Extracto de la homilía de San Juan Crisóstomo sobre la sinaxis de los Arcángeles

HolyArchangels

Es necesario alabar a los ángeles, pues ensalzan al Creador, y le suplican que otorgue el bien a los hombres. Los ángeles son honrados, pues son nuestros aliados contra el opuesto enemigo que lucha contra nosotros.

Así, fue el arcángel Miguel quien contraatacó (ἀντιταττόμενος) al maligno por el cuerpo de Moisés (Judas 1:9), y contra el líder de los persas para que la libertad pudiera florecer entre el pueblo (Daniel 10:13). Fue él mismo quien detuvo (καταστρέφων) al burro, y se detuvo la locura insensata de Balaam, pues el mago no reflexionaba en sus dichos, y el mudo animal fue hecho sabio para poder hablar (Números 22). Fue él quien empuñó la espada, e instó a Josué, hijo de Nun a luchar (συμπλέκεσθαι τοῖς πολεμίοις προτρεπόμενος) (Josué 5-6). Fue él quien mató a 185.000 asirios en una noche, y condujo a los bárbaros a la muerte durante el sueño (Isaías 37:36). Fue él quien movió al profeta Habacuc rápidamente por el aire, para que el profeta Daniel no pudiera ser comido por los leones hambrientos, pues en realidad no eran enemigos combatientes, sino que los regían las pasiones (Daniel 14:32-42).

También tenemos al maravilloso e impresionante arcángel Rafael (Tobías 12:15), quien por medio de un pescado sanó a una joven enferma, y dio la vista a un anciano ciego.

Pero este silencio no es digno del Nuevo Testamento, en el cual, una gran porción es para el arcángel Gabriel, que ministró a Zacarías, y censuró su duda haciéndole mudo, pues no creyó la dispensación de que el estéril vientre de su mujer llevaría un niño (Lucas 1:19). Fue él quien dio la buena noticia a la pura y no desposada María (Lucas 1:26-38). Fue él quien condujo a los pastores a la cueva, donde vieron al Incontenible en el pesebre, envuelto en pañales, y junto a ellos ofrecieron odas de alabanza: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, y buena voluntad entre los hombres” (Lucas 2:8-18). También instó a los magos a huir del tirano Herodes, que perseguía al Creador de la tierra (Mateo 2:12). Igualmente, le dijo al prometido de la Virgen que no desdeñara a la no desposada como impura (Mateo 1:20). También les dijo que huyeran del asesinato de los niños a manos de Herodes (Mateo 2:13). Incluso los mortales percibieron al inmortal, y sirvió como siervo. Ellos, sin embargo, fueron asombrados por su fuerza, por la cual derribó a los ídolos que cayeron, según la voz de David: “Los alzará con su mano y los romperá en pedazos tirando los restos” (Ἐπὶ χειρῶν ἄραντες αὐτὸν , ἔξω τῆς βολῆς τῶν λίθων ἐκόμιζον). Por eso los judíos buscaban piedras para lanzárselas. Se apresuró igualmente a su pasión, y a su resurrección, estando en la tumba vacía, diciendo a las mujeres miróforas: “¿Por qué buscáis al Vivo entre los muertos?” (Lucas 24:5). Después de la Ascensión, acompañó a los discípulos, destruyendo las cadenas de Pedro (mientras estaba en prisión) (Hechos 12); acompañó también a Pablo en sus peligros por tierra y mar (2ª Corintios 11:26), intercediendo por la fe de Cornelio (el centurión) (Hechos 10), pisoteando a Herodes, el asesino de los justos (Hechos 12:23).

Pero además de ser dignos de estos honores, ¿no nos ayudan también los ángeles en nuestras vidas? Pues no solo se disponen ángeles para proteger cada nación, como clama la Escritura: “Cuando dividió el altísimo a las naciones, cuando diseminó a los hijos de Adán, estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Dios” (Deuteronomio 32:8). Pero también a cada hombre se le ha otorgado un ángel. Esto no es mi palabra, sino la palabra de la divina Escritura. La sirvienta Rode, que reconoció al apóstol Pedro ante las puertas, mientras este huía de la prisión de Herodes, no fue creída, y los de dentro pensaron que era su ángel (Hechos 12:15). Y el mismo Salvador aporta testimonio de esto, cuando dice de la vida de los más pequeños de esta vida: “Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente la faz de mi Padre celestial” (Mateo 18:10). También en cada iglesia, Cristo ha dispuesto un ángel guardián, como revela Juan: “Al ángel de la Iglesia de Esmirna escríbele: …. ‘Conozco tu tribulación y tu pobreza, pero tú eres rico….’” (Apocalipsis 2:8-9).

Traducido por P.A.B



Categorías:San Gabriel Arcángel, San Juan Crisóstomo, San Miguel Arcángel, San Rafael Arcángel

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