Prólogos de Ohrid: 29 de agosto / 16 de agosto

ohrid 29-08

 

 

 

 

 

El icono del Señor Jesucristo “No hecho por mano de hombres”

 

En el tiempo en el que nuestro Señor predicaba el Evangelio y sanaba todas las enfermedades y debilidades de los hombres, vivía en la ciudad de Edesa, en la orilla del Éufrates, el príncipe Abgar, un hombre que estaba completamente infectado de lepra. Escuchó hablar de Cristo, el Sanador de todas las enfermedades y males y envió a un artista, Ananías, a Palestina con una carta para Cristo en la que le suplicaba al Señor que viniera a Edesa y lo sanara de su lepra. En el caso de que el Señor no pudiera venir, el príncipe ordenó a Ananías retratar su imagen y llevársela, creyendo que su imagen sería capaz de restaurar su salud. El Señor respondió que no podía ir, pues el tiempo de su pasión se acercaba, y tomando un paño, secó su rostro y, en el paño, quedó grabado perfectamente su purísimo rostro. El Señor dio este paño a Ananías con el mensaje de que el príncipe sería sanado por él, pero no totalmente, y después, le enviaría un mensajero que le eliminaría el resto de su enfermedad. Al recibir este paño, el príncipe Abgar lo besó y la lepra desapareció completamente de su cuerpo, pero un resto permaneció en su rostro. Más tarde, el apóstol Tadeo, predicando el Evangelio, vino a Abgar y secretamente lo sanó y lo bautizó. Entonces, el príncipe destruyó los ídolos que estaban ante las puertas de la ciudad y por encima de las puertas puso el paño con el rostro de Cristo sobre una madera, enmarcándola con un marco de oro y adornándolo con perlas. También, el príncipe escribió bajo el icono, en las puertas: “Oh Cristo Dios, todo el que espera en ti no será defraudado”. Más tarde, uno de los biznietos de Abgar restauró la idolatría y el obispo de Edesa respondiendo a esto fue una noche y colgó este icono sobre las puertas. Pasaron siglos desde entonces. Durante el reinado del emperador Justiniano, el rey persa Chozroes atacó Edesa y la ciudad tuvo grandes dificultades. Sucedió que Eulabio, el obispo de Edesa, tuvo una visión de la Santa Theotokos que le reveló el misterio del muro sellado y del icono olvidado. El icono fue descubierto, y por su poder, el ejército persa fue derrotado.

 

 

El santo mártir Diomedes

 

Diomedes era de alta cuna y médico de Tarso. Sanando a la gente, Diomedes les enseñaba sobre la fe de Cristo. El emperador Diocleciano ordenó que se le decapitara en Nicea, en el año 298. Los que le decapitaron y llevaron su cabeza al emperador fueron cegados y cuando devolvieron la cabeza al cuerpo, y tras orar, recuperaron nuevamente la vista.

 

 

El venerable Joaquín Osogovsk

 

Joaquín vivió una vida de ascetismo en la segunda mitad del siglo XI, en el monte Osogovsk, en una cueva de un lugar llamado Sarandopor. Más tarde, en este lugar, otro asceta, Teodoro el del Campo de las Ovejas, a quien San Joaquín se le apareció en un sueño, construyó una iglesia. A través de los siglos, se han producido muchos milagros por las reliquias del venerable Joaquín y aún se producen hoy.

 

 

El santo mártir Estamacio

 

Estamacio fue un campesino nacido en Volos, Tesalia. Cuando el inhumano Aga recogía el tributo real del pueblo y los maltrataba grandemente, Estamacio partió para Constantinopla con muchos de sus compañeros para quejarse ante el Visir. Por su dura crítica de Aga, Estamacio ofendió a los nobles del sultán y lo arrestaron. Al principio, quisieron convertirlo al Islam mediante la adulación, prometiéndole riquezas, gloria y honor. Pero el mártir clamó: “Mi riqueza, gloria y mi honor es Cristo”. Entonces, los turcos lo torturaron y finalmente, ante la Iglesia de la Divina Sabiduría (Santa Sofía), Estamacio fue decapitado en el año 1680. Así fue cómo este soldado de Cristo fue coronado con la corona del martirio.

 

 

Himno de Alabanza

 

El príncipe Abgar

 

Un Dios generoso, que revela misterios,

Maravillosos misterios, nunca antes soñados,

Una vez en el lago, Tú proclamaste

Que muchos pueblos paganos,

Desde el este hasta el oeste,

Con Abraham sentados a la mesa,

Y los incrédulos hijos de los judíos,

La más profunda oscuridad, sería expulsada

A causa de su enardecido corazón.

Le hablaste el misterio y el misterio sucedió así:

Los judíos contemplaban tu rostro,

A tus espaldas, la muerte, estaban preparando.

Y de regiones distantes, el príncipe Abgar,

Un cuerpo leproso y un alma miserable,

De una falsa fe pagana,

Escuchó de Ti de boca en boca,

Escuchó de Tus palabras y milagros,

Escuchó de Ti, y en Ti creyó,

De tu purísimo rostro, vio la imagen

Con lágrimas la besó,

En cuerpo y alma fue sanado,

Su alma tomó morada en el paraíso

Y con Abraham se regocija eternamente.

 

 

Reflexión

 

La Iglesia Ortodoxa sobrepasa a todas las denominaciones cristianas en la riqueza de su Tradición. Los protestantes sólo quieren adherirse a las Santas Escrituras. Pero ni siquiera las Santas Escrituras pueden interpretarse sin la Tradición. El apóstol Pablo mismo manda: “Así, pues, hermanos, estad firmes y guardad las enseñanzas que habéis recibido, ya de palabra, ya por carta nuestra” (2ª Tesalonicenses 2:15). La tradición del príncipe Abgar, sin duda, es una tradición apostólica incluso aunque los apóstoles no lo mencionen en sus escritos. El apóstol Tadeo no escribió nada y, según el pensamiento protestante, no dijo nada ni tampoco se conoce lo que enseñó a los fieles. Entonces, según esto, ¿fue él un apóstol de Cristo? San Juan Damasceno menciona la tradición del príncipe Abgar en su defensa de la veneración de los iconos. ¡Qué maravillosa y conmovedora es la carta de Abgar a Cristo! y puesto que previamente le escribió que había oído de su milagroso poder, que curaba a los enfermos y puesto que le imploró que viniera y lo sanara, Abgar escribe más adelante: “También he escuchado que los judíos te odian y que están preparando algo malvado contra ti. Tengo una ciudad, no muy grande, pero hermosa y abundante en bienes; ven y vive conmigo en mi ciudad, que es suficiente para los dos ante cualquier necesidad”. Así escribió un príncipe pagano mientras que los príncipes de Jerusalén preparaban la muerte del Señor, el Amante de la humanidad.

 

 

Contemplación

 

Contemplemos la maravillosa ayuda de Dios a Jonatán, el hijo de Saúl (1º Samuel // 1º Reyes 13-14):

 

1. Cómo los filisteos se alzaron contra los judíos y el ejército e los filisteos era “como las arenas en la orilla del mar” (1ª Samuel // 1º Reyes 13:5);

 

2. Cómo Jonatán, con su joven escudero, atacó a los filisteos, confiando en Dios, y cómo los confundió y los venció;

 

3. Cómo incluso deberíamos conocer la veracidad de las palabras de Jonatán: “Quizá obrará Dios por nosotros; porque a Dios nada le impide salvar con mucha o con poca gente” (1º Samuel // 1º Reyes 14:6).

 

 

Homilía

 

Sobre la rama divina del tronco de Isaí

 

“Saldrá un retoño del tronco de Isaí, y de sus raíces brotará un renuevo” (Isaías 11:1).

 

 

Con tales claras profecías sobre Cristo el Señor, ¿por qué no creyeron los judíos en Él como Mesías? A causa de su loco orgullo y a causa de los locos crímenes contra los hombres santos y justos. ¿Quién es este retoño del  tronco de Isaí, sino el Señor Jesucristo? Isaí era el padre del rey David y el Mesías se esperaba de este mismo linaje de David. Apareció así, de este linaje de David, y en Belén, la ciudad de David. El “retoño del tronco de Isaí” significa la descendencia física del Señor por medio de la Virgen María, una descendiente de Isaí y de David, y “el renuevo que brotará de sus raíces” significa la justicia revelada en Él que fue aplastada por muchos reyes de la casa de David. Pisotear la justicia es semejante a pisotear un tronco de árbol seco. Pero del tronco del árbol seco, a veces brota un nuevo retoño. El Señor Jesús será tal nuevo retoño. De su madre, será del linaje de David; por la justicia, será del linaje de David, pero por su concepción, será del Espíritu Santo. En la eternidad, es del Padre sin una madre, en el tiempo, es de una madre sin un padre. En la eternidad, al convertirse en un hombre (encarnación) permaneció oculto bajo la cubierta de la divinidad; en el tiempo, su divinidad permanecía, por tanto, oculta bajo la cubierta de su humanidad. Pilato contempló en vano este “retoño del tronco de Isaí” y clamó: “He aquí al hombre” (Juan 19:5), lo mismo que cuando uno mira a un cable conductor de corriente entre muchos otros cables y dice: “He aquí el cable”. Ni reconoce la corriente eléctrica en un cable, ni tampoco reconoció aquel (Pilato) a Dios en el hombre.

 

 

Oh Señor Jesús, Dios-Hombre amante de la humanidad, haznos amar a Dios y sálvanos.

 

 Traducido por psaltir Nektario B. (P.A.B)



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