NOTA: para una comprensión correcta del prólogo de Ohrid de hoy, por favor, visita la nota añadida al final del texto en referencia a la vida de Santa Eulalia
Los santos mártires Agatónico, Zótico y otros con ellos
San Agatónico era ciudadano de Nicomedia y un ferviente cristiano. Con gran celo convirtió a los griegos de la idolatría al Señor y los instruyó en la verdadera fe. Por orden del emperador Maximiano, el cruel gobernador del emperador persiguió a los cristianos. Durante la persecución, el gobernador capturó a San Zótico en un lugar llamado Carpe, crucificó a sus discípulos y condujo a Zótico a Nicomedia, donde también capturó a San Agatónico, Príncipe, Teoprepio, Acindino, Severiano, Zenón y muchos otros. Apresados de forma segura, fueron conducidos a Bizancio. Sin embargo, durante el camino, San Zótico, Teoprepio y Acindino murieron por el cansancio y a causa de muchas heridas. Asesinaron a Severiano cerca de Calcedonia y Agatónico y los demás fueron llevados a Tracia, a la ciudad de Silyvria, donde después de ser torturados ante el emperador, fueron decapitados y entraron en la vida eterna y en el gozo de su Señor.
La santa mártir Eulalia[i]
Durante el tiempo de la terrible persecución contra los cristianos de España, vivió una virgen llamada Eulalia, nacida de padres cristianos en la ciudad de Barcelona. Completamente dedicada a Cristo, como su Esposo, completamente inmersa en la Santa Escritura, Eulalia se disciplinaba incesantemente en la mortificación voluntaria del cuerpo y del espíritu. Cuando el torturador Daciano, que despiadadamente mataba a los cristianos por toda España, llegó a Barcelona, Eulalia se escapó de sus padres una noche, se presentó ante el torturador y en presencia de mucha gente lo reprendió por sacrificar a personas inocentes, y a la vez ridiculizó a los ídolos sin vida y abiertamente confesó su fe en Cristo, el Señor vivo. El enfurecido Daciano ordenó que Eulalia fuera desnudada y golpeada con una vara. Pero la santa virgen expresó que no sentía dolor por las torturas a causa de Cristo. Entonces, el torturador la ató a una columna de madera con forma de cruz y ordenó que su cuerpo fuera quemado con antorchas. Así pues, el torturador le preguntó: “¿Dónde está tu Cristo ahora para salvarte?”. Eulalia respondió: “Está aquí conmigo pero eres incapaz de verlo a causa de tu impiedad”. Con gran dolor físico entregó Eulalia su alma a Dios. Cuando murió, el pueblo vio una paloma blanca surgir de su boca. En aquel momento, cayó nieve inesperadamente y cubrió el cuerpo desnudo de la mártir como si se tratara de una vestidura blanca. Al tercer día, San Félix llego y lloró amargamente ante el cuerpo colgado de la mártir, y en el rostro sin vida de la santa apareció una sonrisa. Sus padres vinieron, y junto con otros cristianos, enterraron honorablemente el cuerpo de esta santa virgen. Eulalia sufrió y murió por su Señor y entró en el gozo eterno a principios del siglo IV.
La santa mártir Antusa y otros con ella
Antusa era hija de padres adinerados y paganos, de la ciudad de Seleucia, en Siria. Conociendo a Cristo, Antusa vivió en Él con todo su corazón y secretamente acudió al obispo Atanasio, quien la bautizó. En el momento de su bautismo, los ángeles de Dios se le aparecieron. Después, Antusa se estableció en el desierto para vivir una vida de ascetismo pues tenía miedo de volver con sus padres. Antusa vivió allí durante veintitrés años. Mientras rezaba a Dios, entregó su alma arrodillada sobre una piedra, bajo la cual, según su voluntad, deseaba ser enterrada. El obispo Atanasio y dos siervos de Antusa, Carismo y Neófito, fueron asesinados después a causa de su fe en Cristo durante el reinado del emperador Valeriano, sobre el año 257. Todos murieron honorablemente y fueron coronados con la corona de la vida eterna.
Himno de Alabanza
La santa mártir Eulalia
Blanca paloma de Dios,
Y mártir de Cristo,
Eulalia, desea la tortura,
Pues con ella, blanqueará el espíritu.
¿Qué es el cuerpo? Arcilla débil de un alfarero,
Cuando, de él, sale el alma,
A su propio barro, el barro regresa,
Y el alma, al mundo angélico.
Eulalia se reviste de Cristo.
Sin suspirar, sufre las torturas,
Sufre torturas y reza a Dios,
Para resistir al torturador.
Y la paloma resistió
Y el martirio conquistó.
Su cuerpo herido
Es cubierto por la blanca nieve.
Su alma sale de ella, y como una paloma, vuela
Al Creador, a Él se dirige,
Y sobre su rostro sin vida,
Cubierto por la blanca nieve,
He aquí surge la sonrisa del vencedor,
He aquí la sonrisa del vengador.
Con una sonrisa, encontró
Una nueva vida, que proclamó.
Por las oraciones de Eulalia,
Que Dios tenga piedad de nosotros.
Reflexión
Cuando un hombre se arrepiente una vez verdaderamente, no necesita pensar más sobre los pecados que cometió para no pecar de nuevo. San Antonio aconseja: “Tened cuidado para que vuestra mente no se contamine con el recuerdo de los primeros pecados y para que el recuerdo de aquellos pecados no sea renovado en vosotros”. De nuevo, en otro lugar, dice San Antonio: “No pongáis vuestros pecados cometidos anteriormente en vuestra alma pensando en ellos, para que no se repitan en vosotros. Aseguraos de que son perdonados cuando los hayáis entregado a Dios con arrepentimiento. En esto, no dudéis”. Se dice que San Amón alcanzó tal perfección por su gran bondad que no era consciente de que existiera el mal. Cuando le preguntaron cual es el “camino angosto y estrecho” (Mateo 7:14), respondió: “Es el camino que refrena los pensamientos propios y elimina los propios deseos para cumplir la voluntad de Dios”. El que refrena los pensamientos pecaminosos, no piensa en sus propios pecados o en los pecados de otros, ni en nada corruptible ni tampoco en nada terrenal. La mente de tal hombre está continuamente en el cielo, donde no hay mal. Así, en este hombre, deja de estar gradualmente el pecado, incluso en sus pensamientos.
Contemplación
Contemplemos la maravillosa ayuda de Dios a David (1º Samuel // 1º Reyes 19):
1. Cómo David tocó el arpa ante Saúl;
2. Cómo un espíritu maligno atacó a Saúl y Saúl le arrojó una lanza a David para matarlo;
3. Cómo Saúl, incluso a corta distancia, no golpeó a David.
Homilía
Sobre la profecía de los milagros de Cristo
“Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y serán destapados los oídos de los sordos; entonces el cojo saltará cual ciervo, y exultará la lengua del mudo” (Isaías 35:5-6).
Venid, hermanos, asombrémonos por el poder de nuestro Dios vivo, que abrió los ojos de los hombres mortales para ver a gran distancia en el tiempo lo que iba a suceder. E incluso para ver en los detalles más pequeños, como si este profeta (Isaías) fuera un apóstol de Cristo, que hubiera caminado con el Señor, testificando sus milagros, de cómo daba la vista al ciego, el oído a los sordos, cómo hacía caminar a los tullidos y cómo devolvía la voz a los mudos. Cuando Juan el Bautista, estando en prisión, envió a sus discípulos a preguntar a Cristo: “¿Eres Tú ‘El que viene’, o debemos esperar a otro?” (Mateo 11:3), Cristo le respondió con las palabras de este profeta: “Id y anunciad a Juan lo que oís y veis: ciegos ven, cojos andan, leprosos son curados, sordos oyen, muertos resucitan, y pobres son evangelizados” (Mateo 11:4-5). ¡Mirad y ved cuán maravillosamente planeó el Señor nuestra salvación! Esto que fue profetizado sobre Él por el profeta Isaías, es lo que Él cumplió. En un tiempo, el profeta Isaías habló sus palabras inspiradas por el Espíritu Santo y ahora Él (Cristo) habla las palabras de este profeta. En un tiempo, el profeta lo citó y ahora Él cita al profeta. Muestra así que cuando habla sus palabras o cuando habla las palabras del profeta, siempre habla sólo sus palabras. Muestra que incluso entonces era Él quien hablaba y no el profeta y que ahora también es Él quien habla y no otro y justifica a su profeta como su fiel siervo para que nadie pueda decir que el profeta habló falsamente. Así, los profetas sirvieron para gloria de Cristo el Señor, y Cristo el Señor glorificó a sus profetas, sus verdaderos siervos.
Oh Señor Jesús, glorificado por tus siervos y Glorificador de tus siervos, ayúdanos también para que de palabra, obra y pensamiento seamos capaces de servir a la gloria majestuosa de Tu Nombre.
Texto traducido por Psaltir Nektario B.
[i] Santa Eulalia de Barcelona es un duplicación de Santa Eulalia de Mérida, llevado a término por el Obispo Franc Frodiri, designado a Barcelona por el Arzobispo de Narbona. Este obispo se opuso a los padres y monjes que aún seguían la Liturgia hispánica en la diócesis, (la expresión Liturgia Mozárabe es para aquellos que estaban bajo el dominio musulmán, y también es tardía, pero la liturgia que seguían era todavía la Hispánica, específicamente la Tradición B, es decir, de la Bética, de Isidoro de Sevilla). Es necesario de no olvidar que Mérida a la época estaba en manos de musulmanes, hablamos del siglo VIII. La Pasión de Santa Eulalia de Barcelona es del siglo VIII. Sería suficiente para afirmar la inexistencia de Santa Eulalia de Barcelona el comprobar la ausencia de Santa Eulalia de Barcelona y de Zaragoza en el Peritephanon Liber de Prudencio. Si las Santas Eulalias de Barcelona y de Zaragoza hubieran sufrido martirio, él (Prudencio) por supuesto que nos habría dejado como legado un Himno dedicado a dichas Santa Eulalias (de Barcelona y de Zaragoza). El translado de las reliquias de Santa Eulalia de Barcelona está datado en el año 878, según el testimonio: Martyrologie de Florus, recension ET, codex de Clermont, Bolonia, Etternach et Toul (Voir Quentin, H. Martyrologes du Moyen Âge. Paris. 1908). El codex dice: «In hispaniis, civitate Barcinone, natale sanctae Eulalie virginis et martyris, quae passa est tempore Diocletiani imperatoris, quae passa est tempore Diocletiani imperatoris, sub praefecto Hispaniarum Datiano, quando sub eodem tyranno et apud eandem Barcinonemsanctum Cucufatem et apud gerundam sanctum Felicem, gloriosas constat martyrii accepisse coronas. Scriptum in Passione sanctae Leocadie ». Es entonces, un texto basado en la pasión de San Lecadio. La Pasión de San Leocadio, que se dio a finales del siglo VI o principios del siglo VII dice: «Primum namque Galliam, ut lupus cruentus intravit [Datianus] : ibique exsatiatus sanguine martyrium ac cadavera crapulatus, ructans, Spaniam ingressus est : Felicem, Cucufatem, Santa Eulaliam et alios…Profectusque ab elbora, emeretensem (Mérida) ingreditur civitatem… multosque, sanctorum crudelitersanguine fuso… Inter quos Santa Eulaliam… » El P. Moretus en su estudio sobre las dos Santa Eulalias, dice: “Podemos darnos cuenta enseguida que el autor de la Pasión (de San Leocadio) no especifica que habla de Santa Eulalia de Barcelona; como un poco más adelante (en el mismo texto), cuenta el martirio de Santa Eulalia de Mérida, podemos presumir que se trataba de ella (Santa Eulalia de Mérida) en la enumeración de los mártires que precede” (ver: Moretus H. Les Saintes Eulalies, Revue de Questions historiques, 89 (1911) 85-119). Lo mismo para Santa Eulalia de Zaragoza. La nota anterior es una traducción de una exposición en francés que realizó el padre Nectari Galdón de la Parroquia de San Nectario de Egina en Navata (Gerona). Dicha nota se ha colgado con su autorización Por último advertir que el hecho de que aparezca nombrada a Sta. Eulalia de Barcelona no se debe a un error de San Nicolás Velimirovic pues él tan sólo le limitó a nombrar a los santos, dedicarles un himno y añadir lo que realmente es la gran obra de San Nicolás Velimirovic, es decir, la reflexión, la contemplación y la homilía.
Categorías:prólogos de Ohrid
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