(para firmar la petición, seguir el enlace que aparece al final del documento)
Sinaxis del clero y monjes ortodoxos
Tesalónica, 19 de noviembre de 2014
Amados hermanos.
A continuación encontraréis un texto preparado por la sinaxis del clero y monjes ortodoxos y firmado por todos sus miembros, que presenta y examina la nueva visión eclesiológica expresada recientemente por el Patriarca Ecuménico Bartolomé. Observaréis que seis de los jerarcas de la Iglesia de Grecia (Andrés, de Dryinoupolis, Serafín del Pireo, Pablo de Glyfada, Serafín de Kythira, Cosme de Aetolia y Akarnania, y Jeremías de Gortynos), ya han añadido sus firmas a este documento y ciertamente será firmado por un segmento más amplio del clero y los láicos en próximos días.
El efecto de este texto será mucho mayor si vosotros, y cualquier otro clérigo, monje o laico a quien conozcáis, añade su firma en el siguiente documento y a continuación lo firma digitalmente. Vuestra información personal no será utilizada con ningún otro propósito a parte de esta petición.
Con todo el debido respeto y honor,
En nombre de la sinaxis del clero y los monjes ortodoxos
Archimandrita Athanasios Anastasio
Anterior Higumeno del monasterio de la Gran Meteora.
Archimandrita Sarantis Saranto
Rector de la Iglesia de la Dormición de la Theotokos, Marousi, Ática, Grecia.
Archimandrita Gregorio Hadjinicolao, Higumeno del monasterio de la Santa Trinidad, Ano Gatzeas, Volos, Grecia.
Geronta Efstratios, hieromonje, Monasterio de la Gran Lavra, Monte Athos.
Protopresbítero, George Metallinos, profesor emérito de la Academia Teológica de la Universidad de Atenas, Grecia.
Protopresbítero Teodoro Zissis, profesor emérito de la Academia Teológica de la Universidad de Tesalónica, Grecia.
La nueva eclesiología del Patriarca Ecuménico Bartolomé
Con aflicción hemos sido testigos de los hechos que se han desarrollado en Tierra Santa, hace ya algunos meses. Tras su encuentro con el papa Francisco en Jerusalén, el día 25 de mayo de este año, el Patriarca Ecuménico Bartolomé ha formulado, entre otras, una nueva y enteramente extraña eclesiología en la Ortodoxia. Esta nueva eclesiología, que constituye la peor manifestación y el punto culminante de un camino eclesiológico desviado, que comenzó ya hace tiempo, rechaza la indestructibilidad e incorruptibilidad de la Iglesia. Y esta, según los santos padres, es “el Dios-Hombre, Cristo, prolongado en todos los siglos y en toda la eternidad. Por eso, la Iglesia no tiene “ni mancha, ni arruga, ni nada parecido” (1). Por el contrario, según las palabras del Patriarca, la Iglesia ha sido dividida, contrariamente a la voluntad de Cristo Todopoderoso.
- Diversas fórmulas de la eclesiología de la “Iglesia dividida”.
“La Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, fundada por el Logos que estaba desde el principio, Aquel ‘que estaba con Dios’ y ‘el Verdadero Dios’, según el evangelista del amor ha sido, desgraciadamente, en su camino sobre la tierra, en razón del predominio de la debilidad humana y de la voluntad inestable del espíritu humano, dividida en el tiempo. Así es como se han formado diversas situaciones y grupos en los que cada uno reivindica la autenticidad y la ‘verdad’. Por supuesto, la Verdad es Una, Cristo, así como la Iglesia fundada por Él”.
“Desgraciadamente, ha prevalecido el factor humano, y por la acumulación de añadidos ‘teológicos’, ‘prácticos’ y ‘sociales’, las Iglesias locales han sido conducidas a la división de la unidad de la fe, al aislamiento, que se ha convertido a veces, en polémica hostil”. (2)
Esta posición no es enteramente nueva; mucho antes, el Patriarca Ecuménico expresó su punto de vista sobre la igualdad de la Iglesia ortodoxa y de la herejía del papismo:
“Ha surgido una concepción sacramental común, sostenida y transmitida a través del tiempo por la sucesión apostólica (…) la comisión mixta ha podido proclamar que nuestras Iglesias se reconocían mutuamente la una a la otra como Iglesias hermanas, responsables comunes de la preservación de la Iglesia una de Dios, conforme al plan divino, y de una forma más particular en lo que concierne a la unidad (…). Sobre esta óptica, llamamos a nuestros fieles, católicos y ortodoxos, a reforzar el espíritu de fraternidad, el cual proviene de un solo Bautismo y de la participación en la vida sacramental” (3).
“Con la toma de conciencia de los elementos perjudiciales de la vieja levadura, que constituye la presuposición de la penitencia verdadera y salvadora, el diálogo es de los más útiles (…). Dado que una Iglesia reconoce que la otra Iglesia es poseedora de la gracia divina y guía de la salud, la tentativa de destacar a los fieles de una Iglesia por encima de la otra, queda excluido, como contrario a este reconocimiento. Pues cada Iglesia local no es una competidora de las otras iglesias locales, sino que constituye un solo cuerpo con ellas y desea que viva en esta unidad en Cristo, es decir, en el restablecimiento de lo que había sido turbado en el pasado, y no la absorción de la otra” (4).
Esta extraña ampliación de la Iglesia no ha dejado fuera de su perímetro a los protestantes heréticos. Con respecto al tema de la 9ª asamblea del COE en Porto Alegre, Brasil (febrero 2006), el Patriarca Bartolomé declaró lo que sigue en 2008:
“Así, liberados de las crispaciones del pasado, y determinados a permanecer y actuar juntos, hemos puesto, tras la 9ª Asamblea de Porto Alegre en Brasil, hace dos años, los cimientos para una nueva etapa en la vida del consejo, teniendo en cuenta el contexto actual de las relaciones inter-eclesiásticas, así como las mutaciones que se han obrado gradualmente en el espacio ecuménico” (5).
Para asombro general, la resolución final de esta asamblea proclama, sobre el tema de las “Iglesias” del COE:
“Cada Iglesia es la Iglesia Católica, pero no su totalidad. Cada Iglesia cumple su catolicidad cuando está en comunión con las otras Iglesias… Los unos sin los otros, estamos empobrecidos” (6).
El metropolita Juan Zizioulas de Pérgamo, consejero teológico del Patriarca, considera igualmente estando en la “Iglesia” a todos los grupos heréticos y cismáticos que aplican cualquier “bautismo”.
“El bautismo crea un límite en la Iglesia. Ahora, en el interior de este límite bautismal, es conveniente que haya divisiones, pero toda división en el interior de estos límites no es lo mismo que la división entre la Iglesia y los que están en el exterior del límite bautismal… En el interior del bautismo, e incluso si hay una división, se puede incluso hablar de la Iglesia” (7).
Limitando arbitrariamente los límites de la Iglesia, el metropolita Juan ha delimitado igualmente el campo de las herejías. Según él, cada herejía que no se opone expresamente al símbolo de la fe, como por ejemplo el monofisismo-monotelismo (los llamados “pre-calcedonianos”), el iconoclasmo, el anti-hesicasmo, y el etno-filetismo, etc., “es eclesialidad”.
“La herejía, es decir, la divergencia con relación a lo que la Iglesia cree y confiesa por su Símbolo de la fe, sitúa al (que la profesa) fuera de la Iglesia. Sin embargo, el problema comienza desde el momento en el que este punto de vista es hecho absoluto” (8).
Todo lo que precede parece ser la extensión de una sugestión antigua del Patriarca Atenagoras, mentor de los protagonistas de la pan-herejía del ecumenismo que han seguido esta labor:
“En este movimiento hacia la unidad, no es cuestión de que una iglesia avance hacia la otra, sino que todos recreemos la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica en la coexistencia en Oriente y Occidente, como vivíamos hasta 1054, a pesar de las diferencias teológicas que existían entonces” (9).
- La aplicación en práctica de la nueva eclesiología en la historia.
Estas convicciones del Patriarca Ecuménico han sido confirmadas en la práctica a pesar de muchos hechos más antiguos: por ejemplo, por la presencia y la oración común del Patriarca Ecuménico en las vísperas de la fiesta patronal de Roma (junio de 1995), en los funerales del papa Juan Pablo II (abril de 2005), en la misa papal en el Vaticano (octubre de 2008), en las sesiones del sínodo de obispos católicos (octubre de 2008), y en la primera misa oficial del papa Francisco (marzo de 2013); por la bendición común de los fieles ortodoxos por el Patriarca Bartolomé y el cardenal Cassidy (Fanar, fiesta patronal de 1992), como por la participación del papa Benedicto XVI en la Liturgia Patriarcal en el Fanar (noviembre de 2006), durante la cual, este, llevando el omoforio, leyó el “Padre Nuestro”, y se le cantó “por muchos años”; por la reciente oración común de Jerusalén (2014) ante la Tumba de Cristo; incluso por el regalo de un cáliz al arzobispo uniata de Carcabia nuevamente elegido, Dimitri Salachas (en Atenas, mayo de 2008); por la participación del obispo papista Luis Pélâtre en las vísperas pascuales en el Fanar, en 2009, uso que se prosiguió en los años siguientes; por la participación del Patriarca Bartolomé en el sínodo de los anglicanos en el Palacio de Lambeth (noviembre de 1993). Todo esto y muchas otras cosas, han sido concluidas con oraciones comunes, alocuciones o declaraciones eclesiológicas comunes. En el marco de sus planes ecuménicos, el Patriarca Bartolomé no ha desdeñado alentar al nuevo Patriarca de Bulgaria, Su Beatitud Neófito, a hacer regresar al Patriarcado de Bulgaria al movimiento ecuménico, que había abandonado en 1998. (10).
- Negación de la fe expresada en el Credo sobre el tema de “la Iglesia una”.
Las declaraciones y hechos mencionados antes manifiestan la línea eclesiológica constante del Patriarca Ecuménico Bartolomé. Su última declaración en Jerusalén muestra con toda claridad el carácter eminentemente contradictorio o doble de su eclesiología (una característica del ecumenismo), que, aunque promoviendo a la Iglesia Una, la califica de “dividida en el tiempo”. Aquí, el texto Patriarcal crea una confusión y no está claramente inspirado por el Espíritu Santo, el cual es el Espíritu “de rectitud” (11). Está claro que esta posición constituye una negación consciente, al menos, de la unidad de la Iglesia como propiedad y base ontológicas de esta. La inclusión de esta propiedad en el artículo eclesiológico del Símbolo de la Fe, constituye la expresión de la conciencia de sí misma y de la experiencia de la Iglesia en el Espíritu Santo y , por vía de consecuencia, el que (clero o laico) pone en duda conscientemente o rechaza la fe de la Iglesia, tal como es definida con toda precisión en los decretos de los Concilios Ecuménicos, y particularmente en los artículos sin ambigüedad del Símbolo de la Fe, se aleja ipso facto del Cuerpo de la Iglesia y está sujeto a destitución o excomunión según los concilios ecuménicos (12).
- La Iglesia es indestructible, la unidad de Cristo y de los fieles no puede ser quebrantada.
La clara promesa del Señor de que las “puertas del infierno no prevalecerán” contra la Iglesia (13), y además, la afirmación de que “la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”, desmonta la afirmación del Patriarca, según la cual “el factor humano ha dominado” durante el segundo milenio de su historia. Las afirmaciones de los santos padres son claras: Cristo, “en medio” de la Iglesia, “vino a concederle no ser quebrantada” (14). San Gregorio el Teólogo llama a la Iglesia “gran herencia de Cristo, que no cesará nunca, sino que progresa siempre” (15), mientras que San Juan Crisóstomo proclama que la Escritura llama a la Iglesia “montaña, en razón de su inmutabilidad, y piedra, por su incorruptibilidad” (16). San Nectario de Egina, conforme a la confesión de todos los santos padres, asegura que la Iglesia es “la única columna y fundamento de la verdad (17), pues el Espíritu consolador permanece en ella en todos los siglos” (18). La presencia continua del Espíritu Santo salvaguarda a la Iglesia, y por esta razón, la obra de Cristo es completa y perfecta, pues ‘habiendo terminado Su obra, ha dado el gozo a sus amigos’ (19).
Creemos en la Iglesia como una institución divino-humana que “no sólo se extiende en todo el universo, sino también en el tiempo” (20), y en consecuencia, no puede ni ser vencida ni efímera; está claro que su expansión no concierne a una Iglesia espiritual “fuera del tiempo”, sino militante “en el tiempo”. Es históricamente visible como unidad y comunión de los fieles (21), pues es una “ciudad, situada en la cima de una montaña” y “la casa de Dios admirada por todos” (22).
La unidad extraordinaria de la Iglesia como cuerpo de Cristo es algo que está absoluta e irrevocablemente garantizado por la Cabeza de la Iglesia (23), Cristo, con la presencia continua de Su Espíritu consolador en ella (24), desde Pentecostés hasta la consumación de los siglos. Los fieles, como Cuerpos de la Cabeza, Cristo, son su complemento necesario, “la plenitud del que cumple todo en todos” (25). Es la razón por la cual no se puede concebir a “la Iglesia Una, fuera del tiempo”, sin los fieles sobre la tierra. San Juan Crisóstomo escribe: “Allí donde está la cabeza, allí está el cuerpo; no hay un intervalo para separar la cabeza del cuerpo; pues si hubiera una separación, ya no habría cuerpo, y ya no habría una cabeza (…). En efecto, la reunión de los miembros forma el cuerpo, y no hay ninguno que no le sea necesario. Ved cómo (Pablo) muestra esta necesidad de todos los miembros. Es necesario, pues, que nada falte para que Su cuerpo esté completo. la cabeza tiene su complemento, el cuerpo es perfecto, cuando estamos reunidos y congregados todos juntos” (26). Por esta razón, Dios es glorificado en Cristo y en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyo Salvador es el Dios-hombre (27) que “la alimenta y cuida de ella” (28). “Quien no crea en la continuidad de la Encarnación, la Iglesia, no cree en Cristo; la Iglesia es la continuación de la Encarnación que tuvo lugar en el tiempo. Y de la misma forma que nuestro Señor fue visto, tocado y venerado en la carne, en el tiempo, lo mismo continua produciéndose con Su Cuerpo, la Iglesia, unida y santa, en el tiempo. Si aceptáramos la división de la Iglesia, aceptaríamos, pues, la aniquilación de la Encarnación y de la salvación del mundo” (29).
- Puesto que Cristo no puede “ser dividido”, así mismo, la unidad es un signo distintivo de la Iglesia.
La Iglesia, teniendo por atributo ontológico la unidad, no la busca, sino que sólo la conserva: “conservar la unidad del espíritu por el lazo de la paz” (30). Es una característica, pues “el nombre de la Iglesia no es el de la separación, sino el de la unidad y la concordia” (31). Una Iglesia dividida y truncada es grotesca, y el mecanismo de una gran imaginación. San Nectario de Egina el Taumaturgo, teniendo en mente la teoría protestante sobre “la Iglesia invisible”, parece interrogar al Patriarca Ecuménico: “¿Por qué razón está el nombre de Iglesia, si los miembros son aislados y se desconocen unos a otros y no constituyen un sistema orgánico o una unidad indefectible en el verdadero sentido de la palabra?” (32).
La unidad de la fe dogmática es, pues, igualmente un atributo de la Iglesia, pues así como la Cabeza de la Iglesia, Cristo, no puede ser dividida (33), así, en la Iglesia, hay un “solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (34), y no una polifonía dogmática; la Iglesia forma una sola fe en el pleroma de los fieles de Cristo, de tal forma que “para todos los que creen, la gracia y la llamada de la fe reúnen a los unos y a los otros en la unidad” (35).
- El alejamiento de los herejes no perjudica a la Iglesia
Quien decae de la confesión teológica unánime se convierte, pues, en un sarmiento seco que se corta de la Viña (36), siendo él mismo responsable de esto, como lo había previsto San Juan Crisóstomo: “La Iglesia no lo ha abandonado, sino que él mismo la ha abandonado (…). Permanece en la Iglesia y no serás traicionado por la Iglesia. Si abandonas la Iglesia, no es la Iglesia la culpable (…). Si la abandonas, te arriesgas a ser presa de una bestia salvaje; pero no es culpa de este redil, sino de tu pusilanimidad (…). La Iglesia no es el muro o el techo, sino la fe y la vida” (37).
Conforme a lo que precede, el alejamiento de los herejes latinos y la ausencia de herejes protestantes de la Iglesia Una y Católica no ha traído prejuicio a esta (“no serás traicionado por la Iglesia”), ni sabría traerle perjuicio; de forma más clara, los Patriarcas ortodoxos, a parte de un sínodo producido en el siglo XVIII, profesaron la naturaleza divino-humana incorruptible de la Iglesia, y declararon que los latinos se habían separado en razón del orgullo del papa: “Después de años bajo la influencia del demonio, el papa de Roma, habiéndose apartado por las innovaciones y enseñanzas extrañas, ha sido separada de los miembros del Cuerpo de la piadosa Iglesia y ha caído… Ahora, las cuatro partes de la vela del barco han sido mantenidas en su lugar, unidas y entrelazadas entre sí, por las que navegamos fácilmente entre las olas del mar de esta vida, sin sufrir el naufragio (…). Así, para nosotros, la piadosa Iglesia de Cristo se mantiene sobre cuatro pilares, es decir, los cuatro Patriarcas y se mantiene irreprochable e inquebrantable” (38).
Naturalmente, la herejía no es solamente un mal causado en los fundamentos esenciales de la fe eclesiástica, sino también en sus aspectos menores, lo que empeora siempre con el tiempo. Con muchos otros santos, el Patriarca de Constantinopla, San Tarasio, observa: “Por lo que respecta a los dogmas, errar en un pequeño o alto grado es lo mismo: en los dos casos, la ley de Dios es rechazada” (39). Y el gran Patriarca de Constantinopla, Genadio II, asiente con esto: “El que peca, en las grandes o pequeñas cosas concernientes a la verdad de la fe, es hereje” (40).
- ¿El sacerdocio de los obispos ha sido abolido?
La interpretación consecuente de esta nueva eclesiología hace al Patriarca y a todos los obispos “deficientes” con relación al verdadero sacerdocio de Cristo, y en consecuencia, son locum tenens, pero no sucesores de sus tronos, son supervisores, y no ya celebrantes de los divinos Misterios de la Iglesia. Si el Patriarca Bartolomé tiene razón, los obispos no participan en la plenitud del sacerdocio de la Iglesia. Si la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, se ha dispersado en el tiempo, entonces la jerarquía eclesiástica, que está, en el Espíritu Santo, en comunión con la jerarquía celestial según San Máximo (41), no dispone de iluminación más que en un estado “fragmentado”, pues, “… por la divina visión, el jerarca es en principio iluminado y comunica a continuación (la iluminación) a los que están a su cuidado, y guía a la perfección a los que ha comunicado la iluminación” (42).
Destaca elementos dogmáticos a continuación, breves, pero completos tanto como el marco presente lo permite, y está clara hasta qué punto se alejan las declaraciones Patriarcales de la Ortodoxia: el Patriarca Ecuménico Bartolomé cree en una Iglesia “ampliada y dividida”; ampliada, porque considera a los herejes como pertenecientes a la Iglesia por el poder de un “bautismo” cualquiera, a pesar de sus dogmas heréticos y del cisma, situándolos fuera de la comunión de la Iglesia; dividida, porque no existe comunión entre los ortodoxos y los herejes. Según el Patriarca Bartolomé, incluso si está dividida “en la historia”, la Iglesia Una continua existiendo “de alguna forma y en alguna parte”. Sin embargo, es evidente en la fe de la Iglesia, que su unidad es su signo distintivo ontológico e inalienable, pues es el Cuerpo de Cristo Dios indivisible y todopoderoso. Como Cuerpo de Cristo y culminación de Su obra, la Iglesia no puede estar dividida, pues esto sería su destrucción y “la derrota” de la Divinidad, y no porque pudiera dejar de existir, pues continúa el cumplimiento de sus promesas de salvación eterna sobre la tierra. La unidad del Cuerpo de la Iglesia está expresada entre otros en la fe dogmática única, cuya duda constituye una herejía. Cristo ha revelado que el que se separa de la Viña, es decir, de Él mismo, se seca como el sarmiento y se pierde (43). El Patriarca Bartolomé considera que la Viña viva y bendita del Cuerpo del Señor es deficiente sin los sarmientos secos que, por su propia falta, se han separado, y es necesario “injertarlos” de nuevo en ella, en el Cuerpo celestial de la verdadera Vida, Cristo vivo, aun cuando estén muertos.
- La resistencia pasada por la interrupción de la conmemoración del Patriarca Atenagoras.
La eclesiología innovadora del Patriarca Ecuménico Bartolomé ha hecho que el ecumenismo, a partir de la devaluación de los dogmas, y particularmente a causa del Patriarca Atenagoras, llegue hasta la presente alteración terrible de la fe ortodoxa; aparentemente, la proclamación de la “disolución” de la Iglesia Una es necesaria en el ecumenismo, de tal forma que la “nueva Iglesia”, sea “restablecida” en armonía con las especificaciones ecumenistas.
Durante el tiempo del Patriarca Atenagoras, todo el Monte Athos resistió a las aperturas ecumenistas de este. Tres metropolitas de la Iglesia de Grecia hicieron uso entonces de la resistencia legítima prevista por los santos padres y los santos cánones, sobre todo con el canon apostólico 31 y el canon 15º del Concilio Primero-Segundo, a saber, la interrupción de la conmemoración del Patriarca. Ocho monasterios athonitas hicieron lo mismo: “Por decisión de la 52ª santa sinaxis extraordinaria (del Monte Athos) del 13 de noviembre de 1971, (…) se deja a cada monasterio, en tanto que auto administrado, la libertad de actuar según su conciencia en esta cuestión” (44). Esta interrupción de la conmemoración, sin dar lugar por tanto a una separación o al cese completo de la comunión, ha constituido una posición loable, pues, como dispone el canon 15 del Concilio Primero-Segundo (45) (año 861), los que actúen así “no rompen la unidad de la Iglesia con cismas, sino que por el contrario, se esforzarán por preservar a la Iglesia contra los cismas y las divisiones”. Los que, con buenas intenciones, han interrumpido la conmemoración de los obispos cuyo espíritu no era conforme a la Ortodoxia “no condenaron a obispos, sino a falsos obispos y a falsos doctores”, y por esta razón, “no solamente no serán expuestos a la pena canónica (…), sino que tendrán los honores debidos a los defensores de la Ortodoxia” (46).
Estamos entristecidos, pues el camino de las cosas no inspira optimismo en cuanto a un cambio de dirección del Patriarca Bartolomé. A parte de la próxima visita del papa Francisco al Fanar, con ocasión de la fiesta patronal de San Andrés, a finales del próximo mes de noviembre, aparece aún en el sombrío horizonte una participación litúrgica creciente del papa heresiarca en la santa Liturgia ortodoxa: llevando el omoforio, con el beso litúrgico de la paz (el cual no está previsto para los que no celebran y solamente asisten), la recitación por él de la oración del “Padre Nuestro”, la cual presenta una clara referencia eucarística (“nuestro pan sobreesencial”), y que debe ser leída por el que preside y por el pueblo ortodoxo, así como la incensación del papa y por el hecho de dejarlo predicar desde el ambón.
Todo esto no es una simple oración común, pues seguramente, la santa Liturgia, no comienza por “Acercaos con fe, piedad y temor de Dios”, sino por “Bendito sea el Reino…” (47). Según el padre Alexandre Schmemann “desde el punto de vista de la Tradición, el carácter sacramental de la Eucaristía no puede estar limitado artificialmente a un acto, a un momento, de todo el rito. Tenemos un “ordo” en el que todas las partes y todos los elementos son necesarios, están orgánicamente unidos entre ellos en una estructura sacramental. En otros términos, la Eucaristía es un sacramento desde el principio hasta el final y su cumplimiento y su terminación “es hecho posible” por toda la Liturgia (48).
Rezamos para que el Patriarca Ecuménico Bartolomé llegue a darse cuenta de su gran responsabilidad con respecto a los que desvíe y por el despojo de la Iglesia de “la túnica de la verdad, tejida por la teología de lo alto” (49). Nada, entre los dogmas ortodoxos, será nunca suprimido. Y ninguna decisión nueva, que altere a las antiguas, será nunca añadida. No puede haber desarrollo dogmático, cualquiera que sea. (50).
“Mas quien os perturba llevará su castigo, sea quien fuere” (51).
Notas
-
San Justin Popovic, “El hombre y el Dios-Hombre”, capítulos eclesiológicos, 33, trad. al francés J. L. Palierne, Lausane 1989, p. 175.
-
“Oikoumenikos Patriarchs pros Patiarch Ierosolumwn: Amfoteroi fulassomen pneupatikas kai kuriarcikas Qepmopulas”. (El Patriarca Ecuménico al Patriarca de Jerusalén: Juntos guardamos las Termópilas espirituales y soberanas” http://www.amen.gr/article18151 (parágrafo 4).
-
“Declaración común firmada en el Vaticano por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Bartolomé I”, el 29 de junio de 1995. Episkepsis 520 (31-7-1995), p. 20.
-
Exposición a la delegación papal conducida por el cardenal William Keeler durante la fiesta patronal del Trono de Constantinopla (1998), en Episkepsis, nº 563 (31-11-1998).
-
“Llamados a ser la Única Iglesia”, 6 y 7, “en Dios, en su Gracia…”. Informe oficial de la 9ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, Luis N, Rivera-Pagan, WCC Publications, Geneva, 2007, p. 257.
-
“Orthodox ecclesiology and the Ecumenical movement”, Sourozh Diocesan Magazine (England), vol. 21. (agosto 1985), p. 16 y siguientes.
-
“La Iglesia y el Escaton”, metrópolis de Demetrias, Academia de estudios teológicos, Atenas, 2001, p. 30.
-
Extracto del mensaje Patriarcal de Navidad, del Archimandrita Athanasios J. Vassilopoulos, “Del viaje del amor”, Atenas, 1968, p. 87.
-
Alocución de acogida de su toda santidad el Patriarca Ecuménico al Patriarca de Bulgaria, Neófito, en la sala del Trono (Constantinopla, 20 de septiembre de 2013, en http://www. ecpatr.org/docdisplay.php?lang=gr&id=1757&tla=gr : “Esperamos, Su Beatitud, que bajo vuestra sabia dirección, la Santa Iglesia ortodoxa de Bulgaria, participe según la tradición y la decisión de las reuniones pan-ortodoxas, en los diálogos inter-ortodoxos e inter-cristianos”.
-
Salmos 50:12. Ver también Santiago 5:12 “Que vuestro sí sea si, y que vuestro no sea no, a fin de que no caigáis en el juicio”.
-
Cf. 7º canon del Tercer Concilio Ecuménico.
-
Mateo 16:18.
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San Basilio el Grande, Comentario a los salmos 45:5, PG 29B, 424B, C.
-
San Gregorio el Teólogo, Homilía 4 (Contra el emperador Juliano), PG 35, 588C-589A.
-
El texto de San Juan Crisóstomo se encuentra en las obras de San Juan Damasceno, Paralelos sagrados, PG 95, 1436A.
-
1ª Timoteo 3:15.
-
San Nectario, 2º Tratados: I: Sobre la Iglesia, Una, Santa Católica y Apostólica. II: Sobre la Santa Tradición, Atenas, 1987, p. 32.
-
Pentecostarion, Maitines del domingo de Pentecostés, canon yámbico, oda 1.
-
San Juan Crisóstomo, Sobre el Salmo 44, PG 55, 203.
-
Que es visible, esto surge claramente de las Escrituras: cf. Hechos 2:41 y 2:47: “Y el Señor añadía cada día a la Iglesia a los que eran salvados”.
-
Mateo 5:14, y San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre Isaías, 1, 2 PG 70, 69 A.B. Cf. Igualmente a Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica 6, 18 PG 22, 457D.
-
Efesios 1:22-23, 24
-
Juan 14:16 y Lucas 24:29.
-
Efesios 1:22-23: “Y todo lo sometió bajo sus pies, y lo dio por cabeza suprema de todo a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel qu elo llena todo en todos”.
-
Homilía sobre Efesios, 3, 2 PG 60, 26.
-
Efesios 3:21 “A Él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de la edad de las edades. Amén”, y 5:23 “porque el varón es cabeza de la mujer, como Cristo cabeza de la Iglesia, salvador de su cuerpo”.
-
Efesios 5:29.
-
“Un sacerdote ortodoxo griego sobre los recientes hechos de Jerusalén y sus implicaciones eclesiológicas”, en http//:www.orthodoxinfo.com/ecumenism/on-the-recent-events-in-jerusalem-and-their-ecclesiological-underpinnings.aspx
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Efesios 4:3.
-
San Juan Crisóstomo, Sobre la Primera Carta a los Corintios.
-
San Nectario, Ibíd., p. 27.
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cf. 1ª Corintios 1:13.
-
Efesios 4:5.
-
San Máximo el Confesor, Mistagogia 24, PG 91, 705B, cf. Igualmente http://ldysinger.stjohnsem.edu@texts/0650_max-con/02_max-txtl.htm
-
Juan 15:4-6-
-
San Juan Crisóstomo, Sobre la desgracia de Eutropia, 1, PG 52, 397.
-
Respuesta (1716/1725) de los Patriarcas ortodoxos orientales a las imperfecciones de los anglicanos (respuesta 5), Juan Marmiris, Los monumentos dogmáticos y simbólicos de la Iglesia católica ortodoxa, Atenas, 1953, tomo II, p. 794 y siguientes.
-
Séptimo Concilio Ecuménico, Actas I, Mansi 12, 1031-1034.
-
Al emperador, carta del 6 de marzo, por el cual responde Genadio Escolario a la situación, tomo 3, publicado por Louis Petit- X. A. Siderides, París, 1930.
-
San Máximo el Confesor, Comentario sobre la jerarquía eclesiástica, 5, 2.4 PG 4, 161A.
-
Comentarios sobre la jerarquía eclesiástica, 5, 2.4 PG 4, 164A. San Dionisio Areopagita, Comentarios sobre la jerarquía eclesiástica, 3, 2, PG 3, 428A.
-
Juan 15:4-6.
-
Ver la carta del monasterio de Grigoriou en el periódico Theodromia 11/1 (enero-marzo 2009) 77. Todas las informaciones relativas figuran en las páginas 75-81.
-
San Nicodemo el Aghiorita, el “Pidalion”, Astir, Atenas, 1982, p. 358.
-
Cf. La opinión de San Nicodemo (Ibíd., p. 344) sobre los cánones del Concilio Primero-Segundo: “Son necesarios para la honestidad y la situación de la Iglesia, confirmados y validados por el Nomokanon de Focio, por los comentarios de los cánones y por toda la Iglesia”.
-
Cf. Sacerdote A. Gotsopoulos, “Oración común con los heréticos. Acercamiento a la práctica canónica de la Iglesia”, en Theodromia, Tesalónica, 2009, pp. 118 y 113-118.
-
“Teología y Eucaristía” (6), http://www.schmemann.org/byhim/theologyandeucharist.html
-
Contaquio del domingo de los santos padres del Cuarto Concilio Ecuménico (13-19 julio).
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Cf. Arcipreste Georges Florovsky, “The House of God”, the Anatomy of Problems of the faith, citado según la edición griega de Rigopoulos, Tesalónica, 1977, p. 133.
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Gálatas 5:10.
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Traducido por psaltir Nektario B.
“Dedicado a mi hermana Anastasía P. D.”
Categorías:Ecumenismo, Papismo
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