Anécdota sobre Halloween y San Juan Maximovitch
A finales de octubre, la Iglesia católica romana celebra la fiesta de Todos los Santos. Existe la tradición de que la noche anterior a dicha fiesta, los oscuros espíritus celebran su propio festival de desorden. En América «esta celebración» llamada Halloween se convirtió en una ocasión en la cual los niños hacen travesuras disfrazados de brujas, diablos y fantasmas como si llamaran a los poderes de la oscuridad – una diabólica mofa del Cristianismo.
En una ocasión, un grupo de rusos organizó en esa noche un Baile de Halloween. En ese mismo momento se estaba celebrando la Vigilia nocturna en la catedral de San Francisco y un gran número de personas estaba ausente, para pesar de Vladika. Tras el oficio, Vladika Juan Maximovich fue al lugar donde el baile aún se estaba llevando a cabo. Subió las escaleras y entró en el salón ante el absoluto enmudecimiento de los participantes. La música se paró y Vladika, en completo silencio, alumbró a la confundida gente, y dió una vuelta muy despacio deliberadamente, báculo en mano. No dijo ni una sóla palabra, ni fue necesario decirla, la mera vista de Vladika atormentó la conciencia de todos, como era evidente por la consternación general. Vladika se fue en silencio, y al día siguiente en la iglesia tronó su santa indignación y su flamante celo, llamando a todos a una devota vida cristiana.
Arzobispo Juan el milagroso, vida y milagros.
Sobre la festividad de Halloween
Durante este periodo del año, en todo el mundo la sociedad secular en la que vivimos se prepara para la fiesta de Halloween. Nos es absolutamente indispensable comprobar atentamente cada aspecto de nuestra participación en la vida del mundo que nos rodea: en las fiestas, asociaciones, encuentros en grupo….a fin de aprender a distinguir si son o no conformes con nuestra Santa Fe Ortodoxa.
Esta es una cuestión compleja, y a veces incluso dolorosa, en particular en el sentido en que nos damos cuenta de que hay organismos y actividades de las que no podemos tomar parte.
Aunque las escuelas, asociaciones locales y todos los programas de televisión, radio y prensa se preparen para festejar Halloween y saquen provecho de ello, es imposible para los cristianos ortodoxos tomar parte en este evento. La razón es simple: por fidelidad a Dios y a la santa fe ortodoxa. En efecto Halloween toma sus raíces del paganismo y reside aún hoy en día en su forma idolátrica en la que se rinde culto a Satán como ángel de la muerte.
Como sabemos, los cimientos mismos de nuestra Iglesia reposan sobre la sangre de los mártires que rechazaron ofrecer sacrificios y servir a los ídolos en tanto que ángeles de Satanás, aunque tal rechazo supusiera el riesgo de crueles torturas o incluso de la muerte. Por esta fidelidad de los santos mártires, Dios repartió con generosidad sobre Su Iglesia la gracia por la cual en su entorno el número de cristianos aumentó cotidianamente en momentos incluso cuando a raíz de un gran miedo a las persecuciones que se estaban dando, parecía como si se fuera a apagar la llama de la fe. Contrariamente a la psicología del mundo, son precisamente la humilde fidelidad a Dios y la obediencia a Él, los hilos conductores de nuestra vida en Cristo, por los cuales se nos da el verdadero mundo espiritual, el amor, la felicidad y la participación en las obras maravillosas de Su Espíritu Santo. He aquí por qué la Iglesia nos llama a rechazar siempre la mentira y a ser fieles a la Verdad.
A fin de comprender las razones por las cuales no podemos participar en la fiesta pagana de Halloween, es importante tomar conciencia del peligro espiritual que representa tal acto. Para ello hagamos memoria histórica de esta solemnidad anticristiana. Esta fiesta se remonta a los tiempos pre-cristianos y apareció en el seno de las tribus Celtas de Gran Bretaña, de Irlanda y del norte de Francia. Estas tribus paganas pensaban que la vida física nacía de la muerte. Esa es la razón por la cual celebraban el año nuevo en otoño, del 31 de octubre por la noche hasta el día siguiente, el 1 de noviembre durante todo el día, cuando según sus creencias comenzaba el tiempo de la frialdad, las tinieblas, la decrepitud y la muerte. Los Celtas rendían culto a una divinidad denominada Samkhain, que consideraban como el soberano de la muerte. Es a esta deidad a quienes estaban consagradas las festividades del año nuevo.
Esta fiesta se acompañaba de numerosas tradiciones y creencias que no podemos, desde el punto de vista ortodoxo, más que calificar de demoniacas y que, así como veremos más adelante, se han conservado hasta nuestros días. El día antes de año nuevo, según las indicaciones de los druidas (sacrificadores en la religión celta), el pueblo apagaba todas las hogueras y luces. Y esa misma noche se encendía una enorme hoguera hecha de madera de roble, ya que el roble se consideraba como un árbol sagrado. Se quemaban las ofrendas, animales y algunas veces hombres, ofrecidos en sacrificio por los cuales se esperaba aplacar la ira de Samkhain. Se creía que Samkahain autorizaba este día las almas de los muertos a volver a sus casas. Es precisamente de ahí que proviene la costumbre de reunirse en la oscuridad disfrazándose con máscaras y vestidos que representaban a fantasmas, brujas, demonios y otros espíritus impuros. De esta manera los vivos entraban en relación íntima con los muertos, en medio de actos mágicos imitando el comportamiento de los muertos.
Las palabras “trick or treat” (truco o trato) forman parte de este sistema de creencias y de prácticas mágicas. Se consideraba que las almas de los difuntos que habían entrado en el mundo de las tinieblas, de la decrepitud y de la muerte, y que en consecuencia, habían caído bajo la dominación del príncipe de la muerte Samkhain, soportaban grandes sufrimientos por los cuales padecían terriblemente. De ahí proviene la costumbre de pedir limosna en ese día, lo cual era considerado como una ceremonia festiva, por imitación de aquello que hacían las almas de los difuntos según las creencias de los celtas durante su visita festiva del año nuevo. Se pensaba que si no tranquilizábamos, por medio de las ofrendas, las almas de los muertos y de aquellos que les representaban (“treat” o engaño), daba lugar a la cólera de Samkain que se traducía en maldiciones (“tricks”, “engaño” o “malos acuerdos”)de parte de sus servidores que regresaban.
Desde el punto de vista cristiano ortodoxo, la participación en esta clase de práctica es imposible y constituye, de hecho, una forma de idolatría, verdadera traición a Dios y a nuestra santa Fe. Si tomamos parte en ritos consistentes en imitar a los muertos, a vestirnos como ellos y a pedir ofrendas en su nombre, estaremos buscando voluntariamente el acercarnos a ellos, cuyo soberano no es Samkhain como pensaban los Celtas, sino Satán, el enemigo que se opone a Dios. Además, si participamos en este tipo de ritual de “trick or treat” (“truco o trato”), no estamos dando la ofrenda a niños inocentes, sino a Satán a quien los niños han ido a servir, jugando a los muertos andan errantes en las tinieblas de la noche.
Es conveniente abstenerse de la práctica de “Jack O’Lantern”, porque proviene del rito celta que hemos escrito anteriormente de quemar los sacrificios. En EE.UU se utiliza para ello la calabaza; en la antigüedad se tomaba del fuego de esa hoguera y se llevaba a casa dejándolo quemar durante toda la noche. El hecho de meter ese Jack O’Lantern en nuestras casas, ya nos une a las festividades en honor del dios pagano celta Samkhaim. En ningún caso los cristianos ortodoxos deben participar en esas costumbres paganas, sino que por el contrario hace falta mantener las tradiciones ortodoxas como la de encender lamparitas de aceite al Salvador, a la Santísima Madre de Dios y a todos los santos.
En la tradición celta antigua, se practicaba igualmente ese día, la videncia. Mientras que la hoguera del sacrificio acabada de arder, los sacrificadores (druidas) hacían predicciones, sobre los restos de las ofrendas, para predecir los eventos del próximo año. Tras esa época, la noche de Halloween se convirtió definitivamente en la noche de la brujería, la adivinación, la magia, y más tarde, en la Edad Media, de la magia negra y del culto a Satanás. En nuestros días, la secta que se hace llamar “la Iglesia de Satanás” proclamó abiertamente este día como su fiesta para servir, según sus planes, de testigos de Satanás.
Al principio del todo de la Iglesia celta, que era Ortodoxa, los Santos Padres intentaron oponerse a esta fiesta pagana que glorificaba al señor de la muerte, instaurando el mismo día la fiesta de Todos los Santos (en Oriente esta fiesta cae el primer domingo después de Pentecostés). De ahí proviene el nombre mismo de Halloween porque en el antiguo inglés “All Hallow E’en” significaba la víspera de la fiesta de todos los santos. Los paganos entre quienes las creencias se mezclaban íntimamente al ocultismo, al satanismo y a la magia, intensificaban particularmente su culto esa noche para responder a los esfuerzos de la Iglesia Ortodoxa por eliminar dicha fiesta. Al principio de la Edad Media, Halloween se convirtió en la principal fiesta oculta. Durante esa noche y durante todo el día siguiente, se practicaban todo tipo de actos de brujería, magia negra y de satanismo posibles. Un gran número de ellos terminaban con una parodia de tradiciones y creencias cristianas. Se llevaban disfraces de esqueleto para burlarse de la veneración en las iglesias de las santas reliquias; se robaban objetos de culto, cruces y los Santos Dones guardados en el Altar como reserva para profanarlos. Se tomó la práctica de pedir la ofrenda de ridiculizar a los cristianos, que a causa de su fe no podían dar ningún tipo de limosna a quienes servían al príncipe de la muerte. En el mundo occidental contemporáneo los esfuerzos de la Iglesia por erradicar esta fiesta pagana y reemplazarla por el día de Todos los Santos no fue coronada con éxito.
En la antigua Rusia el equivalente de Halloween era el “día de Navie” (del viejo eslavón “nav” es “difunto”), que se llamaba igualmente Radonitsa y que se festejaba en primavera. Para erradicar esta fiesta, la Iglesia la acercó a Pascua, y autorizó a festejar el martes de la semana de Tomás como el día de conmemoración de los difuntos, todavía llenos de la alegría pascual de la resurrección llegada a toda la humanidad por Jesús Cristo. Finalmente en Rusia el sentido pagano de la fiesta fue vencido y olvidado, y la Radonitsa ya no ocupa el lugar preponderante en la vida popular, habiendo cedido ante la verdadera fiesta de las fiestas, y solemnidad de solemnidades: la Pascua.
Sin embargo, numerosas costumbres paganas de la antigua Rusia tales como las fiestas mágicas de Semuk, Koupalo, la semana de la Sylphida, y el mismo Carnaval sobre numerosos aspectos, se han conservado en ciertas regiones hasta principios de siglo, y no han desaparecido realmente hasta hace poco, aunque el poder comunista anti-Dios haya tentado deliberadamente de hacerlas revivir. Podemos todavía citar el ejemplo de una fiesta “anodina”, el 1 de mayo, que fue hace mucho tiempo proclamada como “día internacional de los trabajadores”. Como bien saben los teólogos y los historiadores, esa fue la re-denominación de la noche de Walpurgis (o noche de las brujas), la noche del 30 de abril al 1 de mayo, y que es el gran baile anual de los demonios a través el cual se rendía culto a Satanás y todos los participantes se unían en la cofradía de Satanás.
La fiesta contemporánea de Halloween toma sus raíces del paganismo, la idolatría y el culto a Satanás, ¿cómo es entonces que esta fiesta totalmente anti-ortodoxa haya sido adoptada por los cristianos?.
La respuesta es simple: por apatía espiritual e indiferencia, que son la base del ateísmo y del rechazo a Dios. En la sociedad contemporánea se intenta persuadir sin cesar a la gente de no asumir importancia alguna a las raíces espirituales y al origen de tal o tal costumbre bajo el pretexto de que esos hábitos puramente externos son agradables, divertidos e insignificantes. Detrás de esas consideraciones se esconden las premisas del ateísmo, que niega la existencia de Dios y de Satanás, y que de ese hecho concluye que esas acciones, a pesar de sus orígenes idolátricos evidentes, son inofensivos y no entrañan ninguna consecuencia.
La Santa Iglesia Ortodoxa se opone fuertemente a eso, porque Jesús Cristo nos enseñó que Dios juzga la menor de nuestras acciones y de nuestras creencias, y que todos nuestros actos son bien agradables a Dios, bien contra Él: “quien no está conmigo, está contra Mí, y quien no amontona conmigo, desparrama” (Mt. 12:30).
Los espíritus malignos existen. Cristo vino al mundo a fin de que por medio de la muerte destruyese a aquel que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo (Heb. 2:14). Nosotros, cristianos, debemos comprender bien que nuestro enemigo mortal es aquel que incita a las naciones enteras y a los individuos en particular a pecar contra el género humano y que no les deja llegar al conocimiento de la verdad. Si no tomamos consciencia del hecho de que Satanás sea nuestro enemigo real, no podremos jamás esperar un progreso espiritual en nuestra vida. Porque la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial (Ef. 6:12).
Hoy somos testigos de la gran propagación de cultos satánicos, oímos hablar sobre misas satánicas celebradas la noche de Halloween. La prensa está llena de información sobre el espiritismo, los fenómenos paranormales, las predicciones etc…todo eso está inspirado por fuerzas demoniacas.
La Iglesia conmemora a San Juan de Kronstadt, ese gran médico de nuestras almas y cuerpos, precisamente el día de Halloween, el día en que muchos se consagran al destructor, al seductor y al embustero de la humanidad. Esta coincidencia es incontestablemente un acto de la providencia divina. San Juan de Kronstadt previno a la sociedad rusa, de antes de la revolución, contra el entusiasmo por el anarquismo a lo Tolstoi, por el marxismo, el ocultismo, satanismo y por otros movimientos todavía a la moda, pero no fue entendido. Y sabemos qué tragedia vivió Rusia tras su desobediencia.
Enseñad a vuestros hijos. Contadles los orígenes paganos y satánicos de Halloween. Si hace falta, que no vayan al colegio ese día, para no participar en los preparativos de esa fiesta. Gracias a Dios tenemos todavía legalmente el derecho a no participar en eventos contrarios a nuestra conciencia cristiana. Dándonos al mismo tiempo que Halloween la fiesta de San Juan de Kronstadt, este gran taumaturgo y médico (de las almas), Dios nos procuró un antídoto espiritual contra los subterfugios de Satanás, y es nuestro deber utilizar este don puesto que en verdad Dios es admirable en Sus Santos.
Por el Obispo (por aquel entonces higumeno) Cirilo de Seattle. Pravoslavnaia Rouss nº 18, 1992
Recuerda:
En cuanto a las prácticas que se realizan en la noche de Halloween
“…no aprenderás a imitar las obominaciones de estos pueblos. No se halle en medio de ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; ni quien practique adivinación o el sortilegio, ni quien sea agorero, o mago, o encantador; ni quien consulte a espíritus y adivinos, o pregunte a los muertos. Porque todo aquel que hace estas cosas es abominable ante el Señor, tu Dios; y a causa de estas abominaciones el Señor, tu Dios, los va a arrojar delante de ti. Se escrupuloso en el cumplimiento de la Ley del Señor, tu Dios. Porque estos pueblos que tú vas a desposeer escuchan a agoreros y adivinos, pero a ti te lo ha prohibido el Señor, tu Dios (Deuteronomio 18:9-14)
Halloween es una costumbre pagana practicada en muchos países
“No imitéis las costumbres de los gentiles….porque los ritos de los gentiles son vanidad” (Jeremías 10: 2-3)
Halloween es una festividad inocente y no tiene nada de malo.
“¡Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal, que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que dan lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20)
En Halloween los muertos vienen a visitarnos
«Respondió: «Entonces te ruego, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, a fin de que no vengan, también ellos, a este lugar de tormentos.» Abrahán respondió: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen». Replicó: «No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va junto a ellos se arrepentirán» Él, empero, le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se dejarán persuadir, ni aún cuando alguno resucite de entre los muertos.» (Lucas 16: 28-31)
No olvidemos que “la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial” (Ef. 6:12).
Traducido por hipodiácono Miguel P. ©
Referencias:
Fragmentos cogidos de diferentes artículos, en cada uno está indicado al final la fuente. Las citas proceden de la Biblia versión traducida por Juan Straubinger
Categorías:Apologética, vida ortodoxa en el mundo
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