Protopresbítero Mihail Pomazansky
El protopresbítero Mihail Pomazansky (1888-1988) está considerado uno de los teólogos más importantes del s.XX, junto a San Justin Popovic, Dumitru Staniloae, Georges Florovsky y otros. Sus escritos nos transmiten la más pura tradición patrística y conciliar de la Iglesia Ortodoxa. Su obra más conocida es la Teología Dogmatica Ortodoxa, de la cual exponemos aquí unos fragmentos.
Sobre la unidad Divina.
“Y de esta manera creemos en un solo Dios, único principio, increado, sin principio, no nacido, que no perece, inmortal, eterno, infinito, indescriptible, ilimitado, todopoderoso, sencillo, simple, incorpóreo, permanente, desapasionado, constante, inalterable, invisible, manantial de gracia y justicia, luz de la razón, inaccesible. Creemos en el poder indemostrable de ninguna manera, medido solamente por su única voluntad, porque Él puede todo lo que quiere;… Creemos en una substancia, una Divinidad, una fuerza, una voluntad, una acción, un principio, una supremacía, una dominación, un reino, en tres hipóstasis perfectas, Dios cognoscible y glorificado con una única alabanza…” (San Juan Damasceno, “Exposición exacta de la fe Ortodoxa,”1:8).
La verdad de la unidad de Dios es tan propia de la conciencia humana en el tiempo actual(…) Diferente era la situación en la Iglesia de los primeros cristianos, cuando era necesario instaurar esta verdad contra la idea del dualismo — el reconocimiento de dos dioses, uno bueno y otro malo, y en contra del entonces popular politeísmo pagano.
“Creo en un único Dios” son las primeras palabras del símbolo de la fe. Dios domina toda la plenitud de la existencia perfecta. La idea de la plenitud, la perfección, la infinidad y la completa contención en Dios no permite pensar en Él de otro modo que no sea como Uno, es decir único y consustancial en Sí. Esta necesidad de nuestra conciencia fue expresada por uno de los antiguos escritores eclesiásticos con las palabras: “Si Dios no es uno, entonces no hay Dios” (Tertuliano); es decir, una divinidad limitada por otro ser pierde la dignidad de divinidad.
Todas las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento están llenas de enseñanzas sobre un único Dios. “Padre nuestro, que estas en los cielos” rezamos según la oración del Señor. “No hay mas que un único Dios” el Apóstol San Pablo expresa así la verdad fundamental de la Fe (1 Cor. 8:4).
Las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento están embebidas en un estricto monoteísmo. La historia del Antiguo Testamento es la historia de la lucha por la Fe en un único Dios verdadero, en contra de la idolatría pagana. El deseo de algunos historiadores de la religión de encontrar huellas de un supuesto politeísmo inicial de la nación hebrea en algunas expresiones bíblicas (por ejemplo: la utilización del plural al nombrar a Dios “Elohim,” “Dios de dioses,” “Dios de Abraham, Isaac y Jacob”) no responde al verdadero significado de tales expresiones.
- “Elohim” es para el simple judío una forma de veneración, de respeto (como el tratamiento “usted” en señal de respeto). Además para el profeta Moisés, escritor inspirado por Dios, la utilización del numero plural en esta palabra contiene además indudablemente un sentido profundo y místico de traspasar el misterio trinitario de Dios y nadie puede dudar de que Moisés fue un monoteísta neto quien, sabiendo el espíritu de la lengua hebrea, no hubiera usado un nombre que contradijera su fe en un único Dios.
- “Dios de dioses” es una expresión que contrapone la fe en el verdadero Dios con la veneración a ídolos, llamados dioses por los que los adoraban, pero que para los judíos eran dioses falsos. Esta expresión es libremente usada en el Nuevo Testamento por el Apóstol San Pablo al decir: “no hay mas que un Dios,” y continua, “Pues aunque haya algunos que se llaman dioses, sea en el cielo o en la tierra, (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, solo hay un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y a quien nosotros pertenecemos; y un Señor, Jesús Cristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de Él” (1 Cor. 8:4-6).
- “Dios de Abraham, Isaac y Jacob” es una expresión que habla solamente sobre la elección de la nación hebrea como “heredera de la promesa” dada a Abraham, Isaac y Jacob.
La doctrina cristiana de la unidad de Dios se profundiza en la doctrina de la unidad trihipostática.
El dogma de la Santa Trinidad
Dios es uno en esencia y trino en personas. El dogma de la Trinidad es la base del cristianismo. En el se fundan directamente otros grandes dogmas de la Iglesia y antes que nada, el dogma de nuestra redención. La doctrina de la Santísima Trinidad a causa de su especialidad, es el contenido de todo símbolo de la fe que usó y usa la Iglesia Ortodoxa, al igual que todas las confesiones de fe, escritas por diferentes causas por los Padres de la Iglesia.
Siendo el más importante de todos los dogmas cristianos, el dogma de la Trinidad es a la vez el más difícil de asimilar por la limitada mente humana. Es por esa razón que sobre ninguna otra verdad cristiana la lucha ha sido tan tensa en la historia de la Iglesia antigua, como sobre este dogma y sobre las verdades directamente relacionadas con él.
El dogma de la Santísima Trinidad contiene dos axiomas fundamentales:
A) Dios es uno en Esencia y trino en personas, en otras palabras: Dios es uno en tres, Trihipostático, Trinidad consubstancial.
B) Cada Hipóstasis tiene su personalidad o peculiaridad hipostática: El Padre es no nacido, el Hijo nació del Padre y el Espíritu Santo procede del Padre.
Nosotros nos prosternamos ante la Santísima Trinidad en una postración indivisible. En las obras de los Padres de la Iglesia y en la Liturgia la Trinidad es llamada frecuentemente “Unidad Trina” o “unidad Trihipostática.” Las oraciones dirigidas a una persona de la Santísima Trinidad, en la mayoría de los casos, termina con la glorificación de las tres personas. Por ejemplo en la oración a Nuestro Señor Jesús Cristo: “Te glorificamos juntamente con tu Padre eterno y con tu Santísimo bueno y vivificador Espíritu ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.”
Al dirigirse en oración a la Santísima Trinidad, la Iglesia la nombra en singular y no en plural, por ejemplo, “Porque a Ti (no a vosotros) te glorifican todos los poderes celestiales, y te (y no os) elevamos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.”
La Iglesia cristiana, reconociendo el misterio de este dogma, ve en él una gran revelación, que eleva extraordinariamente la fe cristiana sobre cualquier simple confesión monoteísta que podemos encontrar en algunas religiones no cristianas.
El dogma Trihipostásico muestra la plenitud misteriosa de la vida interior de Dios, porque “Dios es amor” y el amor de Dios no puede extenderse solamente a lo creado por Él: el amor de Dios en la Santísima Trinidad se dirige también al interior de la vida Divina. El dogma Trihipostásico también muestra con mayor claridad para nosotros la proximidad de Dios al mundo: Dios está sobre nosotros, Dios está con nosotros, Dios está en nosotros y en todo lo creado. Sobre nosotros está Dios Padre, Manantial perenne, según la expresión de la oración de la Iglesia, Base de todo lo creado, Padre de generosidades, que nos ama y cuida de nosotros como sus criaturas y sus hijos por la gracia. Con nosotros está Dios Hijo, nacido por causa del amor Divino, aparecido a la gente como Hombre, para que supiéramos y viéramos con nuestros propios ojos que Dios está con nosotros, sinceramente es decir, de que manera perfecta “participó con nosotros” (Heb. 2:14). En nosotros y en todo lo creado está, con su fuerza y su gracia,— el Espíritu Santo, que todo lo llena, Dador de la vida, Vivificador, Consolador, Tesoro y Fuente de todo bien. Las Tres Personas Divinas poseen existencia eterna y se manifestaron al mundo con la venida y encarnación del Hijo de Dios siendo “una sola fuerza, una sola esencia, una sola Divinidad “(versículos de Pentecostés).
Así como Dios por esencia es todo conciencia e intención y autoconciencia, igualmente, cada una de estas tres eternas manifestaciones de Dios único tienen conciencia y por eso cada una es Persona, y Persona no simplemente como forma o fenómeno particular o naturaleza o acción; las tres Personas se mantienen unidas en la más íntima unidad substancial de Dios. De tal manera, cuando en la doctrina cristiana hablamos sobre la Trinidad de Dios estamos hablando de la mística vida interior de Dios encerrada en la profundidad Divina, revelada y entreabierta al mundo a su tiempo en el Nuevo Testamento, por el enviado del Padre al mundo el Hijo de Dios y por la acción de la fuerza milagrosa, vivificadora y salvadora del Espíritu Santo, Consolador.
La Trinidad de las personas en Dios
bajo la unidad de Dios por Esencia.
Testimonio de las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento.
La doctrina de la Trinidad de Dios está expresada en el Antiguo Testamento sólo en forma velada. Los testimonios del Antiguo Testamento sobre la Trinidad se descubren y se aclaran bajo la luz de la fe cristiana como escribe el Apóstol sobre los judíos: “hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo esta puesto sobre sus corazones. Cuando se hayan convertido al Señor, el velo se quitará”; “el cual por Cristo es quitado” (2 Cor. 3:15-16 y 14).
1. Principales textos del Antiguo Testamento.
Génesis 1:1 y otros — el nombre “Elohim” en el texto hebreo, que gramaticalmente se utiliza en plural.
Génesis 1:26 — “y dijo el Señor: hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza.” La forma plural señala que no hay sólo una persona en Dios.
Génesis 3:22 — “y dijo Dios: he aquí que Adán es como uno de Nosotros, sabiendo el bien y el mal” (palabras de Dios antes de la expulsión de nuestros primeros ancestros del paraíso).
Génesis 11:6-7En la confusión de lenguas ante la torre de Babilonia en construcción, “y dijo el Señor : “He aquí el pueblo es uno… descendamos, y confundamos allí su lengua.”
Génesis 18:1-3acerca de Abraham — “le apareció Dios en el encinar de Mamre…, alzando (Abraham) los ojos, miró, y he aquí que tres varones estaban junto a él… y se postró en la tierra y dijo: Señor mío, si he hallado gracia a Tus ojos, te ruego no pases de largo junto a Tu siervo.” — “Vean, enseña San Agustín, Abraham se encuentra con tres y se postra ante uno. Al ver a Tres, él comprende el Misterio de la Trinidad y postrándose como ante uno, confiesa la unidad de Dios en tres personas.”
Además los Padres de la Iglesia ven en los siguientes textos indicaciones indirectas sobre la Trinidad:
Números 6:24-26 — La bendición sacerdotal en forma triple, formulada por Dios por medio de Moisés: “El Señor te bendiga y te guarde… el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te sea propicio… te muestre el Señor su rostro y te conceda la paz.”
Isaías 6: 3 —La Doxología de los Serafines que rodean el Trono de Dios: “Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaoth.”
Salmo 32:6 — “Por la palabra del Señor fueron establecidos los cielos, y por el espíritu de su boca todas sus fuerzas.”
Finalmente en le revelación del Antiguo Testamento es posible indicar textos donde se habla separadamente del Hijo de Dios y del Espíritu Santo. Por ejemplo, se menciona al Hijo:
Salmo 2:7 —”Tu eres mi Hijo, yo te engendré hoy”
Salmo 110:3 — “desde el seno de la aurora te engendré”
Se menciona al Espíritu Santo:
Salmo 143:10 — “Tu Espíritu bueno me guiará por la tierra de rectitud.”
Isaías 48:16 “el Señor Dios me envía a su Espíritu.” Y otros textos semejantes.
2. Testimonios de la Sagrada Escritura del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento, las tres personas en Dios se manifiestan en la venida del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo. El envío a la tierra por el Padre del Logos de Dios y del Espíritu Santo componen todo el contenido de todas las Escrituras del Nuevo Testamento. Por supuesto que la manifestación de Dios, Uno y Trino en el mundo, no es dada aquí en forma dogmática, sino que es dado el relato de las apariciones y actos de las Personas de la Santísima Trinidad.
La revelación de Dios como Trinidad ocurrió en el bautismo de Jesús Cristo y por eso el bautismo mismo se llama Teofanía. El Hijo de Dios encarnado recibe el bautismo de agua. El Padre da testimonio de Él y el Espíritu Santo en forma de paloma confirma la verdad de la Voz de Dios, — como se expresa en el Tropario de esta fiesta:
“Al bautizarte en el Jordán, ¡oh, Señor! se manifestó la adoración Trinitaria: porque la voz del Padre dio testimonio de Ti, llamándote Su Hijo muy amado, y el Espíritu en forma de paloma confirmó la veracidad de estas palabras. ¡Oh, Cristo Dios que te manifestaste e iluminaste al mundo, gloria a Ti!”
En las Escrituras del Nuevo Testamento hay expresiones que de una manera concisa, pero exacta manifiestan la verdad de la Trinidad.
Estas sentencias son las siguientes:
Mat. 28:19: “id pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”
San Ambrosio advierte: “El Señor dijo: en el nombre, no en los nombres, porque Dios es uno; no hay muchos nombres porque no hay dos Dioses, ni tres Dioses.”
2 Cor. 13:13 — “La gracia de nuestro Señor Jesús Cristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.”
1 Jn 5:7 — “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (Este versículo esta ausente en los manuscritos griegos antiguos y se tiene solamente en los manuscritos latinos, occidentales).
Además San Atanasio explica en sentido trinitario el versículo siguiente de la Epístola a los Efesios 4:6 “Un sólo Dios y Padre, que está sobre todos, (Dios Padre), por todos (Dios Hijo) y en todos nosotros (Dios Espíritu Santo).”
Confesión del dogma de la Santísima Trinidad en la Iglesia antigua.
Desde su comienzo la Iglesia de Cristo confiesa la verdad de la Santísima Trinidad con toda su plenitud y valor. San Ireneo de Lyon, discípulo de San Policarpo de Esmirna, elegido por el mismo Apóstol San Juan, claramente habla sobre la fe en la Santísima Trinidad: “Aunque la Iglesia está esparcida por todo el universo hasta el fin de la tierra, fue de los Apóstoles y discípulos que recibió la fe en un único Dios Padre omnipotente… y en Jesús Cristo Hijo de Dios, encarnado para nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, Quien por medio de los profetas anunció la economía de nuestra salvación… Al recibir tal prédica y tal fe, la Iglesia, como dijimos, pese a estar esparcida por todo el mundo, la guarda celosamente como si viviéramos en una misma casa; cree idénticamente como si tuviera una sola alma y un sólo corazón y consecuentemente predica, enseña y trasmite como si tuviera una sola boca. Pese que en el mundo existen muchos dialectos, la fuerza de la tradición es una y la misma. Y de entre los jefes de las iglesias ninguno dirá algo contrario a la fe ni debilitará la tradición; ni aquel que es fuerte de palabra, ni el orador inexperto.”
Los Santos Padres, al defender de los herejes la doctrina ortodoxa de la Santísima Trinidad, no solamente la presentaban en el contexto de las Sagradas Escrituras y expresando fundamentos filosóficos y racionales para la refutación de las herejías, sino que también ellos mismos se basaban en el testimonio de los primeros cristianos. Ellos señalaban: 1) el ejemplo de los mártires y confesores, que en prisión no temieron declarar su fe en el Padre, en el Hijo y en Espíritu Santo, ante sus verdugos; se remitían 2) a los escritos de los hombres Apostólicos y en general a los escritos antiguos cristianos y 3) a las formulas litúrgicas. Así, San Basilio el Grande cita la Doxología menor: “Gloria al Padre por el Hijo y en el Espíritu Santo” y otra: “A Él (Cristo) con el Padre y el Espíritu Santo corresponde honor y gloria por los siglos de los siglos” y dice que estas doxologías se han usado en la Iglesia desde los tiempos mismos en que se proclamó el Evangelio. También indica San Basilio la bendición del lucernario o canto de las vísperas, llamándolos himnos “antiguos,” procedentes de los Padres y cita de ellos las palabras: “alabamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de Dios” para demostrar la fe de los antiguos cristianos en la igualdad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo.
También se tienen muchos testimonios de los antiguos Padres y maestros de la Iglesia de cómo se efectuaba desde los primeros días de la Iglesia el Bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como tres Personas Divinas, y cómo la misma Iglesia denunciaba a los herejes que se empeñaban en celebrar el bautismo en el nombre algunas veces sólo del Padre, considerando como fuerzas inferiores al Hijo y al Espíritu Santo; o en el nombre del Padre y del Hijo, y otras veces solamente del Hijo, humillando al Espíritu Santo (testimonio de San Justino mártir, Tertuliano, San Ireneo, San Cipriano, San Atanasio el Grande, San Hilario de Poitiers, San Basilio el Grande y otros).
La Iglesia, no obstante, experimentó una gran inquietud y resistió grandes luchas en defensa de este dogma. La lucha fue dirigida principalmente en dos direcciones: primero, para afirmar la consubstancialidad e igualdad de honor del Hijo con Dios Padre, y segundo, hacia la afirmación de la indivisibilidad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo.
El objetivo dogmático de la Iglesia en su primer período era encontrar las palabras exactas que mejor expresaran el dogma de la Santísima Trinidad para protegerlo de la distorsionada interpretación de los herejes.
Queriendo aproximar, aunque fuera un poco, el misterio de la Santísima Trinidad a nuestros entendimientos terrenales, es decir, lo incomprensible a lo comprensible, acudieron los Padres a comparaciones con la naturaleza, tales como: a) el sol, sus rayos y su luz, b) la raíz, el tronco y el fruto del árbol, c) la fuente, el manantial y el flujo de agua, d) tres velas encendidas una al lado de la otra que emiten una luz indivisible, e) el fuego, su resplandor y su calor, f) la inteligencia, la voluntad y la memoria, g) la conciencia, el conocimiento y el deseo, y así sucesivamente. Pero he aquí lo que dice San Gregorio el Teólogo con motivo de estas tentativas de comparación: “Todo lo que analicé con mi mente ávida de conocimiento, verificando el razonamiento desde todos los puntos y todas las semejanzas que busqué para este misterio no fueron suficientes para encontrar en lo terrenal algo con que comparar la naturaleza Divina. Si se encuentra un pequeño parecido, mucho más es lo que se escapa dejándome abajo junto con lo que elegí para la comparación. Siguiendo el ejemplo, ante otros, elegí la fuente, el arroyo y el río y medité: ¿no tienen acaso algún parecido el uno con el Padre, el otro con el Hijo y el tercero con el Espíritu Santo? Ya que la fuente, el arroyo y el río temporalmente son indivisibles e inseparables, pese a que dan la impresión de estar divididos en tres naturalezas. Pero temí, en primer lugar, presentar mediante esta comparación una diviniad en flujo incesante que excluiría su estabilidad y en segundo lugar, tuve miedo de introducir la unicidad en cuanto al número de personas. Porque la fuente, el arroyo y el río en relación al número componen una unidad, diferenciándose solamente en la forma de presentarse. Tomé de nuevo para analizar el sol, el rayo y la luz. Pero también en este caso surgían peligros; primero, que se pensase en una cierta composición de una naturaleza que no es compuesta, como cuando se trata del sol y sus propiedades; en segundo lugar, temí que al atribuir una esencia al Padre, quedaran sin hipostasiar los otros, haciendo de ellos potencias que existen en Dios, y no hipostásis. Porque los rayos y la luz no son el sol, sino efusiones solares y cualidades esenciales del mismo. En tercer lugar, temí atribuir a Dios existencia e inexistencia a la vez (conclusión a la que estas comparaciones pueden llevarnos) y esto sería aun más absurdo que lo antedicho. (…)Y en general, no encuentro nada entre los ejemplos elegidos que al ser analizado fije mi pensamiento, salvo que alguien con la debida prudencia tome un trazo de la imagen y deseche el resto. Finalmente llegué a la conclusión de que es mejor alejarse de todas las imágenes y sombras como engañadoras que son y que no nos llevan en absoluto a alcanzar la verdad, y mantenerse en una forma de pensamiento más piadoso, conforme a la fe. Es mejor detenerse en algunas locuciones teniendo como guía al Espíritu, comunicador e interlocutor sincero, y con la iluminación recibida de Él ser conducidos hasta el final, caminar en nuestro siglo con Él y, conforme a la medida de nuestras fuerzas, persuadir a otros para que adoren al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, una sola Divinidad y un único poder, porque a Él toda gloria, honor y poder por los siglos de los siglos. Amén” (San Gregorio El Teólogo, Discurso 31).
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