Etiqueta monástica y conventual

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Los monjes son personas que han sido llamadas a salir del mundo para vivir la vida angélica. Por esta razón, los laicos han sido siempre alentados a visitar los monasterios de forma regular, para formar su propia vida espiritual alrededor de los que representan el estándar de la dedicación espiritual. Los monjes serios que verdaderamente se dedican a una vida de oración, representan el verdadero propósito de nuestro ser en esta tierra: amar a Dios y a nuestro prójimo. Tras algún tiempo en tal atmósfera, un laico es capaz de desprenderse de la vida agitada diaria y obtener una perspectiva más elevada de la vida. Puesto que muchos monasterios ortodoxos son tradicionalmente pequeños, y especialmente en estos tiempos, a menudo los monjes encuentran difícil equilibrar sus vidas de oración con las necesidades y distracciones introducidas por sus huéspedes. Para preservar este delicado equilibrio, se ha desarrollado la siguiente guía durante siglos, para asegurar que los visitantes no interrumpan las vidas espirituales de los monjes a los que visitan. Estas reglas se aplican igualmente a monasterios y conventos.

1.- Cuando se llega al monasterio, el higumeno (o higumena) es siempre saludado de la misma forma en la que saludaríamos a un sacerdote. El higumeno no tiene por qué ser siempre necesariamente un hieromonje, pero siempre se le concede el mismo respeto.

2.- Se debe saludar a los hermanos (o hermanas) del monasterio cuando los veamos, pero no debemos molestarlos para conversar. Especialmente, no debemos conversar con novicios. La conversación y las preguntas deben ser dirigidas al higumeno (o higumena) si él (o ella) está presente, o a alguien indicado para cuidar de los huéspedes. Otros mojes pueden tener una bendición especial para hablar con los visitantes. Es una parte importante de los monjes el obedecer, y su silencio no debe ser interpretado como frialdad hacia un visitante.

3.- Normalmente, los visitantes son conducidos a la iglesia para venerar los iconos antes de hacer nada en el monasterio. Muchas capillas monásticas tienen áreas reservadas para monjes. Los laicos deben respetar estas divisiones y no entrar en tales áreas reservadas.

4.- La totalidad de los terrenos del monasterio debe ser tratado con la misma piedad que el interior de la Iglesia. No se debe permitir a los niños correr libremente, sino que deberían estar tranquilos y permanecer cerca de sus padres.

5.- Hay áreas privadas en los monasterios a las que los laicos no deberían ir a menos que sean invitados. Dependiendo de si es un monasterio o un convento, algunas áreas permanecerán fuera de los limites de los visitantes de ambos sexos. Bajo ninguna circunstancia deben entrar los hombres en las celdas privadas de monjas, así como las mujeres no deben entrar en las celdas privadas de los monjes.

6.- Cuando se es invitado a cenar en el refectorio, el visitante debe eliminar toda conversación durante la comida, a menos que sea abordada por el higumeno (o higumena). En muchos monasterios, a las mujeres no se les permite comer con los monjes, sino que comen en un lugar separado. Esto también se aplica a los hombres que visitan los monasterios femeninos. Durante la comida en el refectorio, los visitantes deben seguir el ejemplo del higumeno durante la comida. Esto incluye permanecer tras el asiento durante la bendición, esperar a que el higumeno se siente antes que los demás, esperar a que el higumeno coma antes de empezar a comer, y esperar a que el higumeno beba (normalmente indicado por el sonido de una campana y una pequeña bendición) antes de que nadie beba. Al final de la comida, debemos levantarnos cuando el higumeno se levante, ya sea que hayamos terminado la comida o no, y sólo continuar comiendo si se es invitado a hacerlo. Normalmente, cuando el higumeno se levanta, la comida finaliza y empiezan las oraciones de después de comer.

7.- Muchos monasterios tienen casas de huéspedes para los visitantes, normalmente alejadas del propio monasterio. Algunos monasterios desalientan el hecho de que los visitantes pernocten. Sin embargo, si estamos en un monasterio o en su casa de huéspedes, debemos asistir a todos los oficios a los que tengamos permiso asistir. (Algunas comunidades monásticas no ofrecen oficios diarios a los laicos, ya que esto puede ocasionar distracción para los monjes. Debemos concretar con el higumeno o su representante a qué servicios se nos requiere o permite asistir). Si permanecemos en el mismo monasterio y deseamos salir de sus terrenos por alguna razón, tal como dar un paseo, deberíamos pedir una bendición para eso. Naturalmente, no se debe fumar en ninguna parte del monasterio o de la casa de huéspedes. Ya que en los monasterios ortodoxos nunca se come carne, no debemos preparar comidas con carne, si permanecemos en la casa de huéspedes. Por supuesto, debemos dejar la habitación o la casa de huéspedes en la misma condición en la que la encontramos. Un monasterio no es un motel o una parada vacacional, así que no hay criados contratados para limpiar tras nuestra visita.

8.- Cuando visitemos un monasterio, incluso aunque sea por poco tiempo, siempre debemos llevar un regalo. Estos regalos pueden incluir aceite de oliva, velas, dulces, frutas u hortalizas, brandy, etc…

9.- En la fiesta de un monasterio o de su superior, debemos enviar saludos o un pequeño presente. La fiesta de un monasterio es un día extremadamente importante en su vida espiritual, y se conceden grandes bendiciones para los que visitan un monasterio o su Iglesia en ese día. A causa de la influencia protestante y un declive en la piedad católico romana, los conversos de estas confesiones generalmente suelen ser laxos en su veneración a los santos. A menudo olvidan completamente los días de fiesta, tanto los de sus santos patrones (que deberían ser celebrados con mayor festividad que un cumpleaños) o los de los monasterios y las comunidades eclesiásticas. La Iglesia Ortodoxa nunca ha perdido de vista la tremenda interacción entre nuestro mundo físico de los sentidos y el mundo espiritual de los santos. Así, los creyentes piadosos que se sacrifican en visitar un monasterio o una iglesia en el día de su fiesta, según la Tradición de la Iglesia, reciben grandes bendiciones.

10.- Un objetivo espiritual importante de cualquier visitante a un monasterio debe ser el buscar confesarse allí. Las mujeres pueden, en algunos casos, confesar y buscar la ayuda de una madre espiritual en un ambiente monástico (aunque la oración de confesión misma, por supuesto, debe ser dicha por un sacerdote). De hecho, en Grecia no es inusual el hecho de que los hombres busquen el consejo particular o la piadosa guía espiritual de una monja o higumena. El metropolita Cipriano estaba profundamente influenciado por el consejo de una madre espiritual que previó su servicio en la Iglesia. San Serafín de Sarov también recibió una bendición para seguir la vida angélica de la Higumena por excelencia.

Cuando confesemos en un monasterio, asegurémonos de tener en cuenta que, mientras estamos orando tranquilamente y pensando en nuestros pensamientos durante la visita, los monjes y monjas están asistiendo a un ciclo completo de oficios, realizando sus propios cánones (reglas de oración privada), preparando comidas, trabajando a menudo en tareas por las que sustentan a sus comunidades, o cuidando de otros menesteres importantes. Por lo tanto, nuestra confesión no debe presentar una ocasión para cotillear, hablar extensamente, o hablar curiosamente. Haced corta vuestra confesión, concisa y contrita. Y seguid el consejo que se da en este escrito. Además, un visitante puede acomodar su horario al de los monjes y no insistir en confesar en el momento que crea más conveniente.

11.- Cuando se abandone el monasterio, el visitante debe asegurarse de dejar una donación por la hospitalidad recibida. El montante debe estar determinado por el periodo de estancia (y las estancias en los monasterios deberían, a menos que estemos viajando una larga distancia por una rara e infrecuente visita, limitarse a tres días, en circunstancias normales) y el número de comidas recibidas (si no las preparáis, como normalmente haríamos cuando estamos en la casa de huéspedes) y el montante de utensilios usados. A menudo, la gente olvida el coste de tales cosas, particularmente en invierno, cuando el calor es muy caro. Cuando sea posible, se debería dejar un montante equivalente, al menos, a la mitad del coste de una modesta habitación de hotel durante el mismo período. No se os pedirá nada, pues eso violaría la regla monástica de la hospitalidad. Sin embargo, deberíais dejar una donación al higumeno (o higumena) incluso si lo rechaza. Si fracasa todo intento, podéis dejar la donación anónimamente en la caja de las velas a la salida de la Iglesia. Recordad la admonición de San Pablo: “Si nosotros hemos sembrado en vosotros los bienes espirituales, ¿será mucho que recojamos de vosotros cosas temporales?” (1ª Corintios 9:11).

Cuando visitemos un monasterio o convento, no os sorprendáis o desmayéis si sentís cierto temor inicial o inquietud. A menudo la gente cae bajo alguna opresión espiritual cuando llega por primera vez a un monasterio, particularmente si tal es la primera visita. Una razón para esta inquietud es que como laicos, somos humillados por el ejemplo que dan los verdaderos monjes. Esta humildad puede asaltar nuestro orgullo e incluso causarnos incomodidad con los monjes. Sin embargo, si reconocemos honesta y profundamente y admitimos sus sacrificios, su devoción, su obediencia, y su humildad, no estaremos demasiado impresionados con nuestros propios esfuerzos. Esta es la mayor bendición de visitar un monasterio. Una vez que admitamos nuestra debilidad espiritual y la superemos, llegaremos a recibir y apreciar la instrucción beneficiosa disponible por la sola presencia de los buenos monjes. Esto no es un proceso cómodo. Un primer impulso puede ser, de hecho, el salir de allí. Pero esto pasará. No os desalentéis por tales sentimientos. Sólo significa que recibiréis una gran bendición al final de vuestra visita.

Finalmente no os convirtáis en un tábano eclesiástico. No visitéis diferentes monasterios y conventos y los comparéis unos con otros. Aunque es cierto que un buen monasterio ortodoxo debe, por supuesto, estar adherido a ciertas tradiciones universales, toda comunidad tiene su propio estilo y sus propias costumbres. Encontrad lugares que sean beneficiosos para vosotros y haced de ellos vuestro retiro espiritual. Si visitáis más de una comunidad buscando un lugar que se adapte a vosotros, no habléis constantemente de lo que habéis visto en otros monasterios. Podéis convertiros así en una fuente de tentación y escándalo para los monjes que escuchen esto. Es vuestra obligación el daros cuenta de dónde estáis y dar Gracias a Dios por ello. No es vuestra obligación el comparar allí precios o comparar una comunidad con otra o chismorrear sobre un lugar u otro. Si obráis así, vuestra peregrinación monástica será perjudicial para vosotros y los demás.

Padre David Cownie y presbítera Juliana Cownie, Guía para una vida ortodoxa, pp. 96-100.

Traducido por psaltir Nektario B. ©



Categorías:familia ortodoxa, monaquismo

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