Extracto de la homilía sobre los Arcángeles Miguel y Gabriel

Archangels

Extracto de la homilía sobre los Arcángeles Miguel y Gabriel por San Nicodemo de la Santa Montaña

 

 

 

Según los teólogos, existen dos poderes principales, cualidades especiales y modismos del santo Dios: un ser de Justicia, también llamado concesión y juicio, y otro es el Bien, también llamado fidelidad, compasión y misericordia, como dice David: “Quiero cantar la bondad y la justicia, un salmo para Ti, Señor” (Salmos 100:1). Con justicia Dios juzga y castiga a los hombres, cuando pecan, y no cumplen sus mandamientos, y con bondad muestra de nuevo misericordia y compasión.

Ahora el arcángel Miguel aparece como el Ángel especial de la justicia de Dios, pues lo vemos utilizado como un siervo para castigar y hacer contener al mal, y proteger a aquellos que buscan refugio en la bondad. Así se desprende de la gran cantidad de textos de la divina Escritura, y por supuesto de la muerte de los primogénitos de los egipcios obrado por Miguel, mientras que la vida de los primogénitos de los hebreos fue preservada.

El arcángel Gabriel aparece como un ángel especial de la bondad y la compasión de Dios, pues lo vemos utilizado como siervo cuando debe haber compasión y misericordia. Esto lo vemos también muchas veces, y además, por la gran noticia que Gabriel ofreció al mundo, por la gran misericordia de la venida de Cristo.

Tres son las grandes y especiales obras llevadas a cabo por Dios: primero, la creación del mundo noético; segundo, la creación del mundo sensible; y tercero; la economía encarnada de la Palabra de Dios. Y en las tres, primero y principalmente utiliza a Miguel y Gabriel…

Y por lo tanto, Miguel y Gabriel son los dos brillantes ojos del Dios que todo lo ve, con quienes contempla e ilumina al mundo visible e invisible. Miguel y Gabriel son las dos grandes manos del Gran Gobernador, con quienes lo obra todo en el cielo y en la tierra. Miguel y Gabriel son los más rápidos y de alas más veloces para el Señor, con quienes está presente en todas partes, con quienes se apresura en todo lugar y no solo con quienes atraviesa el mundo entero, sino incluso las almas incorporales de los hombres, incluso los oscuros abismos. A causa de esto en un momento se puede ver que están en un extremo de la tierra, y al instante, se encuentran en el otro extremo, aquí sanando a una mujer estéril, y allí extrayendo a alguien que se ahoga en el abismo.

Miguel, el ángel del divino temor; Gabriel, el ángel de la gracia divina. Miguel, el que castiga con mano diestra del Justo; Gabriel, diestro misericordioso del Amante de la humanidad. Miguel, que se apoya en lo más fuerte; Gabriel, que habla de lo inefable. Miguel, la mirada severa del Juez; Gabriel, la mirada tranquila del Vidente. Miguel, la temerosa voz, el trueno, el rayo y las trompetas del descenso de Dios sobre el Monte Sinaí; Gabriel, el amanecer tranquilo, el abrazo en calma, la luz gozosa y la voz suave de Aquel que en un asno (es decir, Cristo entrando humildemente en Jerusalén) proclamando el descenso de la Palabra de Dios al vientre de María. Miguel, el supremo siervo del Antiguo Testamente; Gabriel, el siervo elegido de la nueva gracia del Evangelio.

Miguel tuvo como objetivo la entrada de la praxis, pues sirvió a la Ley, como Pablo dice que estuvimos bajo un custodio hasta Cristo, mientras que Gabriel tiene como objetivo la perfección de la “teoría”, pues sirvió el misterio de Cristo, como plenitud de la Ley y su excedente. Miguel fue el principio y Gabriel fue el final. Miguel fue el encauzamiento, Gabriel el perfeccionamiento. Miguel, el Alfa, y Gabriel, la Omega. Pero no estaban el uno contra el otro, o hablaban contra sí, por supuesto. Pues así como no hay praxis sin teoría, ni es la teoría sin la praxis, según los padres, de la misma forma ni hay Miguel sin Gabriel, ni Gabriel sin Miguel. Pues como la Ley surge del Evangelio y el Evangelio de la Ley, de la misma forma, no hay Miguel sin Gabriel ni Gabriel sin Miguel, y el uno y el otro están unidos más que el alma al cuerpo. Por esto, donde esta Miguel allí está Gabriel, y donde está Gabriel, allí está Miguel. Los son siempre y en todo lugar inseparables. Son inseparables en el cielo, inseparables en el Antiguo Testamento, inseparables en el Nuevo. Y obrando maravillas son inseparables. Y si Miguel castiga el mal, Gabriel castiga para la continencia, pues así hacían temer el poder y la grandeza de Dios y no descuidarlos debido a Su gran bondad. Y si Gabriel nuevamente les muestra la misericordia, hace esto para que puedan tener esperanza y no llegar a la desesperación por su gran temor. Y por lo tanto, los dos tienen el mismo objetivo: la salvación de los hombres y el cumplimiento de la bondadosa voluntad de Dios, como sus buenos ángeles anfitriones.

Así, oh gloriosos Miguel y Gabriel, los más dulces entre todos los ángeles y los hombres, ángeles de la justicia y la bondad de Dios, siervos especiales de las obras poderosas de Dios, águilas con alas de oro y plata, grandes soldados de la Trinidad creadora de vida, que con ojos inquebrantables contempláis la luz increada de la tres veces iluminada Deidad, grandes sátrapas del Rey de reyes y Señor de señores, y primeros asesores y protectores corporales del Dios-hombre Jesucristo, pareja angélica y díada deseada por el mundo y por todos, adornos de los ángeles, alardes de los cristianos, guías excelentes, y protectores especiales del rango monástico, quienes imitan vuestra vía angélica de vida tanto como es posible: recibid esta ofrenda con la que los que nos reunimos hoy y la doxología al Todopoderoso Dios que ama al hombre, en honor a vuestra santa memoria. Aceptad esto como un regalo y un pequeño signo de acción de gracias por todo lo que, continuamente, trabajáis por nosotros, por vuestra protección, y salvadnos de todo mal. Os pedimos humildemente que no nos abandonéis de vuestra paternal providencia, sino que, oh compasivos y bienaventurados arcángeles, vengáis siempre en nuestra ayuda y nos protejáis, y para que nos llenéis de santa “teoría” y mente espiritual, y nos libréis, en virtud de vuestra venida de todo mal y obsceno pensamiento, y simplemente, de todo enemigo visible e invisible que nos tienta, porque con una gracia como esta, son distanciados cuando venís a nosotros. Pues San Marco el Asceta dice: “Cuando los santos ángeles vienen a nosotros, nos llenan con la “teoría espiritual”. De forma similar, Abba Isaac dice: “Cuando los santos ángeles se acercan a ayudarnos, todas las tentaciones desaparecen”. Y puesto que todos los que teologizan dicen que a cada hombre le es concedido uno de los ángeles en su vida presente, no descuidéis, oh divinos Arcángeles, de otorgarnos esto a nosotros: primero, para eliminar de nuestros cuerpos y almas todo peligro que pudiera acompañarnos externa o internamente, y segundo, para que nos obliguéis siempre a hacer el bien, iluminando nuestro “nous” con la divina iluminación, endulzando nuestro deseo y nuestros corazones con la gracia divina; tercero, para expulsar de nosotros los engaños y los malvados planes del maligno; cuarto, para ofrecer nuestras oraciones a Dios, como el arcángel Rafael ofreció la oración de Tobías, y como los ángeles del Apocalipsis ofrecieron las oraciones de los santos; quinto, para interceder siempre a Dios por nosotros, y sexto, para castigarnos a veces de forma paternal, cuando tropecemos, no por venganza, como el demonio que nos castiga, sino por corrección y castidad, para que este don nos sea concedido.

Y seguidamente os rogamos que escuchéis nuestras súplicas, oh grandes y filantrópicos soldados de Dios, y no ceséis con vuestras inefables intercesiones por nosotros de calmar la indignación de Dios, y de que paséis por alto, como el Único Compasivo, todos nuestros pecados, ya sean los cometidos de palabra, obra o pensamiento, con los cuales le ofendemos cada día. Sí, somos pecadores, lo confesamos, y hemos transgredido sus santos mandamientos, pero no conocemos a otro Dios más que a Él. Hacednos dignos, oh Vírgenes y guardianes de la virginidad, oh Arcángeles, de pasar esta vida en castidad y virginidad, como solicitamos cuando vestimos este esquema angélico. Sed para nosotros protectores y guardianes vigilantes, pues todos nosotros celebramos vuestra santa sinaxis. Y durante esta vida pasajera, alejad de nosotros los escándalos y las maquinaciones de los enemigos visibles e invisibles, y en la hora de la muerte, disponeos como nuestra ayuda, pues somos pecadores, a derecha e izquierda, cubriéndonos con vuestras doradas alas, para que nuestras almas no contemplen el terrible espectáculo de los malignos demonios. Y llevándonos hacia el cielo, conducidnos a la brillante y eterna morada del Reino celestial, para que podamos glorificar con vosotros a la divina Trinidad, a quien pertenece la gloria, honor y adoración, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Traducido por P.A.B



Categorías:San Miguel Arcángel

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