Un número reciente de la revista “Life” (diciembre de 1996) publicó un artículo de portada titulado “El misterio de María”. Un lector ortodoxo no puede evitar preguntarse qué clase de “María”. El artículo es muy revelador a causa de la forma particular en la que la Theotokos es expuesta, y también por la intención del autor de influir en la comprensión del público americano sobre la persona y papel de la Theotokos.
Antes de empezar el texto, el autor nos expone un montaje de imágenes (iconos, estatuas y “arte religioso”) representando a la Virgen María de diversas formas: desde la Theotokos de Vladimir a las madonas italianas, pasando por pinturas japonesas y figurillas africanas de estilo animista. El mensaje es claro, aunque para clarificarlo cita a la historiadora Karen Armstrong (ex monja católica): “María es continuamente reinventada… En cada era, la gente ha cambiado su definición de ella para adaptar sus circunstancias”.
En otras palabras, nos habrían hecho pensar que “María” no es nada más que un producto de cada cultura y época. Cualquier sociedad tiene el derecho, bajo su opinión, de crearla “a su propia imagen”. En la pluralista cultura occidental, no se permite proclamar una opinión como absoluta Verdad. Por lo tanto, cualquier opinión es considerada válida mientras no proclame ser nada más que una simple opinión. Cualquier punto de vista es tolerado, excepto el que dice: “Esto es la Verdad”.
En el siglo pasado hemos sido testigos de cómo se ha manifestado este tipo de “tolerancia” con respecto a la persona de Cristo. Autores modernos escribieron sus propias “biografías” de Jesús, como las de Renan y Schweitzer o Tolstoi, tan popular en el siglo XIX. En efecto, cada uno de ellos remodelaron a Cristo para satisfacer sus propios fines, crear un dios a su gusto y, muy a menudo, terminar con un reflejo de sí mismos. Así, los eruditos liberales ven a Cristo como un rabí, los socialistas los pintan como un revolucionario, y los místicos de la Nueva Era ven en El a un gurú adiestrado en el Tibet.
Otra forma en la que Cristo ha sido reinterpretado ha sido el resultado de los estudios de los antropólogos de las religiones del Oriente Próximo en los que han trazado paralelismos entre el Dios de los cristianos y los falsos dioses de la antigüedad, como el Mitra persa, el egipcio Osiris, y el babilonio Tammuz (Ver Ezequiel 8:14, donde las mujeres de Jerusalén son representadas de luto por la muerte anual de Tammuz anticipando su resurrección). Observando que las mitologías, a menudo representan elementos tales como un héroe que fue resucitado o que como infante escapó de ser asesinado por un tirano, estos eruditos concluyen que Jesucristo no es nada más que otro héroe. Sin embargo, Jesucristo no es una figura mitológica, sino una persona actual que caminó por esta tierra en un momento particular de la historia cuya existencia fue testificada incluso por escritores no cristianos tales como el historiador judío Flavio Josefo. Cristo no puede ser reducido a un mero “arquetipo junguiano” (según los parámetros del psiquiatra, psicólogo y ensayista Carl Gustav Jung, nota del traductor). Por el contrario, la presencia de un héroe resucitado en tantas culturas pre-cristianas puede ser entendido como una expresión del clamor universal del alma humana como anticipación a la llegada de su Redentor. La imagen distorsionada de tal héroe siendo concebido como alguien inferior al Dios cristiano es, por supuesto, una consecuencia natural del hombre que ha perdido su imagen del Creador, intentando imaginar la venida del Mesías: una naturaleza caída produce una imagen distorsionada.
Así que el hombre moderno es de la opinión que no hay un solo Cristo, sino que cada uno de nosotros es libre para crear el suyo propio. Pero San Pablo advirtió a los gálatas: “Pero, aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8). Lo mismo puede ser aplicado predicando sobre “otra María”, pues los mismos métodos usados para reinventar a Cristo están siendo usados ahora con Su Madre. Esto no debería sorprendernos. San Juan de Shangai y San Francisco (San Juan Maximovitch) en su tratado “La veneración ortodoxa de la Theotokos”, sabiamente señaló que “todos los que odiaban a Jesucristo y no creían en Él, que no entendían Su enseñanza, o para ser más precisos, no deseaban entender como entendió la Iglesia, que deseaban reemplazar la predicación de Cristo con sus propios razonamientos humanos, todos esos transfirieron su odio por Cristo, por el Evangelio y la Iglesia, a la Purísima Theotokos. Deseaban menospreciar a la Madre, de manera que destruyeran la fe también en Su Hijo, para crear una falsa representación de ella entre los hombres, a fin de tener la oportunidad de reconstruir toda la enseñanza cristiana sobre un diferente fundamento. En el vientre de María, Dios y el hombre se unieron. Ella fue la Única que sirvió como escalera para el Hijo de Dios, que descendió del cielo. Golpear su veneración significa golpear el cristianismo en su raíz, destruirlo en su verdadero fundamento” (pp. 25-26).
Así que, al igual que siempre ha habido falsos cristos, siempre ha habido falsas marías. El demonio sabe que para promover a una debe vender a la otra. Así, en el antiguo paganismo Tammuz era acompañado por su madre Semíramis, y Osiris por Isis. El protestantismo siempre está dispuesto a identificar la veneración a María con la adoración a las diosas paganas, aunque en aras a la coherencia se debería también haber asociado la adoración de Cristo con la de sus falsificaciones paganas. Si los cristianas pueden discernir entre el verdadero Cristo y los falsos, entonces también seremos capaces de distinguir entre la Theotokos y las antiguas diosas paganas que reclamaban el título de “Reina del Cielo” (cf. Jeremías 44).
“Las diosas madre” del tipo conocido en el mundo antiguo no se limitan sólo a Oriente Próximo y el Mediterráneo, sino que son universales. Los indios Kogi, que vivían en Columbia, adoraban a un espíritu llamado Nabubi, la “Antigua Madre”. Cuando los misioneros católicos romanos intentaron evangelizar a los Cogí en el último siglo, usaron una estrategia poco común para conducir a los paganos al redil de Roma: en vez de explicar las diferencias entre la mitología pagana y la verdad cristiana, encontraron “equivalencias”. Cristo, bajo su visión sincrética, correspondía al Sejukukui Cogí (un dios embaucador que engaña a su propia muerte escondiéndose en una cueva), mientras que decían que Nabubi era la Virgen María. Esta confusión condujo a los Kogi a llamar a sus templos paganos “cansamaria”, una corrupción de “casa de María”.
Teniendo en cuenta los “métodos evangelísticos” de los católicos romanos de hace más de un siglo, ¿no es de extrañar que las contemporáneas “apariciones” de María estén invariablemente acompañadas por mensajes ecuménicos promoviendo la idea de que todas las religiones son igualmente válidas y que el cristianismo ortodoxos es sólo un “camino” entre muchos? Un número reciente de Orthodox Tradition (1996) contiene el relato del Viaje de la Matushka Katherine Swanson a Medjugorje, Croacia, que investiga el más famoso de los casos recientes de apariciones de María en el mundo católico romano. En él, cuenta un episodio revelador:
“Nuestro guía llevó a nuestro grupo a una audiencia con los ‘videntes’. Durante esta audiencia, un peregrino preguntó a uno de los niños la siguiente pregunta: ‘¿Dice la Virgen que la Iglesia católica es la verdadera iglesia?’. La respuesta dada por el niño proporciona una evidencia clara del contenido ecuménico y el relativismo religioso que, curiosamente, marcan de forma creciente las “revelaciones” de Medjugorje: ‘Nuestra bendita Madre dice que todas las religiones complacen igualmente a Dios’”.
El artículo de la revista “Life”, entonces, es ya otra contribución a esta línea de pensamiento. Puesto que la idea de que todos los caminos son igualmente válidos, entonces todas las “Marías” también son igualmente válidas. El autor describe muchas de estas Marías de nuestros tiempos: María Milagrosa (como en Medjugorje), María Mediadora (que, citando el autor al padre Andrew Greeley, conduce a la gente al cielo por la “puerta de atrás”), la moderna María de las feministas, y la Madre María. Esta última, la Madre María, es el papel que el autor considera el más llamativo para los no católicos: “La necesidad emocional de ella es tan irresistible para un mundo problemático que la gente sin un vínculo obvio a la Virgen está siendo atraía a ella. Es sabido que los musulmanes reverencian a María como una mujer santa y pura… Los grupos de oración mariana interdenominacional están surgiendo por todo el mundo. Muchos protestantes, incluso algunos que aún rechazan las nociones de una Virgen sobrenatural, echan de menos a María”.
¿A qué María están dibujando musulmanes y protestantes? La reforma protestante rechazó la visión distorsionada de María que se había desarrollado en Occidente desde el cisma de 1054, y que en última instancia daría como resultado la proclamación de la Iglesia romana de su dogma de la Inmaculada Concepción. Pero el protestantismo no rechazó la visión occidental de María, sino que la ignoró en su conjunto, negando, en efecto, su papel en la Encarnación y, consecuentemente, el papel que juega en nuestra salvación. Puesto que Roma empezó a verla cada vez más como una “diosa”, una cuarta Hipóstasis de la Trinidad, por así decirlo, los protestantes reaccionaron desestimando su posición y rechazando honrarla por completo, y esto, a pesar de las palabras del Evangelio: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Hoy, puesto que los heterodoxos cristianos se han vuelto cada vez más ecumenistas y trabajan por crear una “Sola Iglesia mundial”, la búsqueda ha empezado por una María de reconocimiento universal, una que será de interés no solo para los que llevan el nombre de cristianos, sino de interés para musulmanes y también otros, del mismo modo que se está tratando de identificar al “nuevo Cristo” con el concepto musulmán de su venidero Mahdi y con el Mesías que aún esperan los judíos. Este, por supuesto, no será Cristo sino el anticristo. Al parecer, el camino también está siendo pavimentado para una “anti María”. El artículo de la revista “Life” termina con el caso de un ministro unitario que “tuvo el sueño de una María común, una María Total que puede trascender las ideologías y dar a este mundo tumultuoso la madre que necesita. Me gustaría pensar que podría ser un puente entre todas las religiones”, dice.
Que estas palabras sean una advertencia para todos los cristianos ortodoxos a los que podrían intrigar las apariciones como las de Fátima, Lourdes o Medjugorje. Estas ocurren fuera de la Iglesia y como tales son sospechosas.
Otro aspecto preocupante del artículo es el degradante uso de pegadizas frases periodísticas referentes a la Theotokos, por ejemplo: “… la noción de que María permaneció virgen toda su vida no estaba sobre la mesa”. “Esto impulsó a María a ser ‘una gran celebridad’, y ‘como la mujer más famosa de la Biblia entre miles, María se ha convertido en una oración simbólica en la lucha por la ordenación de las mujeres…”. Nuestra posición es que la Theotokos no es una abstracta “María Total” de la que somos libres de reinventar y moldear a nuestro antojo. Es una persona real que caminó por esta tierra, y para entender quién es ella no necesitamos mirar más allá de las Sagradas Escrituras y de la Sagrada Tradición de nuestra Iglesia, que ha permanecido inalterable desde los tiempos apostólicos. No es ni la criatura sobrehumana inventada por los católicos romanos, nacida sin una naturaleza humana caída, ni es meramente una simple humana como la pretenden los protestantes. Pues occidente, que cortó sus lazos de la tradición ortodoxa, olvidó las enseñanzas patrísticas de la theosis o “divinización”. Nadie nace perfecto, pero tampoco somos humanos condenados como seres caídos. Estas parecen ser las únicas alternativas que el cristianismo heterodoxo puede comprender. Pero nuestros padres de la Iglesia siempre enseñaron que “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a ser divino”, esto es, para que podamos compartir Su naturaleza (2ª Pedro 1:4), y ser conforme a la imagen divina con la que fuimos creados originalmente. La salvación es un proceso que empieza con nuestra naturaleza pecadora y caída, y los conduce a la participación en la verdadera Vida de la Trinidad.
La Theotokos, como nos lo enseña la Iglesia, es la primera y el gran ejemplo de este proceso. Ella sometió su voluntad a Dios aceptando llevar a Su Hijo. Sin ella, no habría habido Encarnación y, consecuentemente, tampoco Redención. Mediante la oración y el ayuno creció en santidad para ser un vaso puro que pudiera contener al Incontenible. Después del nacimiento de Cristo ella permaneció Siempre Virgen y continuó su “podvig” para ser “más honorable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines”. Esta, la visión ortodoxa, evita los extremismos occidentales que consideran a la Theotokos, ya nacida perfecta, o no habiendo sido nunca perfecta.
Los cristianos ortodoxos deberían seguir el ejemplo de la verdadera Madre de Dios, “la verdadera Theotokos”, teniéndola en la memoria, “comprometernos unos a otros y toda nuestra vida a Cristo nuestro Dios”.
De Orthodox Life, nº1, 1977, pp. 18-22.
Traducido por P.A.B
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