El venerable Isaac, Dalmacio y Fausto
El venerable Isaac es celebrado nuevamente y de forma separada el 30 de mayo. En primer lugar, San Dalmacio fue un oficial durante el reinado del emperador Teodosio el Grande, y a quien el emperador tenía en gran estima. Cuando el espíritu se despertó en él, despreció todas las cosas terrenales, renunció a su rango y tomó a su único hijo Fausto, y con él fue a la comunidad de San Isaac a las afueras de Constantinopla, donde ambos fueron tonsurados como monjes. Dalmacio se entregó por completo a una vida complaciente para Dios, por lo que el anciano Isaac se regocijaba. Cuando Isaac se acercaba a la hora de su muerte, nombró a Dalmacio como abad de este lugar. Después, esta comunidad fue llamada por su nombre, Dalmacio. Dalmacio se dedicó al ayuno, a veces durante cuarenta días, y con el ayuno conquistó al invisible poder del maligno. Participó en el Tercer Concilio Ecuménico (Éfeso, 431) y luchó contra la herejía nestoriana. Complaciente a Dios, murió pacíficamente en el siglo V. Su hijo Fausto ayudó a su padre en todo y, tras una vida complaciendo a Dios, murió pacíficamente en esta comunidad de Dalmacio.
Venerable Cosme, el Eunuco
Cosme fue un monje de la Laura de Farán. Estaba muy versado en la Santa Escritura. Valoró tanto las palabras de San Atanasio el Grande que dijo a sus discípulos: “Allí donde escuchéis cualquier palabra de los libros de San Atanasio, escribidlas, y si no tenéis papel, hacedlo en vuestro pañuelo”. En su vejez, Cosme fue a Antioquía, al patriarca Gregorio (+584) y allí terminó su vida. El patriarca ordenó que el cuerpo de Cosme fuera enterrado en el monasterio del patriarcado. Un hombre venía frecuentemente a la tumba de Cosme, honrando al santo y rezando a Dios allí. Se le preguntó porqué hacía eso, y dijo que había sido paralítico durante doce años y que San Cosme le había sanado.
Venerable Antonio, el Romano
Antonio nació el Roma en el año 1086 de devotos y ricos padres. En aquel tiempo, la Iglesia de Roma se había separado de la Iglesia de Oriente y todos los que permanecían fieles a esta Iglesia fueron perseguidos por el clero romano. Entre los perseguidos estaba Antonio. Distribuyó toda su rica herencia y fue tonsurado como monje. Vivió una vida de mortificación permaneciendo en una roca en el mar durante catorce meses. Mientras tanto, la roca se separó de su base y por la milagrosa providencia navegó por el mar hasta Novgorod. Allí, el arzobispo Nicetas lo recibió amablemente y le ayudó a construir una iglesia a la Santa Deípara de Dios, y más tarde se convirtió en un monasterio. Antonio vivió durante mucho tiempo como abad de este monasterio y manifestó el gran poder de la gracia por medio de muchos milagros. Murió pacíficamente en el año 1146, y recibió su morada en las mansiones del Señor.
Santa Salomé, la Mirófora
Salomé fue la madre de los apóstoles Santiago y Juan, la mujer de Zebedeo y la hermana de José, el esposo de la Santísima Deípara de Dios. Sirvió al Señor durante su vida terrenal y fue considerada digna de estar entre las primeras en proclamar Su resurrección.
Himno de Alabanza
El venerable Antonio de Novgorod
Una roca sin vida y un hombre en la roca,
El turbulento mar, alrededor de ella fondea
Antonio, en Dios, vivía absorto
A Dios, su mente incesantemente alzaba
Y hacía ascender sus oraciones con el corazón.
La roca se movió y Antonio permaneció en silencio,
Completamente en Dios, no sospecha del mal,
Asustados están los demonios, ante este héroe
Pero más aún, ante un verdadero monje.
El hombre, por la Providencia es dirigido
Y, por los santos, Dios mismo se glorifica.
Mediante Antonio, Dios es glorificado,
Y como una estrella, este santo brillaba.
En la gran ciudad de Novgorod,
A la gente se proclamó un milagro.
Antonio alimentó a los humildes,
E incesantemente alzaba su mente a Dios.
Esta alma humilde es para Dios un dulce sacrificio,
Y su oración un incienso de dulce fragancia,
Antonio se hizo incienso y sacrificio
Y Dios nunca vio un santo muerto,
Así como el santo perspicaz nunca vio a Dios (como muerto).
Reflexión
Las almas santas leen las Sagradas Escrituras con gran diligencia, concentrándose en cada palabra y poniéndose a sí mismos en el espejo de la Palabra de Dios como ante el Juicio Temible. Su diligencia era tan grande en esto, que algunos de los ascetas llevaban a cabo largos viajes para acudir a un sabio espiritual que interpretara para ellos una palabra o dicho de las Santas Escrituras. Cuando no era posible, esto se hacía por correspondencia. Así, y de este modo, han sobrevivido completas colecciones de cartas de santos, tales como San Basilio, San Gregorio, el Crisóstomo, Isidoro de Pelusio, Nilo del Sinaí y muchos otros. Un día, San Cosme reflexionó sobre las palabras del Señor cuando, en el huerto de Getsemaní, preguntó a sus discípulos si tenían una espada. Cuando los discípulos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas. Les contestó: ‘Basta’” (Lucas 22:38). Siendo incapaz de explicarse estas palabras, San Cosme decidió atravesar el desierto hasta la distante Laura de Pirga, acudiendo al ilustre Abba Teófilo para preguntarle sobre esto. Con gran dificultad consiguió San Cosme alcanzar su meta. Teófilo le explicó: “Las dos espadas significan los dos mandatos de una vida complaciente a Dios: obras y visiones, es decir, trabajo y el despertar de la mente a los piadosos pensamientos y a la oración. El que tiene esto, es perfecto”.
Contemplación
Contemplemos la ingratitud de los judíos hacia Dios el Libertador y sobre el castigo de Dios (Jueces 13):
1. Cómo los hijos de Israel hicieron de nuevo lo que era impío ante el Señor;
2. Cómo el Señor los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años;
3. Cómo la ingratitud hacia Dios el Libertador del pueblo liberado, incluso hoy, es castigado por la esclavitud bajo los extranjeros.
Homilía
Sobre la ingratitud humana, vista incluso entre los animales
“El buey conoce al que lo posee, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me conoce; mi pueblo no tiene inteligencia” (Isaías 1:3).
La ingratitud del hombre se expone más fuertemente por la gratitud de los animales. Cuando el buey irracional conoce quién es su amo y cuando el asno conoce de qué pesebre se alimenta, entonces, ¿cómo no conoce el hombre racional a Dios, Su Creador y Alimentador? La palabra “Israel”, significa “el que ve a Dios”. Y todo hombre racional, por su racionalidad, debería ser “el que ve a Dios”, el que conoce a Dios, el que siente la presencia de Dios y sirve a Dios, como una vez lo hiciera el manso y bendito Jacob. Pero cuando el hombre racional, cuya dignidad está en el conocimiento de Dios, no conoce a Dios, es decir, cuando “el que ve a Dios” se vuelve ciego para con Dios, entonces la dignidad del buey y del asno es elevada a la dignidad por encima de tal hombre. Pues un buey sin excepción, reconoce a su amo, y el asno, sin excepción, reconoce al que lo alimenta, mientras que entre los hombres existen excepciones, es decir, existen hombres, y muy a menudo líderes de hombres, que no reconocen a Su Señor ni a Su Alimentador. En toda la naturaleza creada, la impiedad es una enfermedad sólo entre los hombres, pues la piedad es la condición de normalidad y salud sólo para los hombres y no para los animales. Así, la impiedad no es una enfermedad para los animales, sino para los hombres; por desgracia, sólo de los hombres, sólo de ellos, que están destinados a ser “el que ve a Dios” y que, cuando pierden su piedad, se vuelven más pobres que el buey y el asno.
Esta es la visión de Isaías, el hijo de Amós, el profeta de Dios.
Oh Dios del manso Jacob, de Israel, que iluminaste al “que ve a Dios”, ayúdanos a mantener nuestra dignidad humana, la dignidad del “que ve a Dios” y que cada día, y cada hora, podamos saber y reconocerte con gratitud, como Señor y Alimentador nuestro.
Traducido por psaltir Nektario B. (P.A.B)
Categorías:prólogos de Ohrid
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