La lucha contra las pasiones

Fresco de un Monje crucificado por las pasiones expuesto en el Monte Athos

 

La lucha contra las pasiones

Por I. M. Kontzevich

 

 

Las pasiones, como las virtudes, están interconectadas, así como los “eslabones de una misma cadena” (San Isaac de Nitria), estando unidas unas a otras. Hay ocho de ellas; en orden de aparición son: 1) La gula, 2) la lujuria, 3) la avaricia, 4) la ira, 5) el abatimiento, 6) la desesperación, 7) la vanagloria y 8) el orgullo.

La principal preocupación del ascetismo patrístico no está en las manifestaciones externas del pecado, ni en sus casos individuales, sino más bien en su causa, es decir, en los vicios y las pasiones arraigadas en el alma, o en las enfermedades del alma y en los ocultos estados internos del pecado. Usando términos y conceptos contemporáneos, el profesor Zarin expone la enseñanza de los santos padres sobre la psicología de la pasión y la lucha contra ella. He aquí un breve resumen de esta exposición.

 

El pensamiento es el momento inicial en el surgimiento de una pasión; es un momento de vacilación y un elemento esencial de este estado psicológico (1). La esencia del ascetismo se basa en la lucha contra los pensamientos. Los santos padres y los ascetas, disciernen un máximo de seis o siete momentos en el desarrollo y crecimiento de las pasiones.

 

1. PROVOCACIÓN (SUGERENCIA)

 

El primer impulso en la aparición del fenómeno psicológico, que puede desembocar como una pasión, es conocido como una “provocación” o “sugerencia”.

 

Se trata de una concepción de un objeto o una acción correspondiente a una de las inclinaciones que caracterizan a la persona. Bajo la influencia de impresiones externas, o en conexión con el desarrollo psicológico de la memoria o la imaginación, según las leyes de asociación, esta provocación entra en la esfera de la conciencia del hombre. Este primer momento se desarrolla independientemente de la libre voluntad del hombre, contra su deseo, sin su participación, de acuerdo con las leyes de la inevitabilidad psicológica,  “espontaneidad”,  y es, por tanto, considerada “inocente” o desapasionada. Esto no incrimina al hombre en el pecado si no es causado por sus pensamientos “errantes”, si no es invitado consciente y voluntariamente, y si una persona no es descuidada en este sentido. Es en esta elección en la que la libre voluntad del hombre se manifiesta a sí misma (2).

 

2. CONJUNCIÓN

 

La provocación evoca la respuesta de los sentidos, que reacciona a la impresión o imagen introducida en la conciencia, ya sea por “amor” u “odio” (simpatía o antipatía). Este es el momento más importante, pues decide el destino del pensamiento provocado: ¿permanecerá, o desaparecerá? Es solo el surgimiento de este pensamiento en la conciencia lo que produce independientemente de la voluntad del hombre. Si no se rechaza inmediatamente y persiste, esto significa que en la naturaleza de una persona entregada se halla un terreno compatible, que es expresado en su simpática reacción a la provocación. La inclinación simpática atrae la atención, permitiendo que el pensamiento sugerido crezca y se convierta en una imagen fantasiosa que impregna la esfera de toda la conciencia y expulse todas las demás impresiones y pensamientos. La atención persiste en el pensamiento porque el hombre se deleita en ella. Este segundo momento es llamado conversación o conjunción. San Efrén el sirio la define como una “aceptación voluntaria del pensamiento, su hospitalidad, por así decirlo, y una conversación con ella acompañada de deleite”. En el lenguaje contemporáneo de la psicología esto significa que el segundo momento del desarrollo del pensamiento radica en que la atención continuada del hombre está dirigida exclusivamente al nuevo desarrollo de la impresión o concepto, que sirve como impulso o causa para el desarrollo de una serie completa de nociones asociadas. Estas nociones conceden al hombre la sensación de placer mientras anticipan el goce del objeto de la impresión o noción obtenida. Para eliminar la secuencia de las nociones, para eliminarlas de su conciencia, y poner fin a la sensación de deleite, el hombre necesita distraer su atención. Debe, activa y firmemente, decidir el rechazar las imágenes del pecado que le asedian y no volver de nuevo a ellas.

 

3. UNION

 

Por el contrario, con la ausencia del rechazo voluntario de las imágenes intrusas, el tercer momento es inducido, cuando la voluntad misma es atraída cada vez más al pensamiento, y como resultado el hombre está más inclinado a actuar según le indica el pensamiento, obteniendo la satisfacción de participar en ella. En este momento, el equilibrio de su vida espiritual está totalmente destruido, el alma se entrega totalmente al pensamiento y se esfuerza por llevarlo a cabo con el propósito de experimentar incluso un más intenso deleite. Así, el tercer momento se caracteriza por la inclinación de la voluntad hacia el objeto del pensamiento, por su decisión y resolución en llevar a cabo sus placenteras fantasías. Consecuentemente, en el tercer momento la voluntad entera se rinde al pensamiento y actúa ahora según sus directrices para poner en práctica sus planes fantasiosos. Este momento, llamado unión, es la cooperación de la voluntad, que es una declaración de acuerdo con la pasión susurrada por el pensamiento (San Efrén el sirio), o el consentimiento del alma a lo que le ha sido presentado por el pensamiento, acompañado por el deleite (San Juan Clímaco). Este estado está ya cercano al hecho del pecado y es semejante a él (San Efrén el sirio). Sucede así que la voluntad resuelve alcanzar la realización del objeto del pensamiento apasionado mediante todos los medios disponibles en el hombre. En principio, la decisión ya se ha tomado para satisfacer la pasión. El pecado ya ha sido cometido de intención. Ahora, tan solo queda satisfacer el deseo pecaminoso, convirtiéndolo en un acto concreto.

 

4. LUCHA

 

Algunas veces, sin embargo, antes de proceder a la decisión final del hombre de proceder a este último momento, o incluso antes de tal decisión, experimenta una lucha entre el deseo pecaminoso y la inclinación opuesta de su naturaleza.

 

5. HÁBITO

 

Sin embargo, el último estado psicológico de una vacilación inestable de la voluntad entre las inclinaciones opuestas tiene lugar solo cuando el hábito no se ha formado aún en el alma, a saber, el “mal hábito” de responder al pensamiento maligno. Esto tiene lugar cuando una inclinación pecaminosa no haya penetrado profundamente en la naturaleza del hombre y no se convierta en un rasgo constante de su carácter, en un elemento familiar de su disposición, cuando su mente está preocupada constantemente con el objeto de deseo apasionado, cuando la pasión misma aún no ha sido completamente formada.

 

6. CAUTIVERIO

 

Cuando está en poder de la pasión, el hombre se precipita violentamente y con placer a satisfacer dicha pasión, ya sea con cualquier tipo de lucha, o casi sin ella. Está perdiendo el poder dominante, guiando y controlando el poder de su facultad volitiva hacia inclinaciones individuales y demandas de su naturaleza volitiva. Ya no es la voluntad la que reina sobre las inclinaciones pecaminosas, sino la última escala de la voluntad, forzando y tentando completamente al alma, atrayendo su completa energía racional y activa para concentrarla sobre el objeto de la pasión. Este estado es llamado cautiverio. Este es el momento del completo desarrollo de la pasión, del estado plenamente establecido del alma, que manifiesta ahora toda su energía al máximo (3).

 

“La mejor y más exitosa batalla se lleva a cabo cuando el pensamiento es eliminado mediante una oración incesante desde el principio. Pues, como los padres han dicho, el que se opone al pensamiento inicial, es decir, a la provocación, abandonará la consiguiente disposición a la vez. Un sabio asceta puede destruir la raíz de los demonios perversos, es decir, la astuta provocación (primeros pensamientos). Al tiempo de la oración, sobre todo, el intelecto debe permanecer sordo y mudo (San Nilo del Sinaí), y el corazón debe estar vacío de pensamientos, incluso de supuestos pensamientos buenos (San Hesiquio de Jerusalén). La experiencia ha demostrado que la admisión de un pensamiento desapasionado, es decir, una distracción, es seguido por un apasionamiento (malo), y que la entrada del primero abre la puerta al siguiente” (4).

 

Esta lucha interna nos es relatada vívidamente por San Hesiquio de Jerusalén (s. V), un discípulo de San Gregorio el Teólogo:

 

Nº 145. Nuestra mente, que es algo de aspecto ligero e inocente, se entrega fácilmente a soñar despierta y es arrastrada indefectiblemente a tener malos pensamientos, si no tiene en sí misma un concepto que, como un gobernador sobre las pasiones, la mantiene constantemente bajo control y la subyuga.

 

Nº 168. Un barco no se mueve sin agua; y no hay progreso alguno en la vigilancia de la mente sin la sobriedad con humildad y oración a Jesucristo.

 

Nº 169. Las piedras son usadas para la fundación de una casa; pero para esta virtud (la salvaguardia de la mente), tanto la fundación como la raíz son el santo y venerable nombre de nuestro Señor Jesucristo. Un capitán necio puede, rápida y fácilmente, arruinar su barco durante una tormenta, echando a los marineros, tirando las velas y los remos al mar, y yéndose a dormir; pero mucho más rápido puede el alma ser ahogada por los demonios si, cuando los pensamientos empiezan a surgir, no guarda la sobriedad e invoca el nombre de Jesucristo.

 

Nº 94. La sobriedad y la oración a Jesús se refuerzan mutuamente la una a la otra; pues la vigilancia extrema va unida con la oración constante, mientras que la oración está unida con extrema sobriedad a la vigilancia del pensamiento.

 

Nº 88. Muchos de nuestros pensamientos vienen de sugestiones demoníacas, y de estos se derivan nuestras malas acciones externas. Si con la ayuda de Cristo sofocamos al instante el pensamiento, evitaremos su correspondiente acción externa. Nos enriqueceremos con la dulzura del conocimiento divino y así hallaremos a Dios, que está en todas partes. Si sostenemos firmemente el espejo de la inteligencia ante Dios, seremos iluminados constantemente como el cristal puro, que es iluminado por el sol. Finalmente así, el intelecto, habiendo llegado al límite de sus deseos, hará descansar en Él (Cristo) toda su contemplación (5).

 

 

Notas finales

 

1. Hay tres momentos principales: 1) La aparición de un concepto; 2) El añadido a la misma de la sensación y 3) El añadido a la misma de la voluntad. (Mente, sentimiento, voluntad: un concepto, junto con el sentimiento y con el añadido de la voluntad).

 

2. Existen dos causas para la aparición de la “provocación”: causas naturales, y espíritu malo.

 

3. Zarin, Ascetismo, Vol. 1, Libro 2, pp. 248-258.

 

4. San Nilo de la Sora (Moscú, 1869), p. 19

 

5. San Hesiquio de Jerusalén, Exhortaciones sobre la vigilancia y la oración, (Moscú, 1890). [Traducción inglesa en La Filocalía (G. E. H. Palmar, et. al.) Vol. I].

 

 

De La adquisición del Espíritu Santo en la antigua Rusia, por I. M. Kontzevich (Platina, CA: St. Herman of Alaska Brotherhood, 1988), cap. 2, pp. 39-43. Es un clásico moderno, y básicamente un “libro de texto sobre el ascetismo”.

 

Traducido por: P.A.B

 



Categorías:monaquismo, vida ortodoxa en el mundo

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