuras, y entendiendo que sufre merecidamente lo que sufre, se sienta y falsamente razona con su propia conciencia, tejiendo pensamientos y diciendo: “Tal y cual hablaron contra mí, me avergonzaron y me insultaron”. En este sentido, el alma está conspirando contra sí misma y sustituye a los demonios. Lo que vemos que sucede en los oficios, también sucede en el arte del alma. Pues, un maestro transmite un oficio particular a un discípulo y así permite al discípulo trabajar por sí mismo, no siendo ya necesario sentarse al lado del discípulo sino con ocasión de una visita para ver si el discípulo ha descuidado el oficio o quizá si lo ha perdido. En el mismo sentido, los demonios que ven al alma obedeciendo y dispuestamente aceptando malos pensamientos, entregan el alma al oficio demoníaco. No necesitan sentarse a su lado siempre, pues conocen que el alma es suficientemente capaz de conspirar contra sí misma; simplemente la visitan de vez en cuando para ver si ha descuidado su oficio.

  1. d) ¿Qué puede ser más simple que amar a todos y ser amado por todos? ¿Qué gran consuelo no recibiremos de los mandamientos de Cristo? Sin embargo, nuestra libre voluntad no es suficientemente apasionada. Si fuera verdaderamente apasionada, entonces, por la gracia de Dios, todo aparecería de forma simple para nuestra libre voluntad. Como os digo frecuentemente, una pequeña inclinación de nuestro deseo es capaz de atraer a Dios a nuestra asistencia. Además, como el santo Antonio dice: “La virtud sólo requiere nuestro deseo”. O nuevamente: “No necesitamos hacer un gran viaje para alcanzar el reino del cielo, ni necesitamos cruzar los mares para adquirir la virtud”. ¿Qué tranquilidad está carente en la persona mansa y humilde? En verdad: “…los mansos poseerán la tierra, y se deleitarán en abundancia de paz” (Salmos 37:11, Straubinger).

Lecciones sobre la humildad

  1. a) De nuevo, el bendito Abba Zósimo solía decir: “Una vez, un hermano y yo estábamos viajando juntos con algunos laicos por el camino de Neapolis, y llegamos a un lugar donde había una aduana. Los laicos estaban familiarizados con la aduana y pagaron su tasa. El hermano que estaba conmigo comenzó a objetar, diciendo: ¿Cómo os atrevéis a pedir dinero a los monjes?. Cuando escuché esto, le dije: ‘Hermano, ¿qué estas haciendo? Lo que en realidad se está diciendo aquí es: “Te guste o no, debes honrarme como una persona santa”. Habría sido preferible si esa persona reconociera tu buena voluntad y se sintiera avergonzada de tu humildad, pidiendo tu perdón. Por tanto, como un discípulo del Único manso y humilde (Mateo 11:29), paga el arancel y sigue tu camino pacíficamente”.

  1. b) En otra ocasión, cuando estaba en la Ciudad Santa, un cristiano se acercó a mí y me dio: “Mi hermano y yo tuvimos una pequeña discusión, pero no quiere reconciliarse conmigo. Por favor, exhórtale hablando con él”. Me alegré por aceptar esta petición, y llamé al hermano para hablar con él sobre el sentido del amor y la paz. Parecía estar persuadido, pero entonces me dijo que no podía reconciliarse con su hermano porque había jurado por la cruz. Sonreí y le dije: “Tu juramento es igual si dices a Cristo que, por su preciosa cruz, no cumplirás sus mandamientos, pero además prefieres hacer la voluntad de su enemigo, el maligno. Pero, no sólo no estamos obligados a mantener una decisión errónea, sino que deberíamos más bien arrepentirnos y afligirnos por una decisión equivocada, como establece San Basilio el Teóforo. Pues, de hecho, si Herodes se hubiera arrepentido y no hubiera cumplido su juramento, no habría caído en el gran pecado de cortar la cabeza al Precursor de Cristo. Así, procedí a citarle el pasaje de San Basilio, en el que se comentaban las palabras del Evangelio por las que se expresaba que el Señor deseaba lavar los pies de San Pedro, y este último rechazó. (cf. Juan 13:1-11).

Sobre la disciplina espiritual

  1. a) El bienaventurado Abba Zósimo también decía: “Una vez me preguntaron cuánto puede controlar alguien su ira. Y yo respondí: ‘El principio para controlar la ira es no hablar cuando se está turbado. Por eso, Abba Moisés no se turbaba, aunque era despreciado por los que le decían: ¿Qué haces entre nosotros, etíope? Él, simplemente decía: “Aunque estaba turbado, no hablé”. Lo segundo que Abba Moisés hacía era que, no sólo no se turbaba, sino que incluso se reprendía a sí mismo, diciendo: “Tu piel es como la ceniza negra. No eres un hombre, ¿por qué se te va a permitir estar con los demás?”.

  1. b) Sin embargo, nosotros somos muy inferiores a Abba Moisés, pues no podemos ni siquiera alcanzar el primer estado con relación a nuestro gran abandono, y así pensamos que estos mandamientos son inmensos e imposibles. Pues, estar turbado y no hablar no es para los que son perfectos, sino para los principiantes. Lo que es verdaderamente grande es no estar turbado, según decía el santo profeta: “Fui avergonzado, pero no estaba turbado”. Sin embargo, no buscamos iniciarnos en esto, ni tampoco podemos tan siquiera mostrar ningún deseo por esto, con el fin de atraer la gracia de Dios para nuestro socorro. En efecto, aun cuando pensamos que mostramos un deseo, en realidad es tibio y sin valor, y no merece recibir nada bueno de Dios.

  1. c) Todo lo que hacemos en la vida espiritual es como la semilla y la cosecha. Ofrecemos nuestra libre voluntad, y recibimos la gracia. Es como el agricultor que siembra un poco, pero por la voluntad de Dios recoge una gran cosecha de su trabajo. Como se escribió de Isaac, que sembró en aquella tierra y recogió la cebada centuplicada ese año (Génesis 26:12). Así también, si Dios bendice nuestra libre voluntad, somos capaces de lograrlo todo sin pasión, sin esfuerzo y con comodidad. Pues esforzarnos por orar y sufrir, produce una oración pura y confortable. Además, forzar nuestra libre voluntad a obrar, nos aporta la acción de la gracia cómodamente.

  1. d) Podemos ver lo mismo sucediendo en cualquier oficio. Así, cuando alguien se acerca a un maestro para aprender un oficio, al principio se afana y es torpe, y a veces incluso destruye alguna obra suya. Sin embargo, no se desalienta por eso, sino que simplemente lo intenta de nuevo. Incluso si la obra se destruye una segunda vez, no se rinde sino que muestra al maestro un nuevo intento. De hecho, si alguien se desalienta y se rinde, entonces, no aprende nada en absoluto. Si se destruye la obra muchas veces pero no se rinde, en vez de abandonar el trabajo, entonces aprenderá la técnica con la gracia de Dios y empezará a hacerlo todo fácil y confiadamente, hasta el punto de poder vivir de ello.

  1. e) Lo mismo se aplica a la labor espiritual. Si alguien se dispone a la tarea de adquirir la virtud, no se debería imaginar que se pudiera alcanzarla inmediatamente, pues esto es imposible. Sin embargo, se debería hacer un esfuerzo y no abandonar si no se consigue, simplemente porque no se pueda alcanzarla. Por eso, se debería intentar de nuevo, así como el que quiere aprender un oficio. Además, siendo muy paciente y no desalentándose, Dios reconocerá su labor ardiente y le concederá que sea capaz de hacerlo todo sin esfuerzo. Esto es lo que se dice con las palabras de Abba Moisés: “La fuerza de los que desean adquirir las virtudes reside en que si caen, no deben perder el ánimo, sino que deben ponerse nuevamente en pie y deben volver a intentarlo”.

Sobre evitar la negligencia y adquirir la gracia

  1. a) Solía decir: “Cada virtud requiere una labor, un tiempo, nuestro deseo, y por encima de todo, la cooperación de Dios. Pues, si Dios no coopera con nuestra libre voluntad, entonces nuestra lucha es vana. Sucede igual con el agricultor que cultiva y siembra su tierra, pero Dios no hace llover sobre su semilla. Sin embargo, la cooperación de Dios también requiere nuestra oración y súplica. Mediante esto, es como atraemos la asistencia de Dios para nuestro sostén. Si descuidamos la oración, ¿cómo reconocerá Dios alguna vez nuestro trabajo? En su defecto, ¿cómo puede Él obrar si oramos de una manera tibia, o de forma vaga, o nos desanimamos prontamente? Como siempre digo: “Entonces, no merecemos recibir nada. Porque Dios presta atención a nuestra petición y otorga sus dones de acuerdo con esto””.

  1. b) ¿No era Abba Moisés anteriormente el jefe de unos ladrones? ¿No cometía numerosos actos pecaminosos? ¿No lo alejaron estos de su amo a causa de su mal carácter? Sin embargo, ya que se acercó a su nueva vida valientemente, así como con tal ferviente deseo, todos hemos visto qué grandeza espiritual alcanzó, siendo enumerado entre los siervos elegidos de Dios, según su biógrafo.

  1. c) Sin embargo, a veces, por el descuido, perdemos incluso el menor fervor que suponemos que tenemos en nuestra renuncia ascética. Nos apegamos a las cosas inútiles, insignificantes, y a los asuntos vanos, sustituyéndolos por el amor a Dios y al prójimo, apropiándonos de las cosas materiales como si fueran nuestras o como si las hubiéramos recibido de Dios. “Porque, ¿quién es el que te hace distinguirte? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te jactas como si no lo hubieses recibido? (1ª Corintios 4:7, Straubinger)”.

  1. d) También decía: “¿Nuestro Señor es tan pobre, que no puede concedernos todo bien, al mismo tiempo que le devuelve la salud a los santos patriarcas? Si tan sólo nos viera sacar provecho de todo lo que nos concede, lo haría. Sin embargo, puesto que somos colmados por los pequeños dones que Él nos ofrece, a causa de nuestro mal carácter, no puede confiarnos mucho, no sea que puedan ser completamente destruidos. Pues Él es amoroso y afectuoso. En efecto, si viera que podríamos sacar provecho de lo que recibimos de Él, fácilmente podría concedernos mucho más, como ya he dicho. En cualquier caso, ¿quién fue el que convenció a la gente para tirar el dinero a los pies de los santos apóstoles? (Hechos 4:35, 37). Sin embargo, es como siempre digo: “Ya que Dios es bueno, nos lo ha concedido todo para sacar provecho. Pero nos apegamos y desaprovechamos los dones de Dios, y así conducimos estos verdaderos dones a la destrucción por nuestra mala elección, y por lo tanto nos perjudicamos”.

  1. e) Frecuentemente solía decir: “Nadie puede hacer daño al alma fiel. Más bien, todo lo que un alma puede sufrir es considerado por ella como provechoso. Mientras, un alma infiel es condenada por su falta de fe, así como un trabajador recibe una recompensa después de su trabajo. Un alma fiel, que permanece fiel durante el trabajo y espera ser recompensada por su sufrimiento, recibirá un gran consuelo. Por otro lado, el alma infiel, que no espera recibir la recompensa del Señor, no encontrará consuelo. Así que, simplemente se sienta y cae en sus propios pensamientos, esperando a que suceda algo: “Me dijo esto”, o “Le diré esto a él”. Esta persona tiene rencor e imagina cosas imposibles, que a menudo no pueden conducir a buen término. Así, la gente no puede hacer lo que se imagina, sino sólo lo que Dios les permite hacer y por las razones que sólo Dios conoce”.

  1. f) A menudo, alguien se esfuerza por hacer alguna injusticia a otra persona, pero si Dios no permite que esto suceda, la intención es conducida a nada. En tal caso, la intención de la gente es simplemente probada. Cuánta gente intentó dañar a los santos patriarcas, pero no provocaron ningún mal porque Dios no permitió que esto sucediera. Pues está escrito: “A nadie permitió que los oprimiese, y por causa de ellos castigó a reyes: ‘Guardaos de tocar a mis ungidos, ni hacer mal a mis profetas’” (Salmos 104:14-15, Straubinger). De hecho, cuando quiere revelar la medida de Su poder, es incluso capaz de suscitar compasión en los corazones de los despiadados. Como está escrito en el libro de Daniel: “Y Dios hizo que Daniel hallase gracia y benevolencia ante el prefecto de los eunucos” (Daniel 1:9, Straubinger).

  1. g) En verdad, bienaventurada es el alma que, por su sed de Dios, se prepara para recibir Sus dones. Pues Dios no abandonará de ninguna forma esta alma, sino que siempre la sostendrá, incluso en las cosas en las que, por ignorancia, el alma no se acerque a Dios. Aquel sabio fue certero en decir: “Dios protege a los sabios”. ¿Cuántas veces intentó Saúl matar al bendito David? ¿Qué no intentó? ¿Qué no urdió? Sin embargo, puesto que el Señor protegió a David, todas las conspiraciones de Saúl fueron eliminadas. No sólo eso, sino que Saúl fue incluso entregado en las manos del santo David, que en realidad lo salvó (1º Samuel 24). Pues David, ni se armó contra él ni fue provocado por el mal.

  1. h) Alguien preguntó una vez al Abba Zósimo: “¿Cómo puede uno ser despreciado y abusado por otra gente y sin embargo no llenarse de ira?”. Él respondió: “Si alguien se considera sin valor, entonces no se turbará. Como decía el Abba Pimen: ‘Si te tienes un poco en cuenta a ti mismo, tendrás paz’”.

La paciencia de Abba Zósimo

  1. a) Solía decir: “Un día, uno de los hermanos que vivía conmigo, que recibió la tonsura monástica de mí, y por esta razón también recibía formación espiritual de mí, (pues era muy sensible, y yo le hacía concesiones por su debilidad), me dijo: ‘Abba, te quiero mucho’. Y yo respondí: ‘Aún tengo que encontrar a alguien que me ame tanto como yo amo a esa persona. Ahora estás diciendo que me amas, y estoy convencido. Sin embargo, si sucede algo que no te gusta, no tendrás el mismo sentimiento. Mientras que yo, sin importarme lo que tenga que sufrir de ti, no puedo estar separado de tu amor por nada’”.

  1. b) Pasó algún tiempo, y no puedo recordar qué pasó realmente con este hermano. Sin embargo, empezó a decir muchas cosas contra mí, y escuché que incluso hablaba descaradamente sobre mí. Sin embargo, me dije a mí mismo: “Este es el fuego reluciente de Jesús, y me ha sido enviado para sanar mi alma vanidosa. De esto, uno puede obtener mucho provecho, mientras que sólo se obtiene daño de aquellos que nos alaban. En verdad, tal persona es un benefactor”. Además, recordé a este hermano como mi médico y benefactor. Así que diría a mis confidentes: “Sólo conoce mis malas acciones visibles, e incluso las que no conoce completamente sino sólo parcialmente. En cuanto a los males invisibles, son innumerables”.

  1. c) Entonces, algún tiempo más tarde, me encontré con el hermano en Cesarea. Se acercó a mí para saludarme y me abrazó de la forma que lo hacía antes. Le respondí de la misma forma, como si no hubiera sucedido nada. Y, a pesar de que dijo todo aquello de mí, cada vez que me encontraba con él, siempre venía con gusto a saludarme y yo no le daba la menor indicación en absoluto de que tuviera resentimiento, a pesar de que seguí escuchando en otros lo que solía decir.

  1. d) Sin embargo, un día, se arrodilló ante mí y se abrazó a mis piernas, diciendo: “Perdóname, Abba, por el amor de Dios, pues he dicho muchas cosas terribles contra ti”. Lo abracé tiernamente, y le dije de forma humorística: “¿Recuerda tu amor decirme cuánto me amaba? ¿Recuerdas cómo te respondí, que no había encontrado aún a nadie que pudiera amarme tanto como yo amara a esa persona? ¿Recuerdas mis palabras diciendo que, si sucediera algo que no te gustara, no tendrías ciertamente el mismo sentimiento, mientras que yo, sin importar lo que pudiera sufrir de ti, nunca podría separarme de tu amor por nada? Ten la seguridad en tu corazón de que nada de lo que has dicho me ha pasado desapercibido. Nunca imaginé que este fuera el caso, ni nadie me persuadió para decir nada malo contra ti. Más bien, les diría que lo que dice mi hermano es verdad, y que él habla así porque me ama. Además, no te he olvidado en mis oraciones. De hecho, para darte alguna evidencia de mi amor, una vez, cuando que me dolía mucho mi ojo, te recordé e hice la señal de la cruz, diciendo: ‘Señor Jesucristo, sáname por las oraciones de mi hermano’. Y fui sanado inmediatamente”. Esto es lo que le dije a mi hermano.

  1. e) A menudo, el bienaventurado Abba Zósimo decía: “Los seres humanos no sabemos cómo ser amados o cómo ser honrados. Hemos perdido nuestro sentido del equilibrio. Pues, si alguien sufre incluso por su hermano, cuando este está airado o afligido, entonces, cuando este hermano vuelva a su sentido y reconozca cuánto ha sufrido el otro por él, daría su propia vida por esta persona”

 

 

Traducido por psaltir Nektario B.

© Enero 2015



Categorías:Abba Zósimo

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