El santo mártir Mirón, el sacerdote
Mirón era sacerdote en la ciudad de Acaya, de origen acaudalado y prominente, y por naturaleza era dulce y manso, amante de Dios y del hombre. Durante el reinado del emperador Decio y, en la fiesta de la Natividad de Cristo, los paganos cargaron contra la iglesia, sacaron a Mirón del oficio divino y lo sometieron a tortura. Durante el tiempo de su tortura en el fuego, se le apareció un ángel y lo alentó. Después, empezaron a cortar su piel en tiras desde la cabeza hasta los pies. El mártir cogió una de estas tiras de piel y golpeó con ella al torturador en la cara. El juez Antipater (su torturador), como si estuviera poseído, cogió una espada y se asesinó a sí mismo. Finalmente, llevaron a Mirón a la ciudad de Cícico y allí lo atravesaron con una espada en el año 250.
El santo mártir Patroclo
Patroclo era ciudadano de la ciudad de Tricasia, actualmente Troyes (Francia). Heredó una gran fortuna de sus padres, y por eso, como verdadero cristiano, todos los días hacía obras de misericordia por los menos afortunados mientras él mismo vivía una vida de mortificación tomando alimento sólo una vez al día, después de la puesta de sol. A causa de la santidad de su vida, el Señor concedió a Patroclo el poder de sanar y fue conocido en todas partes como taumaturgo. Cuando el emperador Aureliano llegó a la Galia, ordenó que Patroclo fuera llevado ante él. San Patroclo confesó su fe en Cristo ante el emperador y no ocultó nada. “Oh emperador, si deseas algo de mi riqueza, te lo daré, pues te veo como un pobre”, dijo San Patroclo al emperador. A esto, el emperador respondió: “¿Cómo llamas al emperador ‘pobre’, si tengo incontables riquezas? Entonces San Patroclo respondió: “Tú solo tienes tesoros terrenales pasajeros pero eres pobre porque no te posees a ti mismo ni posees la fe de Cristo en tu corazón”. Fue condenado a morir y fue conducido por los soldados hasta un pantano cerca de un río para ser asesinado allí dejando su cuerpo en el barro. Pero el santo de Dios rezó para que su cuerpo no permaneciera en el barro y por el poder de Dios se volvió de repente invisible a los soldados y fue llevado a la otra orilla del río. Tras una larga búsqueda, los soldados lo encontraron y lo mataron en un lugar seco. Dos mendigos, a quienes Patroclo daba a menudo limosna, llegaron por aquel camino, recogieron el cuerpo de su benefactor y lo enterraron con honores.
El venerable Elías de Calabria (Italia)
Elías era griego de descendencia e higumeno del monasterio de Mellicia en Calabria, al sur de Italia. Durante el tiempo del iconoclasmo en occidente, muchos monjes occidentales huyeron a Calabria con iconos. Los monjes de Calabria se distinguían por su gran erudición y vida austera. Una vez, hubo tantos monasterios ortodoxos y monjes en Calabria, que fue comparada con el Egipto de la antigüedad. Más tarde, a través de los siglos, la ortodoxa Calabria pasó a manos de la autoridad del arzobispado de Ohrid. El venerable Elías murió en Tesalónica, en el año 903.
El venerable Olimpio, iconógrafo del monasterio de las Cuevas de Kiev
Representando las imágenes (rostros) de los santos en madera, Olimpio imitó incluso sus buenas obras en su alma. Sanó a un hombre leproso, vio a un ángel de Dios, y en su vejez, murió pacíficamente en el Señor, en el año 1114.
Himno de Alabanza
El santo mártir Patroclo
Patroclo, ante el emperador permaneció erguido,
A Cristo Dios, sin miedo, glorificó;
El Emperador le preguntó y Patroclo dijo:
Deberías dar la riqueza a los pobres,
Yo soy rico y tú, oh emperador, eres pobre,
La riqueza que yo poseo, sólo esto pides,
¿Soy yo pobre, que gobierno el mundo,
Y tú eres rico, con esa maldita fe?
Soy rico, dijo Patroclo
Por todos los siglos, mi riqueza está,
En el cielo, mi riqueza me espera.
¡Qué clase de riqueza tienes en tus manos!
El emperador clamó: a la tortura te entregaré.
“Entrégame, oh emperador”, dijo Patroclo,
“Dios recompensará mis sufrimientos.
Tortura mi cuerpo, pues es para la tortura,
Y en las manos del Señor, entregaré el espíritu.
En el cristiano, el espíritu es libre,
Como en cualquier soldado cristiano.
Me espera la gloria y la victoria
Y a ti, oh emperador, la vergüenza y la desgracia,
Sobre mí, se amontonan rápidamente las torturas,
Pero mi corona celestial no se desvanecerá, oh emperador”.
Reflexión
El Señor no permite que sus fieles siervos sean avergonzados. A menudo sucedía que los mártires de Cristo, ridiculizados e insultados ante los juicios, obraban inesperadamente un milagro, que inspiraba temor en los incrédulos. Incluso los ídolos caían o un rayo destruía los templos de los paganos o un torrente de lluvia inesperado extinguía el fuego preparado para su quema, o los torturadores se golpeaban a sí mismos con piedras y varas. Así, Antipater, el torturador de San Mirón, durante el sufrimiento de este hombre, se volvió loco de repente y se suicidó. San Olimpio, el iconógrafo, estaba preparado al final de su vida cuando recibió un encargo de un hombre para pintar (escribir) el icono de la Dormición de la Santa Theotokos. Como se aproximaba la fiesta, este hombre vino muchas veces para ver si el icono estaba listo. Pero el icono ni siquiera estaba empezado, ni tan siquiera en la víspera de la fiesta de la Dormición, cuando se suponía que el icono debía ser puesto en la iglesia. Cuando este hombre regresaba a su casa completamente entristecido, a la vez se apareció un joven hombre en la celda de Olimpio que se sentó inmediatamente y comenzó a escribir el icono. Trabajaba muy rápido y muy diestramente. Cuando terminó de pintar el icono, brillaba como el sol. Mostrando el icono al asombrado Olimpio, el joven tomó el icono y lo llegó a la iglesia para la que había sido encargado. Al día siguiente, aquel hombre que había encargado el icono, fue a la iglesia y, para su sorpresa, vio el icono en su lugar. Entonces, aquel hombre fue al monasterio y, con el higumeno, entró en la celda de Olimpio. “¿Cómo y quién escribió el icono de este hombre?”, preguntó el higumeno. El enfermo Olimpio respondió: “Un ángel lo ha escrito, y ahora está aquí de pie para llevarme consigo”. Y con esto, entregó el espíritu.
Contemplación
Contemplemos el castigo de Dios sobre Saúl a causa de su desobediencia (1º Samuel // 1º Reyes 15):
1. Cómo Dios mandó a Saúl no perdonar a los amalecitas ni tocar ninguno de sus animales;
2. Cómo Saúl perdonó a Agag, el rey amalecita, y permitió que se cogieran los mejores animales de los enemigos;
3. Cómo Samuel informó a Saúl de que Dios lo había rechazado a causa de su desobediencia y a causa de su ofrecimiento arbitrario del sacrificio a Dios sin un sacerdote.
Homilía
Sobre el divino niño portador del Espíritu
“Descansará sobre él el Espíritu del Señor; espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Dios” (Isaías 11:2).
El Espíritu Santo de Dios no se separa del Padre ni se separa tampoco del Hijo, ni el Padre se separa del Hijo y del Espíritu, ni el Hijo se separa del Padre y del Espíritu Santo. El Espíritu Santo profetizó sobre el Hijo mediante los profetas, cubrió a la Virgen Santísima y la preparó para el nacimiento del Hijo de Dios; el Espíritu Santo descansó inseparablemente sobre el Hijo durante todo el tiempo de su visita al mundo en la carne. El Espíritu de Sabiduría es la visión de los misterios celestiales; el Espíritu de inteligencia es el Espíritu de la comprensión de las ataduras del mundo visible e invisible; el Espíritu de consejo, es el Espíritu de separación de lo bueno y de lo malo; el Espíritu de fortaleza es el Espíritu de autoridad sobre la naturaleza creada; el Espíritu de conocimiento es el Espíritu del conocimiento de la esencia de los seres creados; el Espíritu de temor de Dios es el Espíritu del reconocimiento del poder divino sobre ambos mundos y de la sumisión a la voluntad de Dios. ¿Quién, de entre los hombres, tuvo en sí esta plenitud de riquezas de los dones del Espíritu Santo? Nadie, y nunca. Sólo el Señor Jesucristo. Sin embargo, el Espíritu Santo distribuye sus dones y los concede a los hombres, unos a estos y otros a aquellos. Pero el conjunto de la plenitud indivisa de sus dones resplandece en el Hijo de Dios.
¿Por qué necesitaba el Señor Jesús tener temor de Dios cuando Él mismo es Dios? Como Dios, no tenía temor de Dios, pero lo tuvo como hombre para que nos sirviera de ejemplo. Así como ayunó, vigiló y trabajó como hombre para enseñar a los hombres, así mismo temió a Dios como hombre para enseñar a los hombres. ¿Qué mejor medicina hay para los hombres infectados por el pecado que el temor de Dios? Así como Él, estando sano, tomó la medicina para el pecado, así nos alienta a los que estamos enfermos a tomar estas medicinas. ¿No hace lo mismo un padre con los hijos enfermos que tienen miedo de tomar la medicina prescrita?
Oh Dios Trino y Eterno, ante quien todas las huestes celestiales se inclinan cantando el himno celestial: Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaoth, recibe también nuestra adoración y sálvanos.
Traducido por psaltir Nektario B. (P.A.B)
Categorías:prólogos de Ohrid
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