Padre San Barsanufio de Optina
2 de enero de 1911
¡Gloria a Dios!
Lo hemos hecho para las fiestas. Los días presentes son llamados “Svyatki”, esto es, días santos, pues la Iglesia los dedica a la conmemoración de la Natividad del Salvador del mundo.
¡Pero lo que está ocurriendo en el mundo es terrible de considerar!, el comer en exceso, la embriaguez y el libertinaje.
Gogol tiene una historia titulada “Cómo se peleaba Ivan Ivanovich con Ivan Nikiforovich”. En ella se describe cómo, por razones insignificantes, dos amigos se pelearon durante toda su vida, agotando todos sus medios en los tribunales y empobreciéndose, sólo para procesarse el uno al otro. ¡Una historia triste! Gogol termina su relato con estas palabras: “¡Es agotador vivir en el mundo, Señor!”
Vivimos tiempos terribles: las personas se alzan unas contra otras, a veces prescindiendo de relaciones y de amistades. Se alzan contra las autoridades legítimas; todo se está hundiendo, la fe, la virtud y la modestia. La indisciplina aumentó tras la declaración de toda clase de libertad de Alejandro II. No es agotador, ¡pero es terrible vivir en este mundo, Señor! Pero, por esto no debemos caer en la desesperación. En el pasado fue mucho peor. En cuanto al presente, aún se calmarán las cosas. Todavía no es el tiempo del anticristo.
El escenario de la actualidad actúa de forma corrupta en el alma, pues se producen tales cosas inmorales, como el “anatema” de Andreev y obras similares. El Señor es misericordioso, pero también es justo. Las Santas Escrituras dicen: “Dios no se deja burlar” (Gálatas 6:7, Straubinger). Soportará los pecados e iniquidades durante mucho tiempo, pero si un hombre no quiere corregirse a sí mismo, castigará al malvado con una muerte súbita. “En el estado en que te encuentre, así te juzgaré”, dice el Señor. Horrible será el destino de un hombre que muera repentinamente mientras comete pecados.
Un hombre rico que se había casado con una joven pobre, comenzó a burlarse de ella en todas las formas y se entregó a una vida libertina. Una vez, fue al teatro a ver una obra inmoral. Durante el descanso, fue al buffet, tomó una copa de vino, y de repente, cayó muerto. ¿Cómo aparecerá tal alma ante el juicio de Dios?
O he aquí otro incidente similar. Una vez, en el teatro Rink de Viena, se representaba alguna clase de obra profana. De repente apareció un fuego, que rápidamente se extendió por todo el edificio, y pereció un gran número de gente. Se produjo una impactante impresión cuando después se vio una gran cantidad de ataúdes, uno detrás de otro, dirigiéndose al cementerio. ¿Y cuál fue el destino de esta gente más allá de la tumba? ¡Es terrible pensarlo!
Ahora todo está permitido, y las representaciones teatrales se llevan a cabo incluso en grandes fiestas. Antiguamente, las obras no se representaban en los teatros públicos en días de fiesta. Recuerdo una vez en Kazán, en la fiesta de San Nicolás, que se permitió una representación. De repente se produjo un incendio en los laterales del edificio que produjo un pánico general. Sin embargo, no hubo víctimas humanas, pues el Señor tuvo misericordia, por las intercesiones del santo jerarca. Durante mucho tiempo después de esto, no se permitieron las representaciones en la fiesta de San Nicolás el Taumaturgo.
Cuando yo estaba en el mundo, amaba la ópera. La música buena y seria me complacía y siempre tenía una reserva en la zona de la orquesta. Más tarde, cuando empecé a conocer cosas diferentes, como los consejos espirituales, la ópera dejó de interesarme. Cuando una válvula del corazón se cierra a la receptividad de los placeres mundanos, se abre otra válvula para la recepción de los placeres espirituales.
Pero, ¿cómo se consigue esto? En primer lugar, por la paz y amor al prójimo: “El amor es paciente, el amor es benigno, sin envidia; el amor no es jactancioso, no se engríe; no hace nada que no sea conveniente, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se regocija en la injusticia, antes se regocija con la verdad; todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca acaba” (1ª Corintios 13:4-8, Straubinger). Luego, por la paciencia. ¿Quién será salvado? “Pero el que perseverare hasta el fin, ese será salvo” (Mateo 10:22, Straubinger). También, alejándose de pecaminosos placeres como, por ejemplo, los juegos de cartas, los bailes, etc.
Un hombre tuvo un sueño de gente bailando la cuadrilla (nota del traductor español: “antiguo baile por parejas”), y un ángel del Señor le enseñó, diciendo: “Mira lo que están haciendo”. Y él miró: “Señor, realmente esto es una profanación de la cruz de Cristo”. De hecho, la cuadrilla francesa fue inventada durante la era de la revolución para pisotear la cruz; ved, incluso de cuatro a ocho personas lo bailan, para que produzca una cruz.
Una monja esquema tuvo un sueño similar. A ella le parecía que los bailarines eran engullidos por las llamas y rodeados con cuerdas por demonios que saltaban a su alrededor, regodeándose con la destrucción del pueblo.
Así que ahora es “Svyakti”, pero qué gran diferencia hay entre los que celebran estos santos días en el mundo, y en el monasterio. Allí, en el mundo, sirven al enemigo; aquí, en el monasterio, se sirve a Dios. Mientras que en el mundo las iniquidades alcanzan un enorme grado de desarrollo, en el monasterio hay un gran júbilo y paz en el Señor. Los solemnes oficios de la iglesia llena el alma y la disponen para empezar a sentir más fuertemente la ilimitada bondad del Señor, que ahora nace de la Esposa de Dios, la Virgen María. En nuestro monasterio, la naturaleza nos dispone a un tranquilo gozo en el Señor.
Al mismo tiempo que la gente del mundo es atraída por la literatura mundana, a menudo de contenido inmoral, en los monasterios tenemos la lectura del Salterio, y en nuestro tiempo libre, las vidas de los santos. Cuando entré en el monasterio, creció en mi el deseo de leer todos nuestros clásicos. Revelé esto al padre espiritual, pero él me lo prohibió. Ahora me alegro de haber recibido sus sabios consejos, pues el deseo de entretenerme en la literatura mundana era el hilo de pesca del enemigo, despertando en mí recuerdos de la vida mundana y, tal vez, me lamentara por eso. No quiero decir que la lectura de las obras de nuestros grandes escritores sea un pecado, pues hay lectura que es muy provechosa y edificante. En primer lugar, debemos leer el Salterio, que fue escrito por el santo rey y profeta David por la inspiración del Espíritu Santo. El mismo profeta David dice: “Mi lengua es pluma de ágil escriba” (Salmos 44:2, Straubinger). Y las vidas de los santos son lecturas indispensables, pues obran beneficiosamente en el alma, especialmente si las leéis en eslavo.
En este tiempo muchos no entienden la lengua eslava, pero sin embargo es incomparablemente mucho más bonita y rica que el ruso. Un experto comparó el eslavo y el ruso y dijo que hay tal diferencia entre ellas como la hay entre una magnífica catedral y una simple iglesia de pueblo. En el mundo, la gente ha abandonado por completo la lectura de las vidas de los santos, especialmente en eslavo. No os acomodéis a las costumbres de este tiempo; retomad esta lectura salvadora.
Visitad los monasterios, especialmente los días de fiesta, incluso cuando yo no esté aquí. No olvidéis venir aquí a dar reposo a vuestra alma. Y quizá el Señor os conceda uno de sus rangos monásticos. Aunque la vida monástica está llena de aflicciones y tentaciones, aun así lleva consigo un gran consuelo, del cual el mundo no tiene la más mínima comprensión.
Sin embargo, no importa cómo seáis salvados, con tal de que seáis salvados y alcancéis el reino del cielo, si el Señor tiene a bien concedérnoslo a todos. Amén.
11 de abril de 1911
Es el día de Resurrección, resplandece, oh pueblo; esta es la Pascua, la Pascua del Señor, Cristo nuestro Dios ha pasado de la muerte a la vida y de la tierra al cielo, el cual canta un himno de Victoria… ¿Qué podría ser más extático, más jubiloso, que este Canon? ¿Dónde puede haber una expresión con mayor alegría?
La alegría plena no tiene lugar en esta vida, donde vemos a Dios sólo a través de un cristal, de forma empañada. Esta alegría comenzará allí, más allá de la tumba, cuando veamos a Dios frente a frente. No todos verán a Dios de la misma forma, sino que cada uno lo verá según la medida de su propia receptividad. De hecho, incluso la visión de los serafines es diferente de la visión de los simples ángeles. Sólo podemos decir, que quien no haya visto a Cristo en esta vida, no lo verá en la siguiente. La capacidad de ver a Dios se alcanza por trabajo en uno mismo en esta vida.
La vida de cualquier cristiano puede ser representada gráficamente como una línea ascendente ininterrumpida. Pero el Señor no permite al hombre ver este ascenso; lo oculta, conociendo la debilidad humana, conociendo que observando su propia mejora el hombre no tardaría demasiado en volverse orgulloso, y donde hay orgullo, también hay una caída en el abismo. (Benjamín) Franklin ideó una cosa horrible, proponiendo que la gente, en pequeñas placas, anotara sus éxitos diarios, semanales, y así sucesivamente. De esta forma sólo podemos alcanzar un terrible estado de engaño, y caer en el abismo de destrucción.
No, el nuestro es un camino diferente. Todos debemos esforzarnos por llegar a Dios, al cielo, hacia el Oriente, pero debemos ver nuestros propios pecados y debilidades, confesarnos a nosotros mismos como los primeros entre los pecadores, viéndonos a nosotros mismos por debajo de todo, y a todos los demás por encima de nosotros. Sin embargo, esto es algo difícil; todos intentamos señalar a otros: este es débil en esto, pero yo no; soy un buen chico, mejor que él. Hay que luchar contra este rasgo. Es una dura lucha, pero sin ella es imposible ver a Dios. En verdad, sólo poca gente ha visto a Dios frente a frente, como San Serafín de Sarov, pero todos, sin excepción, debemos esforzarnos, sólo para ver Su reflejo. Si creemos en Cristo e intentamos, según nuestras fuerzas, cumplir sus mandamientos, entonces, aunque sólo sea por una grieta, aún podremos verlo. Nuestra visión de Cristo y la visión de los santos puede ser comparada a la habilidad de un hombre y un águila para mirar al sol. El águila se eleva por encima de la tierra, cruza el cielo, y sin pestañear mira al sol. Pero la mirada del hombre no está adaptada a esto; el hombre no puede soportar la plenitud de la luz. Así sucede también con la Luz Divina; los que se adapten a esta visión espiritual, lo verán, y el resto, o.
Un intelectual angustiado me escribió: “Estoy en un momento muy difícil. Externamente, todo parece estar bien, el negocio va bien, hay armonía en mi familia, y tengo una buena mujer. Pero el problema es que no tengo a nadie con quien poder desnudar mi alma. Mi mujer no entiende que estoy deprimido, y los hijos aún son pequeños. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ser liberado de mi melancolía y tristeza?
Le aconsejé que leyera el Salterio. “En el salmo 93, se lee lo siguiente: ‘Cuando las ansiedades se multiplican en mi corazón, tus consuelos deleitan mi alma’ (Salmos 93:19, Straubinger). Toma este versículo y empieza a leer el Salterio. Creo que Dios te confortará”, le escribí. Pasó algún tiempo. Recibí una carta: “Le obedecí y empecé a leer el Salterio, pero no entiendo nada en él”. Le escribí: “El gran padre Ambrosio respondió a esta declaración: ‘Tú no entiendes, pero incluso así, los demonios entienden perfectamente y se alejan’. Léelo de nuevo, sin entenderlo, y en algún momento empezarás a entender”. No sé qué sucedió después. Y a vosotros os repito: leed el Salterio diariamente, aun un poco, y el Señor, en su misericordia, no os abandonará, y siempre será vuestra Ayuda y Consuelo. Amén.
12 de abril de 1911
En los primeros siglos, los seguidores de Cristo el Salvador recibían la Comunión todos los días, pero llevaban una vida igual a la de los ángeles y estaban listos a cada minuto para presentarse ante el rostro de Dios. Frecuentemente sucedía que un cristiano recibía la Comunión por la mañana y por la tarde era capturado y conducido al coliseo. Estando en constante peligro, los cristianos velaban por su paz con un ojo vigilante y conducían sus vidas en la pureza y la santidad.
Pero los primeros siglos pasaron, las persecuciones de los incrédulos cesaron, y el peligro constante cesó. Entonces, en vez de la Comunión diaria, empezaron a comulgar una vez por semana, luego una vez al mes, y ahora incluso una vez al año.
Aquí, en la skete, seguimos la regla del Monte Athos, compilada por los santos padres y transmitida a nosotros para nuestra edificación. Todos los monjes comulgas seis veces por año, pero con bendición, incluso algunas veces más. Se han acostumbrado tanto a esto que la comunión frecuente atrae la atención general…
-“¿Por qué el padre Jerónimo recibe hoy la comunión?”
-Porque el padre espiritual se lo permitió.
-“¿Pero por qué?”
-El maligno se le apareció en forma tangible y se quedó totalmente debilitado.
-“Ah… bueno, entonces es comprensible”.
Sin embargo, es posible confesar, incluso diariamente, y aquí confiesan muy a menudo. Los habitantes de la skete vienen al padre cada día para revelar sus pensamientos, mientras que en el monasterio los hermanos lo hacen una vez por semana. De los hermanos del monasterio, y especialmente de los hermanos de la skete, se requiere una vida exaltada según los mandamientos del Señor, una vida igual a la de los ángeles. Nuestros difuntos padres cumplían estos nobles preceptos, y el Señor los glorificó. Creemos que sus cuerpos yacen incorruptos. Es sabido con relación al padre Macario que su cuerpo no conoció la corrupción, y que los hermanos pudieron comprobar cuando se construía una capilla sobre sus restos y, ya sabéis que murió hace sesenta años.
Es un fenómeno notorio: los cuerpos de los justos y ascetas están incorruptos. De los cuerpos de los reyes y gobernantes de este mundo sólo quedan un puñado de cenizas y nada más. No hace mucho se escribió que durante las excavaciones de las tumbas, se encontraron las tumbas de Diocleciano, Nerón y otros gobernantes, ante los cuales el mundo entero tembló una vez. ¿Y cuál fue el destino de sus restos? Cuando le preguntaron a un simple trabajador qué se encontró en las urnas, señaló con indiferencia: “Cenizas”.
-“¿Y dónde están las cenizas?”
-Se las di a mi mujer para lavar la ropa, ya que eran cenizas buenas.
¡Dios mío! ¿Podrían haber supuesto estos reyes y gobernantes que sus restos terminarían en un tanque para lavar la ropa sucia? Qué cuidado tuvo esta gente de sus cuerpos, y mirad cuál ha sido su destino. Pero los santos y todos nuestros padres de Optina mortificaron sus cuerpos y han permanecido incorruptos.
Nuestro santo monasterio atrae a muchos adoradores. Y a menudo escuchamos la opinión de que quien visita Optina incluso sólo una vez, será atraído hacia él con toda su alma. Nuestro monasterio no tiene ni iconos milagrosos ni reliquias glorificadas, pero parece que aquí, toda la tierra se cubra con la sangre y sudor de los santos padres, y sus oraciones hagan descender la gracia sobre las almas de los creyentes. Incluso nuestro vladika, que siendo un obispo, ha visitado muchos monasterios, ha dicho que hay algo especial en Optina.
En Rusia no hay muchas sketes… Pero nuestra skete es la única en la que hay muy raramente extranjeros en la iglesia, y sólo para la Liturgia. Pero siempre celebramos maitines sólo con nuestra familia de la skete. La iglesia de nuestra skete produce una poderosa impresión en el visitante: la entonación de antiguos cantos, los emotivos oficios, la ausencia de gente. Cada monje tiene su lugar específico en que permanece regularmente. También es especial el sonido de las campanas de la skete, tranquilo y monástico. Una vez, un hombre piadoso nos regaló una campana que pesaba 2500 kilo, pero nunca llegó a la skete y se la llevaron. La más grande que tenemos pesa 650 kilos.
Gloria a Dios que en el siglo presente, un siglo de incredulidad y de moral totalmente desenfrenada, todavía hay santos lugares en Rusia, cielos tranquilos para los que desean ser salvados. Es difícil ser salvado en el mundo, en medio de las seducciones y las costumbres de este mundo que va en contra de la Iglesia. “Malas compañías corrompen buenas costumbres” (1ª Corintios 15:33). Es difícil salvarse en medio de esta sociedad disoluta. En las Santas Escrituras se dice: “Tú eres misericordioso con el misericordioso; con el varón recto, eres recto. Con el sincero, eres sincero, y con el doble, te haces astuto” (Salmos 17:26-27). Las pasiones pecaminosas obran destructivamente sobre el alma y el cuerpo. Leyendo a los santos padres, cuando ya vivía en el monasterio, aprendí por primera vez que las pasiones son como enfermedades infecciosas y contagiosas, y cómo pueden transmitirse mediante objetos. Cuando San Espiridón, el obispo de Trimitun viajaba para el primer Concilio Ecuménico, se detuvo en el camino en una posada. El que acompañaba al santo jerarca, acudiendo a verlo, dijo:
-“Padre, no puedo entender porqué nuestro caballo no quiso comer la col que compré para él de nuestro anfitrión. La col es buena y fresca, e incluso para que un hombre la coma, pero el caballo no ha querido comerla”.
-‘Porque’, replicó San Espiridón, ‘la bestia detecta un hedor insoportable que viene de la col, y que procede del hecho de que nuestro anfitrión está herido por la pasión de su avaricia”.
Un hombre que no está iluminado por el Espíritu de Dios no nota esto, pero los santos tienen el don de Dios de discernir las pasiones. Las pertenencias de un hombre apasionado pueden infectarse por su pasión.
Por supuesto, es sorprendente que los animales sientan el hedor de las pasiones; no siempre, es cierto, pero sólo por la especial Providencia de Dios, pero muchos animales poseen un llamado segundo sentido, y ven espíritus, cuando entre la gente, sólo los santos tienen esta capacidad.
En las Santas Escrituras se cuenta cómo un burro vio a un ángel que le cerraba el paso, pero el profeta Barlaam no lo vio. Por supuesto, tales visiones especiales ocurren con las bestias para enseñarnos.
Había un fuego en la casa de un rico terrateniente. De repente, su padre, que había muerto no hacía mucho tiempo antes de esto, vino corriendo a la habitación, vestido como cuando estaba en el féretro, y gritaba: ¡Fuego!. El perro, que estaba durmiendo allí, se abalanzó sobre el hombre muerto con un terrible ladrido. El hombre de la casa se despertó y no podía comprender nada; ¿por qué ladraba el perro?; incluso tampoco podía ver a su padre muerto. Sólo su sirviente, que se lo contó después, lo vio, así como el perro.
El entorno natural también nos da mucho que nos es edificante. Todo el mundo está familiarizado con el girasol. Siempre gira su copa amarilla hacia el sol; se siente atraído hacia él, y por esto es por lo que recibe su nombre. Pero sucede que a veces un girasol deja de girarse hacia el sol. Entonces la gente que tiene experiencia en este tema dice que ha empezado a pudrirse; un gusano le ha surgido y debe ser cortado rápidamente.
Un alma que tiene hambre de los estatutos y la misericordia de Dios, es semejante a un girasol, y se esfuerza por llegar a Dios. Si cesa de buscarlo, perece. Es esencial en la vida sentir a Cristo. El que no lo haya visto aquí, no lo verá allí, en la vida futura. Pero, ¿cómo podemos ver a Cristo? El camino para esto es la incesante oración a Jesús, que infunde a Cristo en nuestras almas.
A San Juan Clímaco se le preguntó si había signos fiables por los que sea posible saber si un alma se acerca o se aleja de Dios. Después de todo, mirando las cosas cotidianas, vemos claros signos de si son buenas o no. Por ejemplo, cuando la col, la carne o el pescado empiezan a pudrirse, es fácil notarlo, pues del objeto en descomposición empieza a desprenderse un pestilente hedor, el color y el gusto cambian, y su apariencia externa testifica su deterioro. Bien, ¿y sobre el alma? Después de todo, es incorporal y no puede desprender un olor desagradable o cambiar su apariencia. A esta cuestión, los santos padres dicen: “Un signo seguro de muerte para el alma es el evitar los oficios de la Iglesia”.
Un hombre que se está enfriando con respecto a Dios, primero empieza por huir de asistir a la iglesia. Al principio intenta venir a los oficios tarde, y entonces cesa por completo de visitar el templo de Dios. Por tanto, es imperativo para los monjes el asistir a los oficios de la Iglesia. Ciertamente, se permite algunas veces, por asuntos urgentes, no ir a todos los oficios, pero cuando sea posible, es considerado como un deber necesario. Aquí, en la skete, hacemos incluso rondas por las celdas en los días de fiesta, para que nadie evada los servicios de la Iglesia.
Cuando aún estaba en el mundo, tenía un amigo que veía los monasterios con escepticismo. “No entiendo, ¿por qué esta gente, especialmente los monjes, permanecen solos en sus celdas y se aíslan a sí mismos de la mirada de la gente?”. Sin embargo, este hombre era un monje en su alma. Su alma era pura y sublime. Un poeta y un músico. Tenía una habilidad especial para leer poesía como ningún otro. La música era su pasión. A menudo nos decía algo y de repente exclamaba: “No, no puedo expresarlo con palabras, pero helo aquí”. Y se sentaba al piano, echaba la cabeza hacia atrás y tocaba. “¿Lo entendisteis?”, preguntaba después. A menudo, no lo entenderíais, pero el no cambiaba su método de explicación.
Su apartamento estaba amueblado con buen gusto; no había nada banal en él, todo era bonito, elegante y original, tan noble como su morador. Su alma siempre se estaba alimentando con ideas nobles. Rechazando el monasticismo al principio, encontró la total satisfacción en sus nobles anhelos precisamente en un monasterio, en el Monte Athos, al que fue, abandonando el mundo.
En el mundo tuve suerte de intimar con personas que eran dignas de profundo respeto. Tuve la ocasión de estar en grandes reuniones. Los otros jugaban a las cartas y bailaban, pero me encontraba con una persona con la misma inclinación de mi alma, y salíamos a cualquier parte, a una sala alejada, y conversábamos. Incluso en el mundo, no me gustaba hablar sin sentido, y cuando no había nada que decir, guardaba silencio, a veces, repentinamente. Mucha gente se daba cuenta de esto. Por supuesto, mi alejamiento de las seducciones de este mundo asombraron a muchos, y cuando dejé de asistir a reuniones clamorosas y empezó a gustarme el visitar un monasterio, empezaron a hablarme como si estuviera loco, o al menos, no completamente normal.
-“¿Habéis oído? ¡Pablo Ivanovich se ha hecho amigo de los monjes!”
-¿De verdad? Ahora tenemos a un hombre desafortunado.
Tal era la opinión de la gente mundana sobre mí.
¡Sí! Es duro salvarme en el mundo. San Nicolás, el arzobispo de Mira en Licia, fue al desierto para vivir en ascesis con ayuno y oración, pero el Señor no le bendijo con su permanencia allí. Apareciéndosele al santo, el Señor le mandó ir al mundo. “No es este el campo en el que me darás frutos”, dijo el Salvador. Santa Taísia, Santa María de Egipto y Santa Eudoquia, no vivieron tampoco en los monasterios. Es posible salvarse en cualquier lugar, sólo si no abandonamos al Salvador. Aferraos a la túnica de Cristo, y Cristo no os abandonará.
Ahora estamos en los días de la Santa Pascua, de la gran fiesta de la Iglesia cristiana, la Fiesta de las fiestas y el Triunfo de los triunfos. Cada día la iglesia se llena con el sonido de las odas del canon pascual. Recuerdo cuán cautivada estaba la matushka Eufrosina por el canon… “Aquí”, decía, “mi vida se ha ido, y no tengo nada bueno con respecto a mi, con lo que pueda ponerme delante del Trono de Dios; y escucho la oda: ‘Este es el día de la Resurrección, resplandece, oh pueblo’, y mi alma se vuelve gozosa y pacífica. ‘Cristo nuestro Dios ha pasado de la muerte a la vida y de la tierra al cielo…’. El Señor cumplió el deseo de la matushka Eufrosina y ella se durmió durante el tiempo pascual. Cuando levantaron el féretro con sus restos marchitos, de ochenta años, el coro empezó a cantar: ‘Este es el día de la Resurrección…’, en vez de Santo Dios… Las puertas de la Iglesia se abrieron de par en par, la luz entraba a raudales desde fuera, como en oleadas, y ella se fue hacia la luz eterna.
Que el Señor nos conceda tal bendición final. Rogad por esto, y cuando el diácono exclame: “Un fin cristiano de nuestras vidas, sin dolor, sin vergüenza, en la paz…”, no olvidéis hacer una inclinación, y que el Señor os conceda el descanso con sus santos. Amén.
De Padre Barsanufio de Optina (Platina, CA: St. Herman Press), pp. 439-450.
Traducido por P.A.B
Categorías:consejos, paternidad espiritual, Santos padres de Óptina
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