San Simeón el Nuevo Teólogo: Primer capítulo
Alguien a quien le gusta contradecir es como un hombre que libremente se entrega a los enemigos que han ido contra su emperador. El espíritu de la contradicción es una trampa que utiliza la auto-justificación como cebo, y es por este medio que somos engañados a tragar el anzuelo del pecado. Luego, tomado por la lengua y la boca, el alma pobre se convierte en la presa de los espíritus del mal. O bien son llevados hasta las alturas del orgullo o de lo contrario son arrojados en lo profundo del caos del abismo del pecado para ser juzgados junto con los caídos del cielo.
Si tu corazón está excesivamente angustiado por los insultos y sufrimientos, debes reconocer la señal de que aún tienes la antigua serpiente en tu corazón. Por tanto, si un hombre se mantiene en silencio o le responde con gran humildad, entonces él debilita la serpiente y rompe su control sobre sí. Pero, si responde con amargura o habla con arrogancia, le da a la serpiente el poder para verter su veneno en su corazón y atacarle cruelmente en el interior. De esta manera, la serpiente se hace más y más fuerte día tras día, y cada vez que el hombre trate de arreglar las cosas, le devorará toda la fuerza de su pobre alma. Después de esto, vivirá exclusivamente por y para el pecado, y es, al fin y al cabo, la muerte de toda justicia.
Cuando los pensamientos de desánimo te afecten, piensa que todavía puedes encontrar el celo dentro de tu alma y una gran sed de perfeccionamiento por cumplir todos los mandamientos de Dios, incluso de sembrar el evitar cualquier tipo de pecado de una palabra ociosa, y de querer ser igual a los santos de antaño en virtud, sabiduría, y contemplación; o cuando ves que alguien (es decir, el demonio) te impide escalar las alturas de la santidad sembrando secretamente la maleza del desaliento, oscilando tus pensamientos con los comentarios de que «es imposible para ti salvarte en medio de este mundo, o incluso de guardar los mandamientos de Dios sin culpa», entonces vete a un lugar solitario, recógete en tu interior, pon en orden tus pensamientos, y da a tu alma este buen consejo: «¿Por qué estás abatida, alma mía?, y ¿por qué me causas problemas? Ten esperanza en Dios, que yo seguiré alabándole, porque es mi Dios, no yo, el que trabaja por mi salvación. ¿Quién será justificado por las obras de la ley? Ningún ser vivo se considerará sólo a su vista, y sin embargo, a través de mi fe en Dios mismo, espero ser salvado por la gracia de Su inefable compasión. Así que ¡apártate de mí Satanás!, ¡porque adoro al Señor mi Dios y le sirvo desde mi juventud, y es Él quien tiene el poder para salvarme!. El Dios que me creó a su imagen y semejanza te hará poderoso»
Traducido por H.M.P
Categorías:paternidad espiritual, San Simeón el Nuevo Teólogo
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