San Osio de Córdoba
Apología de su huida
Testimonio de San Atanasio de Alejandría
A propósito de Osio, hombre grande, de hermosa vejez y verdadero confesor, resulta superfluo que yo hable, pues todos conocen de igual modo que han conseguido desterrarlo también a él. En efecto, no es un desconocido, sino un anciano mucho más ilustre que todos los demás, pues ¿de qué sínodo no fue guía? Y la rectitud de sus palabras ¿no persuadió a todos? ¿Qué Iglesia no conserva los más preciosos recuerdos de su liderazgo? ¿Quién se le acercó alguna vez triste y no se separó de él contento? ¿Quién, al verse en una necesidad, le pidió y se marchó sin alcanzar lo que deseaba? A pesar de todo, contra él también se han atrevido, porque él, conociendo las calumnias que levantan por su impiedad, no suscribió las maquinaciones urdidas contra nosotros. Si, finalmente, por los muchos golpes que dieron sin medida contra él, y las intrigas contra sus parientes, cedió ante ellos un tiempo, siendo anciano y débil corporalmente, no obstante la maldad de aquellos se manifiesta también por estas cosas, porque se dedicaron a mostrar de todas las maneras posibles que no son cristianos en verdad.
Fuente: “Osio de Córdoba: Un siglo de historia del cristianismo”, B.A.C., Juan José Ayán, Manuel Crespo, Jesús Polo, Pilar González, Madrid, 2013, págs. 469.
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