NOTAS
(1) Decreto del Santo Oficio del 21 de Enero de 1647, que fue aprobado por el papa Inocencio X.
Ver el texto completo en De Plessis Argente 3, 2, 218.
(2) Index Librorum Prohibitorum (Índice de libros prohibidos). Este índice oficial publicado por el Vaticano contiene todos los libros que incluyen contenido contrario a las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana.
(3) Especialmente Mateo 16:18-19; Lucas 22:31-32; Juan 21:15-17.
(4) Catenae (singular “catena”, palabra de origen latino que significa “cadena”). Es la sucesiva colocación de versículos exegéticos de los Santos Padres yuxtapuestos a los versículos de las Santas Escrituras que ellos mismos explicaron.
(5) Estas actividades no escaparon a la atención de los historiadores católicos romanos. Ver, por ejemplo. G. Greenen, Diccionario de Teología católica, París, 1946, XVI, 1, pág. 745-746; J. Madoz S. J., Una nueva redacción de textos pseudo patrísticos sobre la primacía, en Santiago Viterbe (Gregorianum, Vol. XVII, 1936, pp. 563-583; R. Ceiller, Historia de los autores eclesiásticos, París, vol. VIII, pp. 272. También: F. X. Reusch, Die Fälschungen in dem Tractat des Thomas Aquin geten die Griechen (Abhandlungen der K. Bayer, III, cl. XVIII, Bd. III, Munich, 1889); C. Werner, Der heilige Thomas von Aquin I, Rabistona, 1889, pp. 763).
(6) “Licet facere mala ut veniant bona”
(7) 2ª Corintios 11:5 y 12:11
(8) Ver: G. Green, Diccionario de Teología Católica, París, 1946, vol. XVI, 1, pág. 745; también: R. Ceiller, Historia de los Autores Eclesiásticos, París, vol. VIII, pág. 272.
(9) 23 de octubre de 1327, en la decisión: “Licet Luxta Doctrinam”. “Ioannis XXII, Constitutio, qua damnatur errores Marsilli Patauinis et Ioannis de Ianduno”. Ver texto en De Plessis Argente, 1, 365.
(10) 29 de septiembre de 1351, en la epístola papal “Super Quibusdam” en el “Pangoretes” católico de los armenios. Ver texto en las Crónicas del cardenal Baronio, 1351, nº 3.
(11) Articuli 30 Ioannis Huss damnati a Concilio Constantiniensis et Martino V, Artículo 7.
(12) El concilio vaticano, que se reunió en la Basílica de San Pedro de Roma el 8 de diciembre de 1869 hasta septiembre de 1870, determinó que la primacía papal era el dogma más significativo del cristianismo y confirmó la teoría de la infalibilidad papal. Ver textos en Conc. Vatic., Const. Dogmat., Sess 4, Const. 1, Bulla “Pastor Aeternus”, cap. 1, (Denzinger, Enchiridion, 139, 1667-1683)
(13) Pío V, en el decreto “Lamentabili”, cuyo texto puede ser encontrado en “Actae Santae Sedis, 40/1907, 470-478. Ver también: Concilii Florentini Decreta. Decretum uniones Graecorum, in Bulla Eugenii IV “Latentur Coeli” Professio fidei Graecii prescripta a Gregorio XIII per Constitutionem 51 “Santissimus Dominus noster”; Professio fidei Orientalibus prescripta ab Urbano VIII et Benedicto XIV per Constitutionem 79 “ Nuper ad Nos”.
(14) Cf. Gálatas 2:7-8
(15) Gálatas 1:1
(16) Ibid. 2:9
(17) Ibid. 2:6
(18) Ibid 2:6-9
(19) Comentario de San Juan Crisóstomo sobre la epístola a los Gálatas 2:3.
(20) “Hoc eran utique et cacteri Apostoli quod fuit Petrus, pari consortio praeditis et honoris potestatis”; San Cipriano, De Unitate Ecclesiae, IV; San Basilio, In Isaias 2; San Isidoro de Híspalis (de Sevilla), De officcis, Liber II, cap. 5, etc.
(21) San Juan Crisóstomo, Sobre la importancia de la Sagradas Escrituras, 3.
(22) San Cipriano, De Unitate Ecclesia, V
(23) San Ambrosio, Lib. De Incarnatione, 7.
(24) San Ambrosio, De Poenitentia, 7. En occidente, en las últimas ediciones de las palabras de San Ambrosio, el término latino “Fidem” fue sustituido por el término “Sedem”. Así, el texto dice convenientemente: “No pueden ser herederos de Pedro aquellos que no han sido entronizados en la misma sede episcopal que Él”. Sin embargo, habiendo perdido este texto su sentido lógico, tiene tintes de falsificación.
(25) Martín E., Bull “Inter Cunctas” 8, Calend. Martii 1418. Gerson, De Statu Sum. Pontiff. Consid., I.
(26) Devoti, Instit. Caninicae. Prolegom., cap. 2, Benedicto XIV, De Synod Diocesan., 2, 1.
(27) Benedicto XIV, Ibid.
(28) “Si quis dixerit […] Petrum non ese a Christo contutum Apostolorum Principem et totíes Ecclesia Militantis Visible Caput […] anathema sit”. Concilio Vaticano 1º, Dogmat., Sess. 4, Const. 1, Bulla “Pastor Aeternus”.
(29) San Agustín , Epístola contra Donato, III, 5.
(30) 2ª Corintios 13:5.
(31) San Agustín, Epístola Contra Donato, III, 5.
(32) Salmos 118:105.
(33) Marcos 12:24.
(34) Hechos 17:11.
(35) Ibid.
(36) Colosenses 2:8).
(37) Devoti, Instituciones Canónicas, Prolegómenos, Capítulo 2.
(38) Gregorio VI (Mauro Capellari), Sobre la primacía del obispo de Roma, Homilía introductoria, cap. 25.
(39) Bull “Pastor Aeternus”, del Concilio Vaticano 1º, Introducción.
(40) Maistre, Sobre el Papa. Discurso preliminar, I; también Ibid, Libro I, cap. 3.
(41) Ibid. Homilía introductoria, 3.
(42) Cardenal Belarmino, De Sum. Pontific., Libro 2, cap. 31, vol. 1.
(43) Ibid. Foreword, vol. 2. Ver también: Martín Ordóñez, El pontificado, vol. 1. Madrid 1887, cap. 10, pág. 30; J. Donoso Cortés, Obras Completas, vol. 2, Madrid 1901, pág. 37.
(44) Pío X, “Vacante Sede Apostólica”, 25 de diciembre de 1904; Pío XI, “Cum Proxime”, 1 de marzo de 1922.
(45) Agosto Trionfo, Summa de Potestate Ecclesiastica, Quaest. 19, 1, artículo 3.
(46) Monseñor Roëy, El episcopado y el papado desde el punto de vista teológico, apéndice 10, en “Las conversaciones con Malines”, publicado por Lord Halifax, Londres, 1930.
(47) Ver por ejemplo: El boletín de la Diócesis de Estrasburgo, marzo 1945, vol. 3, pág. 45.
(48) Mauro Capellari (Gregorio XVI), Ibid, Table, cap. 6, 10.
(49) Gerson, De Statu Sum. Pont., Consid. 1.
(50) Cicerón, De Divinatione, Libro 2, cap. 54.
(51) Gregorio VII, Epístola “Notum fieri”, a los germanos.
(52) Mauro Capellari (Gregorio XVI), Ibid. 11.
(53) Bonifacio XII, Bulla “Unam Sanctam”; para una explicación más detallada, ver: Bernadus Claravalensis, De Consideratione, IV, 3; Hugui Sancti Victoris, Sacramentis, II, 2, 4; Alexandre de Halés, Summa Theologia, quaestio 10, nº 5, nº 2.
(54) Juan 18:36
(55) Lucas 22:25-26.
(56) Mathieu, El poder temporal de los papas.
(57) Maistre, Del papa. Discurso preliminar, 2.
(58) Constituciones dogmáticas del Concilio Vaticano 1º, Sess. 4, Bulla “Pastor Aeternus” (Texto completo en: Denzinger, Enchiridion, 139, 1667-1683).
(59) Veuillot, Libro sobre el papado, cap. 1, 11 (Juan 6:68)
(60) Juan 16:13.
(61) Basado en la afirmada infalibilidad del papa, los católicos romanos se acercan a los viejos herejes que fueron condenado por la iglesia entera porque, según San Vicente de Lerins, “tienen la audacia de prometer y enseñar que una total y personal gracia es enviada a su iglesia, i. e., a su secta hereje, con lo que, sin ningún trabajo, sin ningún esfuerzo, sin el menor cuidado, incluso sin preguntar, todos los miembros de su secta reciben dicho poder de Dios, y entonces sienten como los ángeles los llevan con sus alas, nunca tropiezan sus pies con ninguna piedra, i. e, no sucumben nunca al escándalo de malinterpretar la fe” (Commonitorium de Orthod. Fide, 25, 8).
(62) Perujo, Diccionario de ciencias eclesiásticas, 100.
(63) Devoti, Instit. Canon., Prol. Cap. 2. Las palabras de San Vicente son muy propias aquí: “Nunca dejo de asombrarme”, dice este antiguo y reverenciado padre de la Iglesia, “por la extrema impiedad de sus oscurecidas mentes, por su insaciable pasión por la falsedad y el mal; y no están satisfechos con la regla de fe dada a ellos una vez y para siempre en los tiempos antiguos, sino que diariamente buscan innumerables innovaciones y permanecen constantemente en el deseo de añadir o cambiar, o eliminar cualquier cosa de la religión, aunque no sea dogma divino, aunque fuese revelado al pueblo por un organismo humano, que no puede alcanzar ninguna perfección a menos que sea perpetuamente corregido y revisado” (Commonitorium 21,1).
(64) Baronii, Annales, Ad Ann. 553, nº 224.
(65) Gratianus, Codex Iuris Canonici, vol. 1, París, 1612, dis. 19, part. I, cáp. 6, pág. 90 y col. 55, edición Leipzig 1839.
(66) Si autem papa erraret, praecipiendo vitia, vel prohibiendo virtutes, tenetur Ecclesia credere vitia ese bona, et virtutes mala (Theologia, Bellarmino, De Romano Pontifice, Libro 4, cáp. 23).
(67) “Deus et Papa faciunt unum consistorium […] Papa potes suazi omnia facere quae facit Deus […] et Papa facit quidquid libet, Etim. Illicit, et EST ergo plus quam Deus” (Cardenal Zabarella, De Schism, Inocencio VII).
(68) San Agustín, La ciudad de Dios, XVIII, 54.
(69) Lucas 9:33.
(70) Gálatas 2:11.
(71) Gálatas 2:14.
(72) El papa Marcelo (296-303) cayó en el pecado de idolatría y llegó al punto de sacrificar a los dioses de los gentiles para salvar su vida y sus propiedades durante la persecución de Diocleciano. Históricamente es sabido que Marcelo entró en el templo de Afrodita y ofreció sacrificios a la diosa en su mismo altar. Este hecho escandaloso, que fue ampliamente conocido en aquel tiempo, hizo que el cristianismo de Roma guardara el peor recuerdo de este papa, hasta el final del siglo V, según los hechos históricos que han llegado hasta nuestros días. Los historiadores católicos, incapaces de negar la realidad de estos tristes hechos, prefieren acusar de ellos a la imaginación de los herejes donatistas, enemigos de Marcelo, que supuestamente organización una campaña de difamación contra él después de su muerte. En el mismo tiempo, sin embargo, eran igualmente incapaces de explicarnos porqué, si esta era la causa, el papa Marcelo fue expresamente acusado de apóstata en el mismo Liber Pontificalis romano. Más allá, esta era precisamente la opinión de la jerarquía romana que rechazó incluir el nombre de este líder apóstata en el calendario oficial en el que los periodos de las jerarquías papales son anotados. Verdaderamente, desde Fabio (250) hasta Marco (395), todos los nombres de los obispos romanos se encuentran anotados en este calendario, a excepción del de Marcelo.
(73) Es comúnmente sabido que en el Concilio de Sárdica (342-343) los obispos del este bajo el liderazgo del Patriarca Esteban de Antioquía, excomulgaron a Julio, obispo de roma. Este hecho tuvo lugar después de que la delegación del oeste pidiera la revisión de ciertos aforismos y disposiciones eclesiásticas del este. (Ver Mansi, Summa Conciliorum, Actae Synod. Sardic. Decreta).
(74) Con relación a la herejía de Liberio (352-366), tenemos tres indiscutibles testigos: San Jerónimo, San Hilario y San Pedro el Damiano. Inicialmente, el ortodoxo Liberio fue expulsado de Roma y exiliado por los arrianos. Cierto tiempo después, sin embargo, cansado y trastornado por la dureza del exilio y la nostalgia de la gloria, además de la vida lujuriosa de la sede papal, traicionó la fe, apostató y confesó el “credo” de los herejes arrianos. Después de esto condenó y anatematizó a San Atanasio como hereje. Jubilosos por estos hechos, los herejes arrianos le dieron la bienvenida por su vuelta a Roma y lo entronizaron de nuevo. San Jerónimo escribe expresivamente: “Liberio, cansado por la dureza del exilio, confesó el engaño hereje y volvió a Roma como conquistador” (Crónicas, A. D. 357 y: De Script. Eccles.). Esto también es confirmado por San Hilario, que lamentó ver la signatura papal bajo el “credo” hereje y exclamó: “Esto es una perfidia arriana” (Fragment. Histor., VII). San Pedro el Damiano, durante el siglo XI, afirma otra vez que el papa Liberio era un “hereje y un apóstata” (Liber Gratissimus, cap. 16)
(75) San Atanasio, Contra los arrianos, 73. San Atanasio también comenta que el papa Félix fue un escandaloso hereje y que los fieles de Roma rechazaron entrar en las iglesias que visitaba (Epístola a los monjes, París, 1627, opp. I, 861. Ver también: Duchense, Historia antigua de la Iglesia, vol. II, cap. XIII).
(76) El papa Honorio (625) aceptó y ratificó públicamente las enseñanzas herejes de los monotelitas. Persistiendo en tan hirientes engaños contra la fe, fue unánimemente condenado y anatematizado por el 6º concilio ecuménico junto con todos los otros líderes de la herejía monotelita. “A Teodoro Faranita el hereje, anatema; a Sergio el hereje, anatema; a Honorio el hereje, anatema; a Ciro el hereje, anatema; a Piro el hereje, anatema” (ver Mansi, Sum. Concil., Gener., Sess XIII). Estas son indiscutibles verdades, especialmente desde que fueron confirmadas en las epístolas pastorales por muchos papas que sucedieron a Honorio. Así, León II, en su epístola apostólica enviada a los obispos de España preguntando por su asentimiento sobre las enseñanzas del 6º concilio ecuménico, estableció que Honorio y sus seguidores fueran “castigados con la condenación eterna” (aeterna condemnatione muletati sunt) ya que el concilio los consideró traidores contra la pureza de la tradición apostólica. También escribió al rey Ervigio que Honorio “era condenado por el concilio serenísimo y era excluido de la comunión de la Iglesia Católica”. Igualmente, el papa Adriano II, en la epístola conciliar del sínodo romano, se refiere al hereje culpable y anatema Honorio: Honorio ab Orientalibus post mortem anathema sit dictum, sciendum tamen est, quia fuerit super haeresi accusatus … (Adrianii II, epist. Synod. Concilii Romani, quae in octavae Synodi Actione VII et lecta et approbata est). Los historiadores católicos, incapaces de refutar estos hechos innegables, ordenaron guardar absoluto silencio sobre esto o mencionarlo en el caso de que fuera absolutamente necesario referirse al tema de forma simple. Así, por ejemplo, en la Cima de los concilios del abad Guyot (París 1868), no se puede encontrar ninguna referencia a la condenación de Honorio en las horas de la XIIIª sesión del 6º concilio ecuménico (ver V, I, pág. 315). Estos hechos fueron debidamente incluidos en el libro de servicio ferial Breviarium romanum en la celebración de San León que es conmemorado en occidente el 28 de junio, hasta el día en que las autoridades del vaticano consideraron que el texto era ofensivo, por lo que ordenaron su extinción. Esta alteración fue llevada acabo cuando el papa Clemente VIII revisó el Breviarium.
(77) El papa Sixto V (1585-1590) publicó cerca de 1590 una versión de la Vulgata y declaró oficialmente por el perpetuum Decretum que esta sería desde entonces el único y auténtico texto, superior a la Santa Escritura, desde que fuera corregido por él, “ apoyada por la autoridad creciente de su apostólico poder”. El Decretum informó oficialmente a los fieles de que las otras ediciones de la Biblia perdían automáticamente su validez y cualquiera que se atreviera a hacer incluso la menor alteración de este nuevo texto, incluso en el área de la enseñanza o por cualquier interpretación pública, sería, ipso facto, excomulgado. Esta edición de Sixto V era tan extremadamente imperfecta en el área de traducción, expresión y enseñanza, que solo un profano podría haberla producido. Este hecho causó la inmediata retirada de esta edición en medio de un gran escándalo. El cardenal Bellarmine supuso que este episodio presentaba un serio obstáculo con relación a la promulgación de sus enseñanzas sobre la autoridad papal. Entonces pidió al papa Gregorio XIV (1590-1591), sucesor de Sixto, que protegiera la reputación de este último permitiendo a Bellarmine volver a publicar el texto con las correcciones necesarias (ver Cardenal Bellarmine, Autobiografía, 1591, pág. 211). Bellarmine también contempló la adición de un prólogo en esta nueva edición, con el propósito de explicar a los fieles que en la desafortunada primera edición de 1590 habían “algunos errores” causados por los ¡impresores y otras personas!. Sin embargo, Bellarmine mismo confiesa en su Autobiografía que esto fue simplemente una mentira piadosa, porque todo el mundo sabía que Sixto era el autor de este “laberinto de toda clase de falsedades”, y que cada parágrafo tocado por este papa había sido alterado de la forma más ruin, Permulta perperam mutata (Bellarm. Aut., ibid, 291). Clemente VIII (1592-1606), el papa que sucedió a Gregorio, deseando borrar este tema de la memoria de la gente tan pronto como fuera posible, publicó un nuevo texto de la Vulgata en 1592, diferente al primero en un gran número de puntos, aunque todavía erróneo. El ridículo general fomentado por la desafortunada Vulgata de Sixto V tomó tales dimensiones que, durante muchos siglos, el recuerdo de este papa era la causa de una gran comedia y risa.
(78) Cuando la “Santa Inquisición” torturó a Galileo siguiendo las órdenes del papa Urbano, pidiendo la retractación de su teoría, de que la tierra gira alrededor del sol, este sobresaliente astrónomo, habiendo perdido su fe en el papa y en su iglesia, incluso en la firma de su retractación, suspiro estas palabras, inmortalizadas por la historia: “Pero gira …”. Inmediatamente después de esto, Urbano VIII publicó, como victoria de su autoridad papal, el acta de retractación de este gran astrónomo, que fue tratado tan injustamente por los servidores papales de la Inquisición. Como resultado, desde el 30 de junio de 1633, todos estaban obligados a creer que la tierra no giraba alrededor del sol, bajo condena de herejía. “Pero Dios, que en aquellos días era incluso más poderoso que el obispo de Roma”, dice Stanislas Jedrezewsky con una buena dosis de ironía, “justificaría eventualmente a Galileo”. Verdaderamente, a pesar de que el progreso de la astronomía hacía a la “herética” teoría de Galileo más obvia, forzando al papa Pío VII a ridiculizar la autoridad papal en 1822, y rectificando las acciones de la “Santa Inquisición” contra Galileo en 1633, esto permitió el desarrollo astronómico de Copérnico. Finalmente, a pesar de que las acciones de estos papas habían causado un gran escándalo sobre los fieles y un gran ridículo y desprecio en el mundo científico, el Vaticano, incapaz de encontrar otra forma de restaurar el status de su autoridad, preservó su posición sobre todo lo que había condenado y anatematizado sobre estas materias. En 1835, forzado por un extenso reproche, el papa ordenó la eliminación de todos los trabajos de Copérnico, Kepler y Galileo del Índice de textos prohibidos (Index Librorum Prohibitorum).
(79) Ver Innovaciones del Romanismo, G. H. C., Madrid 1891, XIV, pág. 202.
(80) “Unum a te petimus fili charissime, Doctoribus Sedis Aostolicae non Semper credas, multa illorum passionibus tribuas” (Epist. Pii II ad Carolum VII Regem Galliae, Epist. CCCLXXXIV).
(81) Pío IV abrogó el 7º Canon del concilio ecuménico de Éfeso, que contiene el aforismo de la renuncia y el anatema contra el que se atreviera a recopilar y obligar a los fieles a creer en un “Credo” diferente al proclamado por el Concilio de Nicea. Pío IV compuso su propio “credo” que lleva su nombre: “Credo de Pío IV” (Credo Pii Quarti). En realidad este credo no contradice esencialmente al de Nicea, pero el hecho reside en que es diferente. Consecuentemente, durante la 5ª sesión del Concilio Ecuménico de Calcedonia sobre el pronunciamiento del Credo de Nicea, los Santos Padres prohibieron, no solo la composición de cualquier “credo” contradictorio, sino incluso “cualquier otra forma de Credo contraria a lo que se ha dicho” (Ver Mansi, Summa Concil., Act. Concil. Ephes., Can VII, act. Conc. Calced., sess. V).
(82) Cualquier papa, según el 8º canon del Concilio de Constanza, está obligado a hacer su confesión de fe durante su ceremonia de entronización, como se presenta en el Liber Diurnus: “Con mi boca y mi corazón prometo sostener sin ningún cambio todo lo que está legislado y ordenado en los ocho Concilios Ecuménicos; el primero de Nicea, el segundo de Constantinopla, el tercero de Éfeso, el cuarto de Calcedonia, el quinto y sexto de Constantinopla, el séptimo de Nicea, y el octavo de Constantinopla. Prometo sostenerlos todos en igual autoridad y honor, siguiendo cuidadosamente todo lo que ha sido instituido en ellos y condenando todo lo que han condenado”
(83) San Cipriano, Epístola LXXIII.
(84) Mateo 28:20.
(85) Juan 14:16-17.
(86) Juan 16:13.
(87) Juan 14:16.
(88) 1ª Timoteo 3:15.
(89) San Ireneo, Contra los Herejes, III, cáp. 4.
(90) Lucas 10:16.
(91) Ver Mansi, Summa Conciliorum, Act. Concil. Arelat, Can. VIII.
(92) “Placuit Etim. ut de dissentione Romanae atque Alexandinae Ecclesiae, ad sanctus papam Innocentium scribatur: quo utraque Ecclesia intra se pacem, quam praecepit Dominus, teneat” (Codex Canon. Eccles. Afric. Nº 101)
(93) Ver Mansi, Sum. Concil., Concil. Sard. Decreta.
(94) “Honorio haeretico, anathema” (Mansi, Sum. Concil., Act. VI Concil. Gener., sess. XIII).
(95) Mateo 15:3-9; Marcos 7:7-9.
(96) San Agustín, De Unitate Ecclesiae, 1, 16.
(97) San Agustín, Epist. Adversus Donatum, 3, 5.
(98) San Vicente de Lerins, Commonitorium, 29, 2.
(99) Clementii XI Bulla “Unigenitus”.
(100) Cardinal Bellarmine, De Verbo Dei …, Liber IV, 4.
(101) Gregorio XVI (Mauro Capellari), El triunfo de la Santa Sede, Madrid, 1834, Index, Cap. 8, 2.
(102) Cornelius Musus, In Epist. Ad Roman, I, cap. IX.
(103) Cardinalli Hosii, De Expresso Verbo Dei, 1584, pág. 623.
(104) San Clemente de Alejandría, Stromata, vol. 6, cáp. 15, par. 8-9.
(105) Salmos 118:105.
(106) Cf. 2ª Corintios 4:3-4.
(107) Filipenses 2:16.
(108) Hechos 20:32.
(109) Efesios 1:13; Santiago 1:18.
(110) Hechos 13:26.
(111) Ver Juan 12:48.
(112) Ver 2ª Timoteo 3:15-17.
(113) San Agustín, Sermo IV De Verbo Apostol.
(114) San Atanasio, Contra los Griegos, vol. 1, part. 1.
(115) San Juan Crisóstomo, Epístola a los Colosenses, homilía 9.
(116) San Isidoro de Pelusia, Epístola, 4, 67, 91.
(117) San Basilio, Carta a Gregorio; San Agustín, De Doctrina Christiana, 1, cáp. 9.
(118) San Basilio, Sobre la Fe, cáp. 1; ver también: San Juan Crisóstomo, Homilía 13, 2ª Epístola a los Corintios, Homilía 21, en el capítulo 6º de la Epístola a los Efesios, Homilía 6 Sobre Lázaro; San Cirilo de Jerusalén, Catecismo 12.
(119) San Basilio, Homilía 21, Contra las calumnias a la Santa Trinidad; San Juan Damasceno, Exposición de la Fe Ortodoxa, Libro 1, cáp. 1, Teodoreto, Diálogos 1.
(120) San Ambrosio, De Offic., Lib. I, 23; Origen, Homilia 5, Sobre el Levítico.
(121) San Ireneo, Contra los Herejes, I, 3, cáp. 2.
(122) San Juan Crisóstomo, Hechos de los Apóstoles, homilía 33.
(123) Devoti, Institutiones Canonicae, Proleg., cáp. 2.
(124) Maret, Del Concilio General, 2, 375.
(125) Juan 21:15-17.
(126) Bernardino Llorca S. J., Historia de la Iglesia Católica, vol. I, Madrid, 1950, pág. 262.
(127) Pío X, Decretum Lamentabili, 50; Actae Santae Sedis, 20, 476.
(128) Devoti, Institutiones Canonicae, Prolegom., cáp. 2.
(129) Ibid.
(130) Bellarminus, De Pontifice Romano, Liber IV, 24 y 25, también Liber 1, 9.
(131) San Clemente de Roma, Epístola a los Corintios 12:44.
(132) Ver Martigny, Diccionario de Arqueología Cristiana, Evèques, pág. 569; Horas del Concilio de Calcedonia.
(133) San Atanasio, Epístola a Draconcio, 3:1
(134) San Gregorio el Dialoguista, Homilías sobre los Evangelios, II, 23:5.
(135) San Ignacio de Antioquia, Epístola a los Magnesios, 3.
(136) San Ignacio de Antioquia, Epístola a los Filadelfianos, 1. Ver también Martigny, Diccionario de Arqueología Cristiana, Evèques, pág. 566.
(137) Ruiz Baeno, Padres Apostólicos. Introducción a las Cartas de San Clemente, Madrid, 1950, pág. 149.
(138) Devoti, Institutiones Canonicae, Prolegom., cáp. II; Bellarminus, De Pontifice Romano, lib. IV, cáp. 24, 25 y 9.
(139) De Maistre, Del Papa, libro I, cáp. 3.
(140) Benedicto XV, Codex Iuris Canonici, canon 222, 1; Hefele, Historia de los Concilios, Introducción, II, 3.
(141) Ibid.; Devoti, Institutiones Canonicae, Prolegom., III, 38.
(142) Decreto de León X en el quinto concilio laterano.
(143) De Maistre, Del papa, libro I, cáp. 3.
(144) Benedicto XV, Codex Iuris Canonici, canon 227; León XIII, Circular “Satis Cognitum”.
(145) Catholicum est, quod semper, quod ubique et quod ab ómnibus creditum est, significa: “En verdad es católico cuando es creído siempre, en todo lugar, y por todos” (San Vicente de Lerins, Commonitorium, cáp. 2).
(146) Extracto de las declaraciones publicadas en el periódico Kölnische Zeitung, 13 de Julio de 1881.
(147) Gregorio XVI (Mauro Capellari), El triunfo de la Santa Sede, Madrid, 1834, Table, cáp. VI, 10.
(148) Ignacio de Loyola, Libro de ejercicios espirituales.
(149) La devoción de los jesuitas a la sede papal nunca fue sincera, especialmente durante las ocasiones en las que los intereses especiales de esta oscura orden fueron conflictivos. Los jesuitas, a pesar de la promesa de obediencia ciega al papa de la que se jactan, sabiendo que poseían una virtud excepcional debido a esto, sufrieron de repente una gran amnesia cuando Clemente XIV ordenó la disolución de su orden. Verdaderamente, el papa Clemente, en su decreto “Decretum Brevis”, del año 1773, anunciaba la disolución de la organización jesuita y su total aniquilación. Los jesuitas, sin embargo, en vez de practicar su virtud (de obediencia ciega), tomaron refugio en los países de Prusia y Rusia, donde el papa no podía imponer su decreto con poder militar. Se reagruparon e incrementaron su número allí, hasta 1814. Luego, con sus muchas maquinaciones e intrigas, tuvieron éxito convenciendo al papa Pío VII de que anulara el decreto previo y reemplazara con otro que se permitía una vez más la existencia y función de esta orden.
(150) Estos versículos son: Mateo 16:18-19 : “Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos”.
Juan 21:15-17 : “Habiendo, pues, almorzado, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que estos?” Le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que yo te quiero”. Él le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Se entristeció Pedro de que por tercera vez le preguntase: “¿Me quieres?”, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te quiero”. Díjole Jesús: “Apacienta mis ovejas”.
Lucas 22:31-32 : “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.
(151) En la Vulgata: Tu est Petrus, et super Islam petra aedificabo Ecclesiam Meam.
(152) Ver, por ejemplo, Knabenbauer, S. I., Cursus Scripturae Sacrae, París, 1903, Comment. In. Ev. Matthaeum, pers altera, pág. 69. También el jesuita P. Knabenbauer, Cornely y Hummelauer tuvieron la audacia de proclamar en su “Curus Scripturae Sacrae” que aquellos Santos Padres que no reconocen la primacía papal basada en el mencionado versículo, simplemente yerran por no poner atención al sentido real del texto: Si Sanctus Doctor recogitasset, escribe Knabenbauer con relación a San Agustín, Christum locutum esse aramaice, vel si hane et tótem conteoeum perpendiset, profecto priore sua interpretatione stetisset” (Ibid., pág. 61).
(153) Bernardino Llorca, S. I., Historia de la Iglesia Católica, Madrid, 1850, vol, I, pág. 49.
(154) Ibid., cáp. 1, pág. 261-1.
(155) Cardenal Hergenroether, Historia de la Iglesia, vol. 1, cáp. 1, 7.
(156) León XIII, Circular “Satis Cognitum” (el texto en José Madoz, S. I., Enquiridión sobre el Primado romano, 361).
(157) Concil. Vatic. Constitut. Dogmat., I, De Ecclesia Christi, cáp. 2 (Denyinger, Enquiridión, pág. 396). Ver también: Conversaciones con Malines, publicado por Lord Halifax, III, Conv. Londres, 1930.
(158) 1ª Corintios 3:11.
(159) San Atanasio, Contra los arrianos, 3.
(160) San Ireneo, Contra los Herejes, III, 3, 3. (Apud. Euseb. V, 6, 1-3).
(161) Homiliae Aelfric., Passio S. S. Apostol Petri et Pauli (Londres, 1844, pág. 369, 371).
(162) San Gregorio el Dialoguista, Moralis in Iob, 28, 14.
(163) Ya en el Antiguo Testamento, Dios y Cristo son simbolizados como la Roca numerosas veces: Génesis 49:24; Deuteronomio 32:4; 32:15; 2ª Reyes 23:3 (Versión Septuaginta); Salmos 18:2, 46; 19:14; 28:1; 31:3; 73:26; 89:26; 118:22; Isaías 8:14; 28:16; Zacarías 3:8-9; Apocalipsis 5:6.
(164) En el Nuevo Testamento, el símbolo de la Roca siempre se refiere a Jesucristo: Mateo 21:42-44; Marcos 12:10; Lucas 20:17; Hechos 4:11; Romanos 9:33; Efesios 2:20; 1ª Corintios 3:10-12; Colosenses 2:7; 1ª Pedro 2:4-8.
(165) Cardenal Bellarmine, De Sum. Pontific. vol. I, libro 2, cáp. 31.
(166) Ibid. Prólogo, vol. 2; Marín Ordóñez, El pontificado, vol. 1, Madrid 1887, cáp. 10, pág. 30.
(167) 2ª Pedro 1:21.
(168) De Maistre, Del Papa, Discurso preliminar I.
(169) Visión III, 5:1.
(170) Visión II, 2:6.
(171) Visión III, 5:1.
(172) Ver Migne, S. G., 571 ff.
(173) Diatessaron Evangelio (A San Efrén, Sir. S. Mg.).
(174) La expresión del este “las puertas” significa “los poderes”, porque, durante los tiempos de batalla o en el hecho de cualquier otro peligro externo, los poderes militares podrían concentrarse en las puertas de las fortalezas de las ciudades, donde podían disponer su poder real contra el enemigo. Este término, en un sentido más general, es usado también en nuestros días; (más comúnmente en las naciones europeas) donde encontramos la expresión “Puerta Alta”, etc. Esta metáfora era muy común entre los judíos, especialmente en los pueblos del este, y a través de ellos, encontrada en los textos de la Sagrada Escritura.
(175) Ver San Agustín, In concione II super Psalmum XXX; In Psalm LXXXVI; Epistola CLXV ad Generosum; Tractati VII, CXXIII et CCXXIV in Ioannem; Sermo CCLXX in die Pentecostes, V; Sermo CCXIV; in Psalm LXIX; Sermo XXIX De Sanctis de Baptism. II, 1. San Juan Crisóstomo, Homilía 55ª sobre el Evangelio de San Mateo; Homilía 51ª sobre Mateo 16:18; Homilía 65; Homilía 4; Homilía 83; Homilías 4ª, 51ª, 55ª, 65ª, 83ª de San Cirilo de Alejandría sobre Isaías, libro 4º; Tratado 2º, Sobre la Santa Trinidad, 4; Sobre el Evangelio de Juan 21:42 de San Jerónimo, In Setum. Matthaeum, liber VI; Adversus Iouinianum, lib.; In Psalmum LXXXVI; Epistola VI ad Damasum 2, de San Cipriano, Epistola XXVII de Lapsis, Epist. XXXIII, in initio; Epist. LXXIII ad Iubaianum; De Unitate Ecclesia, IV, de San Ambrosio, De incarnatione Domin. Sacrament., 5; Liber VI Comment. In Evang. Lucae, 9; Comment. In Ephes , 2; Epist. Ad Damasum, de San Juan Damasceno, Homilía sobre la Transfiguración; Tertuliano, De pudicitia, 21; De Praescriptionibus Haereticorum, XVI et XXII de San Atanasio, Contra los arrianos, 3; San Gregorio Nacianceno, Homilia 32ª, 18; San Gregorio de Nisa, Encomio sobre San Esteban, 2, Sobre la Venida del Señor, San Basilio, cáp. 2º de Isaías; Contra Eunomio, 2, 4; San Epifanio, Contra los Herejes, 591; San Hilario, De S. S. Trinitate, liber II et VI; San Gregorio el Dialoguista (de Roma), Moralia in Iob, XXVVIII, 14; Coment. In Psalm CI, 27; San Isidoro de Sevilla, De officiis, lib. 5; San Beda, In quaest super Exodum, cáp. XLII, en la recapitulación; Homil. De Feria II Palmarum in cpa. XXI Ioannem, Basilio de Seleucia, Homilía 25ª; San Pedro Crosólogo, Homilía 55ª, Sobre Esteban el protomártir, Orígenes, homilía 74ª sobre Jeremías; San Eusebio de Alejandría (obispo de Laodicea), Homilía sobre la Resurrección; Teodoreto, Epístols 77ª sobre 1º Corintios 3:10, a Eulalios, obispo de Persia; San Isidoro de Pelusia, Epístola 235ª, 1; Teofilacto, sobre Mateo 16:18; San Hinemari de Reim, In Opusculi XXXIII adversus Hinemarum Laudunensis episcopum, Vet. XIV, San Hipólito, sobre la Santa Teofanía, 9; San Paulino, Epist. XXVII ad Severum, 10.
(176) Judas 20.
(177) Génesis 49:24.
(178) Mateo 21:42; Marcos 12:10; Lucas 20:17.
(179) Ver San Cipriano, De unitate ecclesiae.
(180) San Agustín, Retracciones, I, 21.
(181) San Agustín, Homilía LXXVI, 1.
(182) San Agustín, Homilía CCVC.
(183) San Agustín, Homilía CCLXX, 2.
(184) San Agustín, Tractatus CXXIV In Ioann.
(185) San Agustín, Homilía CCXLVI
(186) Efesios 2:20
(187) Apocalipsis 21:14.
(188) A los Tralianos, 3:1.
(189) San Cipriano, Epístola XXXIII, in initio; Epístola XXVII, De Lapsis.
(190) Ver San Jerónimo, Contra Joviniano, libro I.
(191) [“El Señor”], favoreciendo a Pedro sobre los otros apóstoles, lo estableció como el principal de la unidad de la Iglesia y la fundación visible sobre la que se solidamente estableció el edificio eterno de Su Iglesia”. Bulla Pastor Aeternus. Constit, I. Introduct. (Denzinger, Enquiridión, 1667).
(192) Mateo 7:26-27.
(193) San Jerónimo, Adversus Iouinianum, I. Ver también, In Euangelio S. Matt., lib. VI.
(194) San Vicente de Lerins, Commonitorium, II.
(195) Este fue el principal argumento del arzobispo Strossmayer contra la primacía papal en el Concilio Vaticano. Durante su presentación, fue interrumpido muchas veces por miembros del concilio, los otros cardenales, con la expresión: “Cerrad la boca del hereje”, “Silenciad al blasfemo”, etc. (Ver Kölnische Zeitung, 13-7-1881). Más allá, el arzobispo católico Kenrick (St. Louis, USA) publicó un artículo en 1870 in Nápoles que preparó para presentarlo en el concilio Vaticano. En este artículo argumentaba que la primacía del papa se opone a la verdadera interpretación de las Santas Escrituras, las decisiones de los concilios ecuménicos y a las enseñanzas de los Santos Padres. Por alguna razón desconocida, esta homilía no fue presentada en el Concilio. La justificación no oficial para esta omisión fue que “Su eminencia perdió su escrito cuando entró en la ciudad del Vaticano”. Aquí, la fraseología usada por San Atanasio con relación a los seguidores de Apolinar es más hiriente: “Habiendo sido cegados por el odio, traicionaron los mensajes de los profetas y las enseñanzas de los apóstoles, y las admoniciones de los Padres, e incluso la incuestionable voz del Maestro” (Sobre la Encarnación, contra Apolinar, I, 1).
(196) Todos los candidatos para la ordenación en la Iglesia Católica romana están obligados a confesar oficialmente, entre otras cosas, el siguiente juramento: “Creo inequívocamente que la Iglesia fue construida sobre Pedro, líder supremo de la jerarquía apostólica, y sus sucesores” (Motu Propio Sacrorum Antistitum, Pii X, Actae Sanctae Sedis, II, 1910, 669-672).
(197) San Ireneo, Contra los Herejes, IV, cáp. 26.
(198) San Papías (Eusebio, Eccles. Hist., IV, 22, 1-3).
(199) Etimológicamente, el término “católico” no es compatible con los que se separaron a sí mismos de la catolicidad de la Iglesia.
(200) San Vicente de Lerins, Commonitorium, XVIII, 5.
(201) San Vicente de Lerins, Commonitorium, XX, 1, 2.
(202) Tertuliano, De Praescriptionibus Haereticorum, cáp. 21.
(203) San Vicente de Lerins, Commonitorium, X, 7 y 8.
(204) San Vicente de Lerins, Commonitorium, LX, 4.
(205) Ruiz Bueno, Padres Apostólicos, Introducción, Madrid, 1950.
(206) Ibid., Introducción.
(207) Le Camus, La obra de los apóstoles, V. II. Barcelona, 1909, pág. 29.
(208) Monseñor Le Camus, Ibid., V, I, pág. 10.
(209) San Policarpo, Filipenses 7:2.
(210) San Cipriano, Epist. LXIII ad Concilium Fratrum.
(211) Jeremías 6:16 (Septuaginta)
(212) San Vicente de Lerins, Commonitorium, XVII, 1, 2.
(213) San Vicente de Lerins, Commonitorium, XVII, 15.
(214) Habere iam non potes Deum Patrem, qui Ecclesiam non habet matrem. San Cipriano, De Unitate Ecclesiae, IV.
(215) Hanc unitatem qui non tenet, Dei legem non tenet, non tenet Patris et Filii fidem, vitam non tenet et salutem.
(216) Nec parentum nec maiorum nostrorum error sequendus est, sed auctoritas Scripturarum et Dei docentes imperium. San Jerónimo, In Ierem. I, 12.
(217) Tertuliano, De Virginibus Velandis, h. I.
(218) Publicado en Atenas bajo el título: El viaje y el trabajo del apóstol Pablo en España (Re-publicado por “Ecclesia”), Apostoliki Diakonia, Marzo 1954.
(219) Ver, Relacion de las iglesias íberas y las iglesias de África. De San Cipriano hasta San Agustín, Lux, Lisboa 1950. También arzobispo Juan B. Cabrera, La Iglesia en España, (Desde la Edad apostólica hasta la invasión de los sarracenos), Madrid, 1910.
(220) Afortunadamente, la verdad es que estas cosas son muy diferentes hoy, y gracias a la ayuda del Señor, podemos prever algunas conversiones en el futuro próximo debido al interés y amor por la Ortodoxia, que constantemente estamos luchando por incrementar en occidente.
(221) Juan 18:36.
(222) Orígenes, 6ª Homilía sobre Isaías, I.
(223) San Gregorio el Dialoguista, Epístola a Juan, Patriarca de Constantinopla (Epist. S. Gregor. Magn. Lib. V, ep. XVIII, Ed. Bened., 1705).
(224) 2ª Tesalonicenses 2:4
(225) Isaías 14:13-14 (Septuaginta).
(226) Bernardus Claravalensis, Ad Eugenium Papam. De Consideratione, III, 1.
(227) Cf. Apocalipsis 18:3.
(228) Apocalipsis. 18:3.
(229) Cf. Mateo 15:3-9.
(230) Tertuliano, De Praescriptionibus Haereticorum, 42.
(231) Cf. Proverbios 30:6.
(232) Juan 8:44.
(233) San Vicente de Lerins, Commonitorium, IV, 7.
(234)San Vicente de Lerins, Commonitorium, XVII, 14.
(235) Apocalipsis 18:4.
(236) Los versículos de la Escritura sobre la Primacía y sus interpretaciones patrísticas, Buenos Aires, 1951.
(237) Como sabemos: Mateo 16:18-19; Juan 21:15-17; Lucas 22:31-32.
(238) Ver, por ejemplo, Apologética de F. Juan Ruano Ramos para el uso de estudiantes de educación media, Barcelona, 1948.
(239) Ver cómo ve el catolicismo romano a la Ortodoxia desde el punto de vista apologético:
A) Ortodoxia no es la Única Iglesia, porque se distanció a su misma desde el centro de la unidad que es el papa.
B) No es la Santa Iglesia, porque es una rama del tronco de la viña que es la fuente de la gracia y la santidad; y esta (viña) es la Iglesia papista.
C) Dejó de ser Iglesia católica desde el tiempo en que se separó de Roma, el núcleo y símbolo de la catolicidad.
D) Ni es apostólica, desde que no es descendiente de los apóstoles, sino de Focio y Cerulario. Ibid. Part. B. “Características específicas de la Verdadera Iglesia de Cristo”.
(240) Sergio Bulgakov, La Ortodoxia, edit. Félix Alcan, París, 1933.
(241) Metropolita Serafín, La Iglesia Ortodoxa, Payot, París, 1952.
(242) Tertuliano, De Praescript. Haeretic. XXI.
(243) Nuestro Dios, Vuestro Dios y Dios, Buenos Aires, 1951.
(244) Los uniatas (de Unitas, que significa unión) consisten en la orden cubierta de los papistas de rito bizantino, que se enmascaran como sacerdotes ortodoxos y buscan activamente latinizar a los fieles de tierras ortodoxas.
(245) Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus, (católico es lo que es creído) siempre, en todo lugar y por todos (San Vicente de Lerins, Commonitorium, cáp. 2.
(246) San Vicente de Lerins, Commonitorium, 23.16.
(247) Ibid.
(248) Judas 3.
(249) Gálatas 1:8.
(250) Efesios 5:27. Cf. Orígenes, Sobre el Éxodo, Homilía 9.
(251) Cantar de los Cantares 6:9.
(252) San Agustín, Serm. De Symbol. Catech., 40, 635.
(253) Cf. Lucas 10:16.
(254) Cf. Mateo 18:17.
(255) Cf. Mateo 13:44-46.
(256) Texto. Es el deseo sincero del publicador que con el título de “Mi Éxodo del catolicismo romano”, el asombroso y poderoso testimonio de nuestro bienaventurado obispo Pablo desafíe a los lectores y atraiga a los buscadores de la Verdadera Iglesia de Cristo, que quizá estén desencantados hoy por sus instituciones religiosas, y sigan su ejemplo. ¡Que su memoria sea eterna!.
Nota de CristoesOrtodoxo: Todas las notas se han traducido pero no todos los libros que se citan están traducidos al español.
Traducido por P.A.B
Categorías:Ecumenismo, Papismo
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